En las cremas
Actualmente existen en el mercado de la cosmética varias cremas cuyo principal ingrediente es el veneno de serpiente. Pero, ¿qué hay de cierto en este reclamo y qué veneno hace este ‘milagro’? Pues bien, la toxina a la que se refieren se extrae de la víbora del Templo de Malasia, Tropidolaemus wagleri, de la isla de Penang. Aunque hay muchas de las cremas que en realidad no llevan dicho componente sino «un polipéptido análogo al que contiene el veneno de este ofidio», afirma Calvete.Cada cierto tiempo se publica que las estrellas de Hollywood usan cremas a base de veneno de serpiente o, como dicta la última moda, se tratan con toxina de abeja, una suerte de bótox orgánico al que son adictas Gwyneth Paltrow o Victoria Beckham.
Pero más allá de la cosmética, los investigadores trabajan analizando los componentes más ‘peligrosos’ de infinidad de venenos para su uso terapéutico. No es una novedad, al menos si nos remontamos a los inicios de la toxicología moderna.
Fue entonces cuando el médico y naturalista Francesco Redi (1626- 1697) describió innumerables experimentos sobre los efectos de los venenos de serpiente. «Asimismo, Charles Lucien Jules Laurent Bonaparte (1803-1857), ornitólogo e hijo del hermano menor de Napoleón, fue el primero en describir la naturaleza proteica de las toxinas de estos venenos en 1843», señala Juan José Calvete, jefe del Laboratorio de Venómica y Proteinómica Estructural del Instituto de Biomedicina de Valencia, CSIC.
Sin embargo, el valor medicinal de los venenos ya se conocía en la antigüedad. La apiterapia (el uso medicinal de los productos de las abejas, incluyendo su veneno) era de uso común entre los antiguos egipcios, y hay también referencias en la historia de Europa y Asia. Está documentado que Carlomagno e Iván ‘el Terrible’ utilizaban el veneno de abejas para tratar dolencias de las articulaciones.
Coagulante de serpiente
Cuentan las crónicas que Mitrídates VI ‘El Grande’, rey de Pontus y Armenia Menor desde alrededor de 120 a 63 DC, sufrió una grave herida de espada. La gran pérdida de sangre amenazaba con acabar con su vida, pero sus chamanes Scintios lograron cortar la hemorragia administrando veneno de serpiente y el rey se recuperó.
«Este es posiblemente el primer reporte de la utilización del veneno coagulante de la Vipera ursini para parar una hemorragia, un descubrimiento que se adelantó en más de 1.500 años a la toxicología moderna », afirma el experto del CSIC.
En cualquier hábitat donde hay competencia por los recursos naturales hay organismos que utilizan venenos para sobrevivir. Existen organismos venenosos en todas las formas de vida y sus toxinas han sido moldeadas por la evolución para antagonizar selectiva y potentemente a receptores vitales para la vida de la presa.
De hecho, «muchas de las dianas de estas toxinas son receptores cuyo funcionamiento está estrictamente regulado en el estado fisiológico normal de un organismo y alterado en determinadas patologías. La administración de toxina en concentraciones controladas puede contrarrestar esa actividad patológica, llevando a esos receptores a su nivel normal de funcionamiento », explica Juan José Calvete.
Contra el Párkinson
El experto, dedicado desde su laboratorio al estudio de los venenos con el objetivo de desarrollar nuevos antídotos, no duda en destacar el «extraordinario» potencial médico de los venenos. «Las toxinas identificadas como candidatas a nuevos medicamentos solo representan la punta del iceberg. Hay investigaciones en marcha cuyo objetivo es desarrollar toxinas para combatir diversos tipos de cáncer, o que ejerzan un efecto protector frente al mal de Alzheimer y el Párkinson», afirma.
Sobre un posible tratamiento para estas dos enfermedades se lleva a cabo una investigación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde estudian el veneno de caracoles marinos del género Conus para aprovechar sus efectos en futuros medicamentos contra el dolor crónico y muscular, a la par que analizan su posible uso contra las dos patologías mencionadas.