narcotráfico
Recorrido y viraje del narco en Cádiz: del matutero a Antón, los clanes de La Línea o el asalto marroquí al río
NARCOTRÁFICO
Las grandes organizaciones que ahora cuelan hachís o cocaína por el Guadalquivir tienen su origen en las antiguas collas que fueron durante años creciendo y envalentonándose
La Fiscalía Antidroga de Cádiz avisa: «La penetración del narco en la estructura del Estado no es una utopía lejana»
«Se puede pillar una narcolancha, si se pilla, pero están pasando diez», retrato de «la realidad» desde la autopista de la droga en el Guadalquivir
La última vez que la Guardia Civil pilló a Antonio Vázquez Gutiérrez, alias 'Antón', intentando pasar hachís de Marruecos a Cádiz los mismos agentes se sorprendieron de ver su propia decadencia. La leyenda de este marinero barbateño (con 'cartilla') conocido por su fanfarronería y por haber sido uno de los traficantes más activos de la Janda había acabado; justo en el momento en el que, vestido con un chándal al uso y cabizbajo, se le engrilletaba en esa circunstancia: su historia como 'gran mito' del narco quedaba antigua, caduca. Lo cogieron hace diez años en Conil, en 2015, en una pequeña zodiac de goma y con su hijo -entonces menor- como único tripulante. Llevaban 240 kilos. Unos diez paquetes a lo sumo. Nada que ver con las tres o cuatro toneladas que era capaz de colar en su 'época dorada' de los 90. «En una noche podía hacer tres alijos fácilmente».
Pero el negocio del costo había cambiado ya. O iba por otro lado y parece que Antón, entre sus años en prisión y su 'cameo' televisivo -llegó a dar una entrevista fugado-, se había quedado atrás. El descaro que había tenido tiempo antes cuando paseaba a un cachorro de león por Barbate «como si fuera un yorkshire» y se movía entre cochazos, fiestas, oros, comilonas o se hacía un chalet con todos los lujos en Zahora... iba menguando según se desviaban hacia otras maneras los caminos del tráfico de drogas. Y eso que a Antón le venía de cuna. De otra generación anterior que también experimentó los inicios del narcotráfico de la provincia y que dejaron la primera piedra para los que vinieron detrás y se fueron envalentonando.
Porque aunque el del Antón fue el primer clan local más conocido, esta realidad había comenzado mucho antes. A principios del siglo XX cuando matuteras y matuteros cogían los barcos de vapor entre Algeciras y Gibraltar o cuando más tarde se saltaba la Verja por La Línea para colar el tabaco de la colonia inglesa. De muchas formas. Cargando a perros y echándolos a correr o metiéndoselo en zurrones, en maletas, entre la ropa... todo con pasar lo que no se podía de uno a otro lado. Y ya más cercano a nuestro tiempo, con lanchas, las llamadas 'gomitas', que fueron también el antecedente de la potente narcolancha.
Esa práctica fue creando un caldo de cultivo y una 'especialización' que fue queriendo cada vez más. Así hasta llegar a gente como estos de Barbate o como tantos otros jóvenes apartados de la pesca que vieron en esta opción su forma de vida, y, sobre todo, de ganar un dinero que entonces ya era importante. Por un pase, por un viaje, unos dos o tres millones de pesetas. Por ser piloto de una 'goma', el triple. Y así según el papel que tuvieras.
De esta forma se fueron fraguando las diferentes organizaciones dedicadas a este negocio de lo ilícito. Familias enteras -o más tarde grupos organizados- que miraban hacia la otra orilla pensando en cómo hacerlo y con quien había que contactar. El tráfico de hachís, el porro, el canuto, se normalizó ya entonces. Se olvidó lo que había supuesto la heroína y otras drogas en otros lugares y se entendió como la «única» vía que quedaba después de una maltratada pesca española en acuerdos internacionales a favor de los caladeros marroquís.
Del barquito a la 'gomita' y la narcolancha
Y empezaron a vivir su propia revolución, modernización. De los primeros barquitos para meter los fardos entre las capturas de pescado, a las zódiacs del tabaco y posteriormente a algo más veloz, las Phantom, primero, y después las semirrígidas de fibra. Las llamadas 'gomas', las narcolanchas, que han ido evolucionando hasta hoy y cuyo uso se prohibió en 2018 después de que en plena batalla radical del Estrecho una de ellas arrollara a un niño y acabara terriblemente con su vida.
De este modo, en esta contienda, iban naciendo más clanes. Gente que o se había criado en ese mundo o lo había visto y le había tentado lo suficiente como para jugarse su libertad cada dos por tres. Crecían y al otro lado, también. Los 'dueños' de la droga contactaban con aquellos que les garantizaran una mayor y mejor salida a su mercancía y así les cobraban y pagaban. Cuantos más paquetes más beneficios. Y para ello se necesitaba a pilotos expertos que dominaran las feroces aguas del Estrecho. Como los antiguos patrones del Peñón y los que aprendieron de ellos.
Las cargas iban a más y el 'chocolate' ya pasaba por toneladas. Así, llegaban figuras como Abdellah El Haj Sadek El Menbri, más conocido como el Messi del Hachís, quien llegó a un punto dominando las 'gomas' en el Campo de Gibraltar que ya le daba igual que en sus partidas pusieran en los fardos su nombre y el número 10, en alusión a su apodo futbolístico. Y tras él, los conocidos Antonio y Francisco Tejón, los Castaña, el clan de los Futbolistas, el del Pantoja, Kiko el Fuerte, el Potito... cuyas redes protagonizaron todos aquellos episodios donde las embestidas, los tiroteos en las zonas de alijo y guarderías y también las persecuciones y fugas se volvieron casi una constante con una enorme alarma social. Ello unido a una rivalidad con las organizaciones marroquíes que iban 'colonizando' también ese lado de la costa.
La presión policial se quiso imponer para volver a un cierto control y poco a poco se fue logrando o al menos en el Campo de Gibraltar. Porque por otro lado la historia continuaba. Ya lo hacía Iván Odero, alias 'El Niño' por la desembocadura del Guadalquivir hasta nada menos que Isla Mayor, o los encargos que llegaban hasta el Cagalera, el Tomate, El Galopa, o la reina del trapicheo, La Pinilla, en Sanlúcar. «Esto es como un globo, aprietas por un lado, el aire se va para otro», nos decía hace años un policía y sigue pasando.
Y así continúa el panorama aunque con algunos virajes en los modos de operar y que vienen marcados por el ritmo que imponen quienes viven de este delito. Las antiguas collas del tabaco ahora son organizaciones criminales con conexiones en países productores que llegan a enviar hasta los puntos de alijo y descarga a su 'gente'. Eso ha provocado una guerra entre estos grupos que llegan a robarse entre ellos -vuelcos-, como también todo un aparato logístico que les trabaja para que no sean interceptados. De ahí los 'petaqueros', que les suministran gasolina o todo lo que les haga falta en cualquier punto del litoral de Cádiz. Esteros, ríos, puertos, hasta mar abierto si es necesario.
Y acompañados de armas cada vez más. Blanqueo, sociedades pantallas... y una violencia que ahora llega al límite, hasta la muerte... como la de los dos agentes en Barbate. Una historia que ha ido cambiando de manos o de protagonistas pero que sin embargo permanece viva, por muchas circunstancias, a pesar de todos los esfuerzos que hacen los que siempre intentan a diario frenarles.
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