La deuda estudiantil, una condena eterna en EE.UU.

Los estadounidenses deben 1,5 billones de dólares por sus estudios universitarios, un agujero que se ha colado en la batalla electoral

Protesta de estudiantes en la escuela Clinton (Massachusetts) AFP

Javier Ansorena

Muchas veces, la relación más larga y sólida que tienen los estadounidenses no es su pareja sentimental, ni el equipo de fútbol americano de sus amores. Ni siquiera la hipoteca de su casa. Es el dinero que pidieron prestado para entrar en la universidad. La deuda estudiantil es un problema que se le ha hecho bola a EE.UU: una mancha que sobrepasa los 1,5 billones de dólares y no deja de crecer y de expandirse en la sociedad (el nivel de endeudamiento se ha duplicado en las últimas dos décadas).

Si a cualquier ciudadano de 40 años de un país desarrollado le preguntan cómo va su deuda estudiantil, es probable que responda que no entiende la pregunta. En EE.UU, las respuestas son la cantidad que todavía se debe, el estrés asociado a la deuda, el ahogo económico que supone, las dificultades para formar una familia o comprar una casa que acarrea… Toda una condena que afecta a 44,7 millones de estadounidenses, uno de cada cuatro adultos, que incurren en una deuda media de más de 37.000 dólares por sus estudios universitarios.

De media, los estadounidenses tardan 19,7 años en devolver el dinero de sus estudios, a pesar de que los préstamos normalmente son de diez años. Lo que indica que muchos refinancian su deuda o piden otros préstamos para cubrirla. La apertura de la deuda estudiantil es tal que el 41% de quienes están endeudados dicen que no pueden asumir un gasto extraordinario de 400 dólares.

El asunto no es nuevo, pero ha ganado ahora visibilidad en la refriega electoral. Muchos de los candidatos demócratas a competir contra Donald Trump en las elecciones presidenciales del año que viene han comprendido que puede ser un caladero de votos. En especial, entre los «millennials» que acaban de endeudarse o que se acaban de graduar y -en plena resaca de la juerga universitaria- se dan cuenta del esfuerzo financiero que tienen por delante.

Impuesto a Wall Street

Así que se han embarcado en una suerte de subasta sobre cómo resolver el problema. Bernie Sanders , el candidato socialista, es el que ha hecho la apuesta más agresiva: cancelar la deuda de un plumazo y que la pague un impuesto «a Wall Street» . Algo similar propone Elizabeth Warren, otra importante voz izquierdista: cancelación de la deuda al 95% de los prestatarios con un gravamen al 0,1% más rico. Otros son algo menos radicales: Pete Buttigieg -a sus 37 años, todavía mantiene junto a su marido una deuda estudiantil conjunta de 130.000 dólares- eliminaría la deuda para los estudiantes de rentas bajas.

Muchos de estos candidatos apuestan también porque la universidad sea gratuita en centros públicos, algo con lo que algunos estados, como Nueva York, están experimentando. Ninguna de las soluciones, muy criticadas desde muchos sectores, atacan los problemas estructurales de la educación superior estadounidense: cuesta 30.000 dólares por alumno al año -más de 20.000 dólares en centros públicos-, el doble de la media del resto de países desarrollados. Un «impuestazo» es un remedio más simple y, sobre todo, un caramelo para muchos votantes.

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