La felicidad tras el drama
Padecer cáncer de mama antes de los 40 años es algo muy fuera de lo habitual. De hecho, los datos hablan de un caso entre cada 241 mujeres.
Hacerlo, además, cuando se está esperando un niño es todavía más extraño. Tan raro, que no existen estadísticas fiables, aunque algunas hablan de 2,3 casos por cada 100.000 embarazos.
Adriana Juez no había oído hablar de estas cifras en su vida, aunque sí conocía de cerca el cáncer de mama. Su madre había fallecido por esta enfermedad. Su tía materna, la había superado. Así que no pudo evitar pensar en ella cuando, a finales de octubre de 2011, y con solo 37 años, se notó un bulto en el pecho.
Su ginecólogo, el que le había ayudado a traer al mundo a sus tres hijos, se lo observó. «Tiene forma de fibroadenoma [un tumor benigno] pero, dados tus antecedentes, podríamos analizarlo», le recomendó. Y Adriana le hubiera hecho caso. Pero a veces, igual que las estadísticas dan sorpresas, también las circunstancias se empeñan en complicar lo sencillo.
La circunstancia que complicó la vida a Adriana se llama periodo de carencia y es ese intervalo que transcurre desde que alguien se afilia a un seguro privado hasta que puede llevar a cabo determinadas intervenciones. Entre ellas, extirpar un bulto con aspecto de benigno.
Y llegó el embarazo
No fue lo único extraño que le pasó a Adriana antes del fin de 2011. En diciembre, mientras el bulto seguía creciendo, su método anticonceptivo falló, sin ella saberlo. Empezaron dos meses de ausencia del periodo, que ella atribuyó a desajustes en la regla.
El año que empezaba no dio tregua al bulto en su pecho, que se empeñaba en seguir creciendo. Y el famoso periodo de carencia acabo, por lo que volvió a su médico en febrero.
La punción del bulto ofrecería resultados a los pocos días pero antes, una noticia inesperada: sin saberlo, Adriana estaba embarazada de 11 semanas. «Me gustan los niños, me alegré», recuerda. La alegría como tal no duró mucho. El bulto no solo era maligno, también muy grande. Tanto, que se sospechaba que la enfermedad estaba en una fase muy avanzada.
Era mejor que Adriana se tratara en un gran hospital público, en concreto en el Vall d’Hebron, cuyo Centro de Cáncer de Mama había puesto en marcha en 2006 un protocolo para tratar a las pocas mujeres embarazadas con esta enfermedad.
Protocolo para embarazadas
Hasta 1999 nadie tenía muy claro qué hacer con este tipo de enfermas. Eran esos casos incómodos que llegan a las consultas de los oncólogos sin que estos supieran muy bien qué aconsejarlas. De ahí vienen los mitos en torno al cáncer de mama en gestantes, como reconoce José Manuel Aramendía el especialista en Oncología Médica de la Clínica Universidad de Navarra (CUN).
«No hay una casuística alta y existe poca experiencia clínica al respecto; es lo que ha podido hacer que, en el imaginario popular, se hable del aborto como una herramienta terapéutica para el cáncer en embarazadas », reflexiona el médico.
«Tuvo que llegar esta serie de casos para que el tratamiento se protocolizara; hasta entonces, y por miedo a dañar al feto, las mujeres embarazadas se excluían de cualquier ensayo clínico», recuerda la oncóloga Cristina Saura, la médico que salvó la vida a Adriana en la unidad multidisciplinar del Vall d’Hebron.
Cuenta la doctora que a todas las pacientes que aterrizan en su unidad se les plantea la posibilidad de finalizar la gestación y se les ayuda con el procedimiento si optan por él. «El aborto es una opción personal y está claro que, si se sigue con el embarazo, hay que asumir ciertos riesgos», comenta la oncóloga.
Pero Adriana decidió seguir adelante, aunque no pudo respirar tranquila hasta al menos un mes después de dar a luz a Valentina, que ahora tiene seis meses y medio y sonríe ajena a todo lo que su madre vivió mientras se formaba.
Detección
Porque, por mucho que el embarazo en sí no condicione el pronóstico de la enfermedad, sí supone un retraso en el diagnóstico, ya que la mujer atribuye cualquier cambio fisiológico al embarazo y no sospecha que se pueda tratar de un cáncer.
«La realidad es que el 80% de esos bultos son benignos, pero ¿qué pasa con el 20% restante?», reflexiona Saura.
Aramendia habla en la misma línea y cree que habría que hacer un esfuerzo por detectar los tumores de mama en gestantes en una fase más precoz. Ambos creen que habría que estudiar cualquier bulto que aparece en la mama de una mujer embarazada, tal y como se hace en el de una que no está esperando un hijo.
La quimioterapia en el embarazo es segura, pero no en cualquier momento. Para evitar daños al feto, se ha de esperar al segundo o tercer trimestre.
«Lo más importante es que hay que hacer una analítica de la madre y una ecografía del bebé antes de cada sesión de tratamiento», explica Saura.
Todo un circuito que hace recomendable atenderse en una unidad multidisciplinar, como la de la CUN o el hospital catalán, que cuente con ginecólogos, oncólogos, cirujanos y pediatras.