Nacionalcristianismos en Europa

«El extremo de esta tendencia lo encontramos en el patriarca ruso Cirilo»

Varias personas esperan la llegada de un tren procedente de Kiev, al oeste de Ucrania EP

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Durante estos días nuestra mirada no se aparta de lo que está ocurriendo en el este de Europa. Tras la caída del comunismo, en un mundo presionado por la globalización, en los países del este se produjo un resurgimiento de la fe pública que llevó a una fuerte presencia religiosa en Polonia, Eslovaquia y Ucrania , mientras que no fue tanto en Hungría y Chequia. También se produjo una adhesión a la economía de mercado y a la democracia liberal, aunque en la actualidad se está viviendo un proceso calificado por algunos autores como de revuelta antiliberal.

El fin del comunismo representó la recuperación de la nación. Como afirma Andrea Riccardi en su libro reciente sobre la agonía y el resurgimiento del cristianismo, «ante la crisis de identidad y los desmesurados horizontes globales, la nación se convierte en un elemento fundamental de identidad y protección».

El resurgimiento de la nación se produjo, de forma desigual, en maridaje con el cristianismo, lo que ha dado lugar a nuevas formas de «nacionalcatolicismo» o, en su versión ortodoxa, «nacionalcristianimo». Una alianza de facto que pretende ligar la fe cristiana a los intereses de la nación y que llega incluso a instrumentalizar l a fe y la Iglesia a las pretensiones nacionales. En Hungría, el cardenal Péter Erdo , fino canonista, amigo de España, ha hecho todo lo posible para explicar el significado de la autonomía de la Iglesia.

El extremo de este «nacionalcristianismo» lo encontramos en la Rusia del patriarca ruso Cirilo, que lo mismo dice que quienes se opone a Putin son las fuerzas del mal, que tenemos «la necesidad de unir fuerzas en defensa de los valores tradicionales cristianos y luchar contra algunas amenazas de la modernidad, como el agresivo secularismo, que amenaza las bases morales de la vida social y privada, la crisis de valores de la familia y la persecución y discriminación de los cristianos en el mundo». Cirilo, que mantiene abierto un canal de diálogo con el Papa Francisco desde el encuentro de La Habana de 2016, representa un poder histórico de complicada digestión para la libertad de la Iglesia.

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