Es uno de los cánceres más esquivos y difíciles de tratar. De hecho, el 99% de los enfermos de cáncer de páncreas fallece, la mayoría en el primer año tras el diagnóstico, según las cifras que maneja el Instituto de Cáncer de Estados Unidos. ¿La razón? Explica Julie Fleshman, presidenta y directora ejecutiva de la Pancreatic Cancer Action Network, "se trata de un órgano bastante escondido, ubicado entre la colmna vertebral y el estómago, cuyo acceso es complicado". Para colmo, la evolución de tumores -los hay de dos tipos: adenocarcinomas, que son el 90% de los casos, y neuroendocrinos- en él apenas presenta síntomas, así que cuando médicos y pacientes se ponen en marcha suele ser tarde.
La cita anual que la American Society Clinical Oncology (ASCO) organiza en Chicago ha vuelto a confirmar que la lucha contra este tipo de cáncer es uno de los grandes retos pendientes. Las cifras están ahí: solo un 6% de los pacientes tratados logra sobrevivir más allá de los cinco años. Además, entre el 85% y el 90% de los tumores son inoperables. En Estados Unidos y en la Unión Europea, el cáncer de páncreas es la cuarta causa de muerte por cáncer y, a juzgar por los cálculos que han hecho los científicos, los números seguirán creciendo. En este sentido la ausencia de terapias efectivas es el otro gran escollo a superar para dar respuesta al problema.
Los especialistas, sin embargo, no bajan la guardia. El pasado fin de semana ASCO sirvió de escenario para presentar un estudio basado en nab-placlitaxel, de laboratorios Celgene, un medicamento que ha demostrado una mejoría en pacientes que se encontraban ya en estadios de metástasis. Bajo el título de Mpact, el informe señala que su uso combinado con gemcitabine eleva la supervivencia hasta en ocho meses. Además, la efectividad del tratamiento comienza a verse a las ocho semanas. El estudio se encuentra en fase III, lo que implica que el fármaco podría estar listo en unos pocos años para los pacientes, tras la aprobación de la EMEA y la FDA.