Guardias Civiles
Historias del Covid: «No puedo olvidar las muertes agónicas a mi lado, diarias»
Historias del Covid: agentes de la Policía Nacional
Siga en directo las últimas noticias del coronavirus
Manuel Roque , cabo primero del Grupo Especial de Actividades subacuáticas
Buceando entre barro y cañas en San Llorenç en busca de Arthur, el pequeño de cinco años al que se llevó la riada de Baleares, en 2018, el cabo primero del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (Geas) Manuel Roque (47 años) tenía miedo de toparse de golpe con el cadáver de la criatura. Pero ese miedo no fue nada comparado con el terror que sintió hace justo un mes postrado en una cama del Hospital militar Gómez Ulla. «Me estaba muriendo; durante tres días sentí que era el final. Tenía el oxígeno por debajo de 90 y ya no sabía qué hacer para seguir respirando», cuenta aún con dificultad para hablar.
El guardia civil Roque sabe lo que es sentir que te ahogas bajo el agua por sus entrenamientos al límite y entiende de sufrimiento (participó en el rescate del pequeño Julen). «Esas muertes tan agónicas que escuchaba a mi lado... Pensaba es un ahogamiento sin agua. Se oía todo. Daba miedo el silencio». Ahora está en casa recuperándose. Ha perdido 18 kilos y aún está sin fuerzas. «Hubo momentos que perdí las ganas de luchar, pero pensaba en mi familia y no podía hacerles eso». El 3 de marzo se despertó empapado y cansado. Se fue a trabajar. Al día siguiente, con 39 de fiebre, tuvo que volverse a casa. « Los síntomas eran rarísimos . Tenía tos seca y me dolían mucho las piernas. Iba a tomarme una cerveza y sabía rancia». «A ver si voy a tener el bicho ese», le dijo a su mujer. Se fueron al hospital. La placa salió limpia. «No tiene usted el cuadro», le aseguró el médico, y le recetó paracetamol.
«Yo no podía ni levantar la tapa del yogur». Lo cuenta alguien que ha jugado en la selección andaluza de balonmano, hace piragüismo, natación, corre y monta en bici. Un deportista nato sin ninguna patología. Gracias a su mujer, visitadora médica, lo volvieron a atender en otro hospital, el Clínico, después de decirle en el teléfono de Sanidad que no le hacían test. Dio positivo pero las placas salieron limpias de nuevo. Le recomendaron que fuera al Gómez Ulla. En 24 horas pasó de no tener nada a una neumonía bilateral grave, tanto que lo ingresaron de urgencia y casi le cuesta la vida. Ha pasado 16 días enganchado al oxígeno, con la saturación por debajo de 90, tres veces al borde de la muerte. «El día del Padre vi algo de luz. Pensé por primera vez que lo iba a superar». Hace tres semanas volvió a casa. «No puedo olvidar esas muertes».
«Mari Carmen, de esta no salgo» le dijo Zurdo a su mujer
Fernando Fernández Zurdo llevaba 21 años en Tráfico
El fin de semana que se decretó el Estado de Alarma, el guardia civil Manuel Fernández Zurdo y su mujer iban a pasarlo con su hija, su yerno, también agente, y sus nietas de 15 meses y cinco años. «Cristina, no vamos a ir, estoy costipado, a ver si va a ser eso y voy a contagiar a las niñas», le dijo a su hija. El día anterior había estado trabajando, al pie del cañón, como desde que tenía 20 años, sin mascarillas ni guantes, sin ninguna protección, como tantos agentes.
Zurdo, así le conocían todos, murió una semana antes de cumplir los 56 años e n la UCI del hospital de Valdemoro . Solo y sin poder despedirse de los suyos.
Diez días antes, habló por última vez con su mujer: «Mari Carmen, de esta no salgo», le dijo. Ella trató de animarlo pero su marido a duras penas podía hablar. Horas después lo llevaron a la UCI inconsciente. Primero le falló un pulmón, luego el otro. Era un luchador que había superado la gripe A, aunque el otro «bicho» le dejó una fisura en el pulmón.
Ese fin de semana que puso el país patas arriba, el agente intentó una y otra vez que lo atendieran. «Llamó al teléfono del Covid pero no le cogían, pasaron las horas y se fue con su coche al hospital porque mi madre no conduce», explica su hija Cristina, empleada del Mercadona y ahora de baja. Estuvo cuatro días ingresado en planta. « Tardaron mucho en llevarlo a la UCI y a nosotros siempre nos quedará la duda de si se podría haber salvado». Iván, su marido, asiente. «Es muy duro pasar por esto. Un día nos dijo un médico que de esa noche no pasaba y al siguiente, otro distinto que se podía recuperar».
Zurdo, que llevaba 21 años en el Subsector de Tráfico Madrid Sur, arrastraba la bonhomía a su paso. Era un hombre muy querido y las muestras de ese afecto no han parado de llegarles. «Parece que en cualquier momento va a pasar por la puerta», susurra su hija. Intentaron despedirse de él. No les dejaron. Solo les quedan sus cenizas que ni eso tienen tantas familias. «Un compañero de mi padre lo movió y gracias a él», admite Cristina. «Es inhumano todo lo que estamos viviendo».
Su marido y ella se quitan la palabra para rememorar al padre. «Su pasión era su familia, sus amigos y la Guardia Civil, por eso no quiso darse de baja». «Papá, pide la baja que con tus antecedentes y en la calle... Me contestó que él haría su trabajo hasta el final». Cuentan sus compañeros que era un hombre bueno, creyente y amante de los suyos. Ni ellos ni Mari Carmen, su mujer, encuentran consuelo.
Noticias relacionadas