Cada día 4.700 niños conviven con el agresor de su madre y el mayor peligro para sus vidas, su padre
El asesinato de Jordi vuelve a poner el foco en los fallos de los tribunales que actúan como guetos estancos sin cruzar sus datos
«No voy a poder proteger a mi hija. Mi ex me la devuelve lesionada o desatendida, me muero de pena»
El fatídico cumpleaños de Jordi tras el que le asesinó su padre: «El niño ya no iba tan convencido a verlo»
Los hijos se usan como una pieza más del telar que construye un maltratador para anular a la víctima y tenerla presa a su merced. El vástago es un mero instrumento para martirizar, dicen los psicólogos expertos en violencia de género. Lo confiesan ellas también, las mujeres sometidas durante años. En el primer perfil que ha trazado la psicóloga forense Sonia Vaccaro sobre el concepto que ella misma acuñó en 2012, violencia vicaria, el agresor tiene entre 30 y 50 años, es el padre biológico del crío y la utilización del pequeño se produce en el régimen de visitas porque la mujer lo ha dejado o decidió separarse . Sonia, una mujer de 51 años que logró salir de esa tormenta, lo describe con una analogía: «Es la metáfora de las ranas cociéndose a fuego lento. Si la metes en una olla hirviendo la rana saltará, pero a fuego lento irá poco a poco cociéndose. Eso era yo. Lo peor: en esa olla también estaba mi hija ».
Le ocurrió a la madre de Jordi, hace una semana . En la localidad valenciana de Sueca, su exmarido no encontró una manera más mortífera de apuñalarla en vida que asestar una docena de cuchilladas a su hijo, el día de su decimoprimer cumpleaños. José Antonio A. C., de 47 años, confesó al juez que «si ella hubiera vuelto a mi lado esto no habría pasado». Las alarmas sonaron en este caso de manera apabullante contra el sistema judicial: el asesino tenía la custodia compartida porque en un proceso civil que dirimía el divorcio en un Juzgado de Familia así se había resuelto. «La comunicación con el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, que había dictaminado que era una mujer maltratada y ordenó el alejamiento del agresor seis meses antes, no se produjo. La desconexión entre juzgados es evidente. No se cruzaron los datos. Trabajamos con un sistema que tiene puntos ciegos, con una atención que no se ha modernizado y se hace de modo artesanal». Lo dice la magistrada Lucía Avilés , del Juzgado de lo Penal nº 2 de Mataró (Barcelona), que compara: «Hacienda se actualizó para obtener todos nuestros datos fiscales en un clic. La Administración de la Justicia, no».
La presidenta del Observatorio del Poder Judicial contra la Violencia Doméstica y de Género, Ángeles Carmona , suscribe: «Creo que este caso podría haberse evitado con herramientas informáticas que permitan cruzar de manera inmediata los datos de las mujeres víctimas en juzgados de familia, civiles y penales». Los protocolos eficaces no existen para estos casos que se dirimen en tribunales diferentes, sigue Avilés, y propone que se extienda el uso del llamado ‘protocolo cero’, que es una valoración del médico forense tanto al niño como a la madre y que hace una foto fija de la situación en la que llegan las partes la primera vez. «Porque luego muchos datos se diluyen». Se refiere esta juez a lo que también asume el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente . La mujer, dice él, teme por el bienestar de sus hijos y en el proceso va limando aspectos o se ‘conforma’ con compartir la custodia.
«No son casos aislados –espeta el forense y profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada–. Cada día unos 4.700 niños conviven o se encuentran con esos maltratadores de sus madres que los ponen en riesgo o amenazan» , según datos oficiales. Pueden conducirlos a la muerte, incluso, con tal de torturar a sus progenitoras.
Una ley que no ha aterrizado
Para evitarlo, la Ley de Protección de la Infancia de 2021 cambió un paradigma clave, explica Encarna Bodelón , profesora de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona, y fue que el juez debe suspender el régimen de visitas de manera automática de los agresores a sus hijos. «Al final, está dependiendo de cada juez. El concepto violencia vicaria tiene arraigo académico, pero ninguno judicial», dice la directora del grupo Antígonas. «No ha aterrizado en los juzgados y el magistrado suele pensar que dejar sin ver a sus hijos a un padre es una barbaridad», acorta Bodelón.
Las cifras facilitadas por Carmona demuestran que en el último trimestre de 2021 los jueces anularon esas visitas y encuentros entre maltratadores y sus hijos en un 400% más que en el mismo periodo de 2020. « Es una medida que cumple con el Pacto de Estado, que otorga mayor protección a los hijos de las víctimas y los jueces se muestran sensibles a la realidad de la violencia», añade Carmona. No obstante, es de aplicación dispar: media un mundo entre el 43% de suspensión de visitas a maltratadores registrado en Navarra al 0% en Salamanca o Álava.
« A mí el concepto violencia vicaria no me convence del todo –contrarresta, por su parte, Lorente– y es que en el caso del primer menor asesinado este 2022 por su padre, no se habla nada de violencia de género. Y es lo que es. Ponerle nombres paralelos no contribuye a la toma de conciencia social». Y defiende que quien «agrede a su madre, acaba con su autoestima, la anula o la angustia no dándole la pensión de sus hijos, no puede ejercer de buenos padres». Lorente pone otro símil: «Si soy un buen profesor de la fila primera, pero un monstruo con la última, ¿soy un buen docente?».
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