Coronavirus
La despedida de una madre de cuatro hijos contado en una dramática carta por su enfermera
«Ahora, después de haberlos escuchado puedo morir en paz», dijo la paciente a la sanitaria que cumplió su último deseo
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Es una carta conmovedora que va dirigida al corazón y a nadie deja indiferente. La ha escrito una enfermera del Hospital San Luis Gonzaga de Orbassano (Turín), municipio de 22.500 habitantes en la región de Piamonte . Sirve para comprender la tragedia del coronavirus : el esfuerzo tremendo y generoso de los operadores sanitarios, el drama los enfermos y sus familias. Es una carta dolorosa que remueve la conciencia. Fue enviada a Ivan Marusich, alcalde de Volvera , otro municipio al lado de Orbassano. El regidor la ha publicado en Facebook para que sensibilizar a los ciudadanos sobre la tragedia del coronavirus.
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La enfermera, madre de dos hijos, de 20 y 25 años , cuenta su jornada normal, un sábado, y es protagonista de un momento devastador: Organiza una llamada entre una paciente, de 55 años, enferma de coronavirus , viuda, con patología previa por un tumor, que se está apagando en el hospital y solo la mantenía viva la esperanza de ver por última vez sus cuatro hijos , todos entre 20 y 30 años . Después, cumplido su deseo le dijo a la enfermera: «Gracias, ahora puedo morir en paz». Dos horas después falleció. Este el contenido de la carta de la enfermera que hoy publican diversos medios italianos.
Sin descanso
«Qué bello es ser llamado ángeles ... pero quién sabe si realmente lo somos. Es un sábado por la mañana de una semana de alerta Covid-19 . Finalmente un día libre después de mucho trabajo. Finalmente puedes dedicarte a la familia. Para ti, la cuarentena no existe, no hay prohibición de salir... nunca existió. Tú DEBES trabajar, eres preciosa... dicen. Pero no, no hay descanso. La llamada llega. Debes irte. Es necesario cubrir turnos. La queja es obligada, no querrías ... pero ya está hecho. Mientras te preparas, piensas que marzo no fue nada misericordioso: turnos de 12 horas, vacaciones canceladas, descanso... ¿qué son los descansos? Llegas al hospital, alguna figura en los pasillos, pero todavía hay demasiada gente moviéndose. Llegas a la sala crítica, donde se hospitalizan los pacientes positivos. Todo blindado, llamas. Te abre la colega que ha estado allí desde la noche anterior. Agotada, con la cara marcada por la máscara y los gafas, tomas el relevo y la despides. Debe descansar. Suena una campanilla. Te diriges a la habitación que ha llamado, le preguntas el motivo de la llamada, le aseguras que pronto volverás y vas a vestirte. El proceso de vestirte es largo, debes cuidar todo muy bien, n o se pueden cometer errores de negligencia .
El contacto con la paciente
Vuelves a la habitación de la paciente, la conoces... la saludas. Ella tiene un casco en la cabeza, su nombre es c-pap. Sirve para respirar mejor. Tiene pocas esperanzas y el monitor al que está conectada lo confirma. Pero la paciente está consciente, lúcida y orientada en el tiempo y el espacio ... pero, sobre todo, sabe que va a morir. Ella lo sabe, lo percibe, lo siente. Hablas con ella un poco. No ha comido desde hace días. Esta mañana pide el desayuno . Tiene diabetes no controlada y quiere dos bizcochos con mermelada. ¿Será la diabetes su peor enemigo ahora? Y dile al colega que se los traiga. Esa mirada suplicante te mata . De vez en cuando, quitas los ojos de ella para no morir por dentro. Mientras sistemas los cables de sus parámetros vitales, ella toma tu mano... 'amore, ¿eres mamá?' Si, dos chicos. 'Entonces, ¿puedes entender lo que siento?' Puedo intentarlo, pero si quieres, me lo puedes describir, te escucho. 'Tengo cuatro hijos... siempre han estado muy pegados a mi. Una relación bellísima, también porque les he hecho de madre y de padre, ya que era viuda cuando era joven. No tengo miedo de morir, solo desearía no sufrir. Pero el otro día uno de mis hijos vino a visitarme y no lo dejaron entrar. Fue forzado, no una elección. No he podido ver a mis nietos, nuera, nadie. Yo aquí, ellos en casa. No he podido decirles cuánto los amo. ..' ¡Pero llámalos por teléfono y se lo dices! «Sí, pero no es lo mismo». De acuerdo, pero te pueden escuchar, hablarte... ya es algo, mejor que nada... 'Los llamo todos los días, siento que están sufriendo porque no pueden estar conmigo hasta el final'.
La visita del médico
El médico entra ... la visita, suena el teléfono, es uno de los hijos. La paciente le dice: 'Está el médico, te lo paso'. El médico describe la situación al hijo. Está realmente en situación crítica. A la señora se le dice que pronto tendrá que intubada, y el resto parece obvio. El hijo pide poder verla para un último y breve saludo. Pero no es posible, el Covid-19 no decide sobre quién contagiar, infecta a cualquiera. El doctor sale de la habitación, la señora llora desesperadamente. Llora mientras todavía está hablando por teléfono con su hijo. La señora tiene un teléfono celular viejo, no es anciana, pero tampoco es practica con tecnología. Mientras habla, su mirada sigue fija sobre ti, como si quisiera preguntarte algo, una mirada que te ha atravesado: no solo eres una enfermera, eres mamá, eres hija ... De repente, una idea: le pides que te pase el teléfono. Luego le dices a esa voz en el otro extremo del teléfono: reuniros los cuatro pero os tenéis que proteger con mascarillas. Hacedlo lo antes posible y luego llamad a este número en una videollamada. Y le das tu número de teléfono: os haré ver a mamá. Es poca cosa, pero al menos no se interrumpirá y la podréis ver. Le dices que estarás allí durante otras diez horas y que vuelva a insistir con la llamada varias veces si no respondo de inmediato.
Videollamada
No pasa ni siquiera una hora y la colega dice que tu teléfono está sonando en el bolsillo. Tú siempre estás vestida y siempre en esa habitación, nunca saliste. Le pides –a la colega- que coja el teléfono móvil, lo ponga en una bolsa pequeña, lo desinfecte y se lo pase. Abre la videollamada. Los cuatro hijos allí ... la paciente no lo esperaba y está feliz. Y tú con ella. Hablan un buen rato, se cuentan cosas, se dicen que se quieren. Ella se fatiga… pero realmente no tiene ganas de cortar. Mejor que la decisión sea de ellos. La llamada dura aproximadamente media hora y es como si un círculo se hubiera cerrado, justo lo que debería haber sido. Ella había resistido solo a ellos, para verlos, para saludarlos. Tienes el corazón partido en mil pedazos . Piensas en ti y en tus hijos y comprendes todo… cada una de sus preocupaciones. Ella coge tu mano y te dice 'gracias, me cuidaré de ti por lo que has hecho'. Y luchas para no llorar. El paciente se apaga. Decides salir y dejar el resto a los colegas. Y tu ves que, como lo prevén las ordenanzas, la rocían con desinfectante, la envuelven en una sábana y la llevan a la morgue. Sola… solo… Sus pertenencias personales son colocadas en un triple saco negro y serán incineradas.
Otro turno de trabajo
Es domingo por la mañana. La agencia funeraria vino a recoger los restos mortales. Solo uno de los hijos estuvo presente, a la debida distancia. Da instrucciones al encargado y se marchan. Su coche gira a la derecha, los restos mortales se dirigen a la izquierda... Sola. No lo soportas, ¡eso es demasiado! Y si no has llorado hasta ahora, en este momento ya no puedes aguantar. En casa abres Facebook. Quejas en todas partes. Os han negado la libertad, el niño que no puede ir al parque… Quejas que ahora me parecen sin sentido. También porque en una cosa todavía somos afortunados: también se nos negarán cosas, también debemos hacer sacrificios, pero al menos todavía tenemos dignidad, un derecho que Covid-19 te quita, sin poder quejarnos. Aquí concluyo mi diario desde la primera línea, la humana, la del corazón. Hay otro turno de trabajo».