Jesús Miguel Zamora, sobre los abusos: «Creíamos en las personas de nuestras congregaciones y algunas han traicionado esa confianza»
Para el secretario general de la Conferencia Española de Religiosos, escuchar el testimonio de un joven que había sido víctima de abusos sexuales cambió su forma de entender el problema
Zamorano, de 68 años, y hermano de La Salle, Jesús Miguel Zamora Martín asumió en 2017 la Secretaría General de la Confer, la entidad que agrupa a las órdenes religiosas en España, que es, tras Italia, el segundo país del mundo con más consagrados. Llegaba con el bagaje de haber dirigido su congregación en España, Portugal y Guinea Ecuatorial y la experiencia de muchos años como profesor.
Hace unos días se anunciaba que van a colaborar en la auditoría independiente promovida por la Conferencia Episcopal para investigar los abusos sexuales. Es un fenómeno que les afecta de forma directa, pues la mayoría de colegios católicos en España pertenecen a congregaciones religiosas.
Somos conscientes de que hay algo que no hemos hecho bien y en este momento lo único que cabe es pedir perdón, porque las cosas han salido mal. Creíamos y confiábamos en las personas y las personas que han traicionado esa confianza.
¿Cómo han actuado hasta ahora las órdenes religiosas cuando han conocido un caso?
Hay un elemento clave, en el momento en que surge cualquier denuncia: hemos de hablar con la víctima. Nos merece todo el respeto porque es la que tiene la palabra que hay que escuchar. Y escuchar para que pueda manifestar todo lo que tiene en su interior, qué es lo que necesita, e incluso si tiene algo que decirnos que nos ayude a manejar mejor este asunto.
¿Y cómo continúan después?
A partir del primer contacto con la víctima, lo que van haciendo las congregaciones es investigar su entorno. Si se ha dado en un ambiente escolar, conocen a compañeros y profesores que compartieron curso con él. Si el acusado es religioso, puede haber otros miembros de su comunidad que podrían conocer si ya había algún indicio. Se trata de recabar toda la información posible. Además, a partir de la denuncia de la víctima, ponemos en manos de la fiscalía aquellas cuestiones que pueden ser delito. Hay congregaciones que incluso han denunciado a sus propios hermanos y se han convertido en acusación, en vez de taparlo o excusarlo como un momento de descuido.
¿Y la prevención para que no vuelva a ocurrir?
La víctima necesita tener conciencia de que le has escuchado y de que le vas a garantizar, no solamente a él, sino a toda la sociedad, que esto no se va a repetir. para eso es muy importante hacer formación a educadores religiosos y cambiar muchos modos de actuar.
¿Tienen previsto pagar indemnizaciones a las víctimas?
Ya ha habido algunas indemnizaciones en casos en que se ha llegado a un acuerdo. Pero no queremos reducir este problema a una cuestión económica, lo que realmente importa es que tratemos adecuadamente a las víctimas y que la petición de perdón no sea para salir del paso sino asegurarnos de que esto no se repita. Estamos dispuestos a llegar hasta el fondo, y eso incluye el pago de indemnizaciones.
¿Van a colaborar con la comisión de investigación que promueve el Congreso?
Sí. Mientras no se pierda de vista que lo importante son las víctimas, todo aquello que contribuya a darles respuesta y una cierta reparación, bienvenidas sean todas las iniciativas. Pero si perdemos de vista lo importante no estaremos respondiendo a lo que tenemos que responder.
¿Lo dice por la comisión parlamentaria que impulsa Unidas Podemos, ERC y Bildu que quiere poner a víctimas y abusadores ante las cámaras?
Si entramos en discusiones de tipo político, donde uno quiere salir más o tener mucha más relevancia, olvidamos lo importante. Al final transformamos un elemento humano, dolorosamente humano, en un evento mediático, político, que no beneficia a nadie. He hablando con algunas asociaciones de víctimas y ese es el temor que tienen.
Los religiosos españoles, ¿han tenido oportunidad de escuchar el testimonio directo de alguna víctima?
Convocamos una jornadas sobre abusos, donde contamos con el testimonio de un joven que había sido abusado en un colegio de salesianos. Allí, entre las 150 personas que participaban, se encontraba el provincial de los salesianos. Cuando el joven abusado estaba hablando se hizo un silencio total. Escuchar a una víctima, supone que te dé lecciones, que no vienen de un jurista o un canonista, sino una persona que ha sufrido durante mucho tiempo, que ha tenido ese dolor guardado y que no lo ha podido manifestar.
¿Cómo se sintió aquella víctima después de la experiencia?
El hecho de que le escuchara el provincial, de que hablara con su familia, a él le liberó. El dolor no se lo pudo quitar, pero al menos se sitió escuchado y expresar lo que ha pasado, que tampoco es fácil para las víctimas. Para nosotros, el hecho de trabajar directamente con ellas nos permite ir viendo cómo asumimos la responsabilidad que tenemos. Éste no es un tema más de discusión, es un tema profundamente humano. En la medida que lo escuchas te llega muy al fondo.
En ese sentido, ¿les recomendaría a los obispos que en una reunión suya, por ejemplo en una plenaria de la Conferencia, escucharan el testimonio de algún abusado?
No sé cómo organizan ellos estas cosas, pero si tuviera ocasión sí les diría que tenemos que oír el testimonio de las víctimas, creo que es clave, porque te sitúas de una manera diferente a este problema.
Toda esta situación, ¿les ha supuesto una pérdida de confianza por parte de la sociedad?
Es cierto que el ruido mediático no ayuda. Pero también es verdad que la gente es consciente de que hay muchas cosas que no salen en los periódicos y que la Iglesia está haciendo. A nuestros colegios viene familias que nos dicen que confían en nosotros, que son conscientes de que alguien no lo ha hecho bien, pero no por eso van a criminalizar a toda la institución.
¿Cómo definiría la situación actual de la vida religiosa en España?
Si miramos sólo la media de edad, tendríamos que decir que es una situación de mucha debilidad, porque hay gente muy mayor. Pero ese no es el único elemento para valorar la vida religiosa. Hay una vida enorme que se manifiesta en un gran compromiso por parte de las congregaciones. Las personas mayores no necesariamente son inútiles. Muchas están jubiladas, pero con una vitalidad y creatividad muy grande. Descubren otro tipo de realidades, se involucran en acciones de las propias congregaciones o ayudan en trabajo de Cáritas, en voluntariado… La vitalidad está en la realidad de unas personas que están convencidas de un proyecto que les llena la vida y lo quieren vivir hasta que mueran.
Con esa media de edad, la pandemia les habrá afectado mucho...
En cada asamblea general damos los datos del número total de religiosos que hay en España. Suele reducirse en unos 1400, pero de noviembre del 2020 al de 2021 casi se dobló la cifra de religiosos menos en Confer. Dos mil quinientos religiosos menos en un año es mucho. Ahora somos unos 37.000.
Con estas perspectivas, ¿cómo será la vida religiosa dentro de veinte años?
Hablar a 20 años es hacer mucho juego de futuro. Pero creo que será una vida religiosa minoritaria, con personas tan convencidas o más que ahora y seguras de que la fuerza no va a estar en los números sino en el testimonio de su vida. Vamos a ser más espirituales, porque todo lo que estamos viviendo nos hace volver cada vez más al fundamento de nuestra vida, a Dios.
Todo el trabajo que estamos haciendo con los laicos, que es enorme, nos va a hacer descubrir nuevas perspectivas. No será la vida religiosa que ahora tenemos, sino mucho más compartida, con comunidades más heterogéneas, con laicos, probablemente con matrimonios, donde se viva realmente lo que significa la fuerza de cada carisma. Probablemente haya congregaciones que surjan para cubrir esas nuevas necesidades. Por ahí va a ser muy creativa.
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