130 habitantes, 74 infectados
Valdeavellano de Tera, en Soria, es un ejemplo de que el coronavirus también puede entrar en los pueblos pequeños que esquivaron la pandemia en la primera ola: «Ha fallado la responsabilidad»
«Que el virus no entre en los pueblos». Esa era la consigna en los meses de marzo y abril, cuando la primera ola de la pandemia hizo temblar a España. En los núcleos rurales, donde la población es más mayor, tenían claras las consecuencias y se blindaron. Pero llegó el verano. El ambiente triunfal y el «hemos ganado la batalla» dejaron paso a la relajación de las medidas, especialmente las que cada uno debe tomar para evitar contagios, y ahora se dejan ver las consecuencias. El coronavirus también es capaz de entrar en los pueblos y en la localidad de Valdeavellano de Tera (Soria), lo saben bien: de 130 personas que están viviendo allí, 74 están infectadas.
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«Censados seremos unos 205, pero viviendo ahora unos 130 y de todos ellos hay 43 vecinos infectados y 31 personas en la residencia de ancianos, un trabajador y todos los residentes. Además el otro día hubo un fallecido», desglosa Amancio Martínez, el alcalde del pueblo , que tiene claro por qué sufren ahora esta situación: «Algo hemos hecho mal, ha fallado la responsabilidad. Nos creíamos que el virus iba a saltar del pueblo que está antes que este al que está después y que no iba a pasar por aquí».
«Ha fallado la responsabilidad. Nos creíamos que el virus iba a saltar del pueblo que está antes que este al que está después y que no iba a pasar por aquí»
El alcalde lamenta que ahora tengan que lidiar con esta situación, especialmente después de haber esquivado el golpe de la primera ola de la pandemia. Explica que, con los medios que tiene, intenta ayudar lo máximo posible, pero evidentemente no tiene tantas herramientas en su mano como los dirigentes de grandes ciudades o presidentes regionales. «Si la médico me ha pedido mamparas o separar espacios, yo se las he puesto, también he hecho varios bandos para pedir a los vecinos que se quedaran en casa, se está desinfectando el pueblo con ayuda de la Diputación y la Mancomunidad…», enumera Martínez, quien indica, de forma muy gráfica, que más allá de estas cosas, lo que no puede hacer es «ir detrás de todo el mundo con un látigo para que se ponga la mascarilla».
«Una cosa está clara, algo hemos hecho mal», insiste el alcalde, que no concibe cómo ha habido vecinos a los que, en las semanas y meses previos, ha tenido que llamar la atención por no ponerse la mascarilla. «En el pueblo no hace falta», rememora que le han llegado a contestar: «Nos hemos fiado y creíamos que éramos los más guapos y los más chulos y que el virus no iba a llegar».
Un riesgo mayor
Que algunos hayan relajado las medidas de seguridad ha propiciado que el miedo se instale en el pueblo. «Yo tengo 71 años y no te voy a decir que soy de los más jóvenes, porque hay chavales, pero sí soy de una de las quintas más jóvenes», ejemplifica Martínez, que agradece la colaboración y responsabilidad de los vecinos al quedarse en casa después de que se lo pidiera. En los pueblos de la España vaciada no hay tanto debate sobre si se aplica o no el estado de alarma o si se decreta el toque de queda. La gente sabe lo que se juega, se encierra y punto .
Además, cada uno arrima el hombro como puede. Por ejemplo, el supermercado envía los pedidos a domicilio y en ocasiones tiene que ser el propio alguacil quien acuda con las bolsas casa por casa. Los bares también han cerrado, la mayoría por iniciativa propia. La preocupación y la incertidumbre, igualmente, sobrevuela los negocios y casas rurales , donde continúan recibiendo reservas pero deben decir que no para preservar la salud tanto de visitantes como de vecinos.
En zonas así, la importancia del turismo es fundamental para su supervivencia, ya que la naturaleza representa un importante reclamo para muchos, más en estos momentos. «En el verano, si habitualmente había 300 personas por aquí, este año ha habido 500. Y los fines de semana y los puentes esto estaba lleno también », subraya el alcalde, que vuelve a recordar que todo esto pasa a un segundo plano si no se respetan las medidas de seguridad y se propagan brotes como el que ahora padecen.
«Si te vas a tomar algo a un bar, quítate la mascarilla cuando estés bebiendo, pero póntela después. Si no somos responsables para llevar cada uno la marcha que tenemos que llevar, lo más lógico es que haya contagios e incluso se puedan pasar a otros pueblos», pronostica el alcalde de este municipio soriano, cuya situación puede servir como aviso para navegantes en otros puntos de la geografía nacional. No hay que bajar la guardia , ni en la ciudad más grande, ni en el pueblo más pequeño de España. "Si entra el virus, adiós Madrid", advierte el alcalde.