REPORTAJE
Cuando la cocaína del narco llega a las casas, hablan dos ex adictos gaditanos: «Me dejaban las papelas debajo de la maceta, ya era VIP»
Paco y Sonia relatan sin tapujos cómo llegaron a ser 'esclavos' de los gramos y la pesadilla que atravesaron durante años hasta que pidieron ayuda
«Ahora se está normalizando el consumo de todas las drogas y eso es terrible», advierten. «Yo también lo hacía para evadirme pero en realidad me estaba matando, estoy viva de milagro»

Paco, 41 años, de Conil. Sonia, 45 años, de Chiclana. Son reales. No es una historia inventada. Es la suya. La de dos ex cocainómanos que durante años se vieron doblegados por ellos mismos y su propia adicción. Comprender lo que han pasado y todavía viven es complejo. Entender lo que supone anularse por completo y que tu vida esté en manos de algo que tú mismo has priorizado -por la razón que sea- sobre lo demás, sobre tu propio trabajo, tu familia, amigos, sobre ti mismo, es casi inabarcable. Pero se asimila mejor o al menos llegas a una aproximación cuando quien lo explica lo hace sin rodeos, mirándote a la cara con la sinceridad propia de una confesión absoluta, con la autocrítica asumida en ese proceso, sin excusas, sin tapujos.
Sus testimonios son tan personales, tan crudos que estremecen, pero lo quieren dar. Ellos ya tienen el alta terapéutica de Proyecto Hombre, la asociación a la que acudieron pidiendo «ayuda» y que les ha «salvado». Ahora, contar lo que les ha supuesto estos 'años exterminados' de sus vidas es casi como sacarse una espina, exponer la verdad más rotunda, para que otros no caigan, que no les pase igual.
Y lo hacen en esta provincia, Cádiz, en la que la lucha contra el tráfico de drogas es diaria, radical, permanente. Por donde pasan -se queden o no- cientos de toneladas de sustancias estupefacientes- y, donde, precisamente, el 'polvo blanco' va cogiendo también fuerza como nunca en las narcolanchas que merodean toda su costa. Paco y Sonia saben de sobra cuáles son las causas, las formas y las consecuencias de caer en ese pozo, de meterse aquello con lo que esos otros no dejan de ganar dinero y que les hizo (o pudo ya) hacer tanto daño.
De fin de semana al gramo diario
Lo de Paco comenzó como pueden empezar muchas de estas historias. Nada de familia desestructurada, ni marginalidad, ni mundos extraños. Empezó cuando tenía 17 años en el cumpleaños de un amigo. «Fue la tontería de decir 'vamos a comprar un gramo'». Ese fue el inicio del tan conocido consumo 'esporádico' de fin de semana. Hasta que empezó a ser cada vez más frecuente. «Me fui a estudiar a Sevilla y los estudios empezaban a superarme». También la situación con sus padres se complicó. «No estaba bien con nadie. Iban a comprar papelas y yo por detrás compraba más. Se convirtió en una forma de evadirme, de huir de mis problemas. Llegó un punto que ya ni quería salir, me quedaba en casa con mi gramo», recuerda.
«No quería ver que era un enfermo, no quería ver la realidad, sólo buscaba evadirme»
Entonces las malas compañías llegaron o él mismo las buscó por lo que las buscó. «Empiezas a quedar con gente que no debes y ya te es más fácil encontrarla. Ya te dejan hasta a fiar. Te conviertes en un cliente VIP. Mis amigos de verdad intentaban frenarme pero no les hacía caso, yo no quería ver que era un enfermo, no quería ver la realidad».
Así hasta que su madre se enteró al pillarle una papelina y fueron a Proyecto Hombre. Tenía entonces 27 años. Sin embargo y como confiesa sin preguntas, aquella vez no le sirvió. Al poco de recibir el alta ya estaba otra vez liado. «No estaba convencido, no hice bien la terapia porque en realidad no había salido de esos agobios que me mantenían ahí». Pero tras otro tiempo en el 'bucle' conoció a su pareja y se casó. Ella no sabía toda la verdad. «A los tres meses se descubrió todo otra vez y volví a terapia. Entonces sí que era ese momento y sí que lo conseguí».
«Me aislé de todo»
Como también lo logró Sonia. Y eso que no lo tuvo fácil por el camino que tomó. «Mi primer contacto con la droga fue con el padre de mi hijo, él traficaba. Yo no tenía nada que ver con eso, le tenía terror, era una niña bien, pero... -resopla- recuerdo que me decía 'guárdate esto que a ti no te van a cachear». Tenía unos 19 años y empezó con los porros. Hasta que la cosa se fue poniendo cada vez más complicada, con malos tratos además. «Me dejaba encerrada en un cuarto y me daba cocaína, me la daba para callarme. Me aislé de todo. Me quedé embarazada y al poco vinieron a por él por delitos pendientes y lo detuvieron».
Pasado ese tiempo y con esta persona ya fuera de su vida, la droga desapareció también. Pero también volvió. Sonia empezó a sufrir algunas enfermedades como fibromialgia. Casada de nuevo y con una vida ya algo más estable, ella sentía que todo era «como de mentira». «Empecé otra vez. Consumía a escondidas en mi casa. Primero unos dos gramos y luego había días que hasta ocho... no dormía... no sé cómo sigo viva. Me quise quitar de en medio varias veces». Sin embargo y aunque era muy consciente de su decadencia no conseguía ganar a la 'bestia': «Entras en un bucle, crees que puedes con ella cuando es ella la que puede contigo. Además es muy difícil para una mujer decir que eres madre y consumes... de verdad... engañas, mientes mucho, haces de todo».
Hasta que llegó ese momento. Cuando en una de estas su hermana levantó el colchón de su cama y tenía ahí tiradas hasta cien bolsas de papelas vacías... como una especie de retrato del estercolero en el que había convertido su propia existencia. Una pelea con su padre y el verse destruida y sola le llevó a su nuevo despegue. «Llamé y dije: 'Necesito ayuda, papá'. Me había acostumbrado a ser una víctima, a manipular y en Proyecto Hombre me hablaron claro. Carlos, nuestro terapeuta, un ángel, todos... te dicen lo que hay, no lo que tú quieres escuchar». «Y te dan las herramientas, pero lo hacen con las más estricta realidad y a ti, no sobre lo que les ocurre a los demás, sino a ti, cada caso», remarca Paco.
«Con 20 años le compras al típico tonto de la discoteca, pero cuanto más consumes, ya vas conociendo a otros»
- Y oye, ¿os era fácil encontrar la droga?, se pregunta tras conocerles algo más. «Por supuesto. Y ahora creo que es mucho más fácil. Con unos 20 años compras al típico tonto de la discoteca pero cuanto más consumes ya vas conociendo a otra gente y ya... te la llevan hasta a tu casa. Yo le decía cuánto quería, le dejaba el dinero debajo de una maceta, él me dejaba ahí el gramo o los gramos que le pidiera y listo. Servicio a domicilio».
Ellos ya están fuera aunque son muy conscientes de que pueden volver a caer y más habiendo sido ya adictos. Ese es un riesgo que está muy presente. «Esto es de por vida», coinciden. Y además, el panorama no pinta bien. «Veo mucha impunidad y también creo que se ha normalizado muchísimo el consumo y eso es terrible. Se le ha perdido el miedo y el respeto y todo está muy al alcance», sentencia Paco... y añade: «Pero una cosa también te digo, si no hubiera demanda no habría tanta oferta...algo no está yendo bien y creo que tiene que ver con la educación... no se enseña a afrontar los problemas, a soportar las frustraciones, los miedos, al menos, eso fue lo que me ocurrió a mí».
Ahora, de alta pero prevenidos, estos dos gaditanos continúan con sus vidas, las mismas que estuvieron durante algunos años paradas, apartadas, sin ganas de nada. Sin embargo ellos han ganado esa batalla y, ahora, no paran de sonreír y de bromear. Están tranquilos. Los dos han recuperado a amigos, tienen amor, son dueños de negocios que levantan con su trabajo a diario, pero sobre todo, ahora son capaces de entenderse, controlarse y luchar por ellos mismos.
«Puedo decir que he vuelto a nacer. Lo tengo claro».
Sede social: Calle Prolongación Pizarro, 24 (Jerez de la Frontera)
956 183 274