Tsunami en Cádiz
¿Y si hubiera sido un minitsunami de verdad?
Gregorio gómez pina. Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Si ocurriera ahora... ¿Sabría la gente lo que tendría que hacer?, ¿qué rutas coger?, ¿dónde refugiarse? ¿Están las playas señalizadas para ello?
Así quedaría Cádiz si llegara un tsunami ahora: dos simulaciones muy realistas en 3D
Como todos los años, acudo fiel al recuerdo del maremoto del 1 de noviembre de 1755 escribiendo en este periódico. Son ya diecisiete los artículos que he publicado, abordando este asunto desde diversos puntos de vista e intentando ser lo más pedagógico posible, algo que me gustaría pensar que he conseguido, a pesar de que la materia reúne toda la complejidad que un profesor quisiera darle.
Para los más interesados, aprovecho para invitarles a que asistan, de forma online o presencial en el Ayuntamiento de Chipiona, a las 'I Jornadas sobre la Gestión de Tsunamis en el Golfo de Cádiz', organizada por la Asociación Técnica de Puertos y Costas y dicho Ayuntamiento, el próximo 18 de noviembre.
Cada año intento poner un título sugerente, para que no caiga en el olvido lo que sucedió el día de 'Tosantos' de 1755 y, sobre todo, recordarles que podría volver a repetirse. ¿Cuándo? ¿Con qué certeza? De esto último les diré que, en temas científicos, la certeza no existe, y que los que nos dedicamos a las ciencias de todo tipo (economía incluida), hablamos en términos de probabilidades.
Por tanto, no puedo responderles, pero sí advertirles de que si alguien (con conocimientos estadísticos) les dijera que el «periodo de retorno» podría ser de 1.000 años, no vayan a quedarse tranquilos pensando lo siguiente: «¡Uf, ¡qué bien!, como sucedió hace 267 años, quedan todavía 733 años para que vuelva a suceder». Haciéndolo simple, que tampoco lo es, lo que querría decir es que durante esos 1.000 años, existiría una probabilidad de que sucediese de 1/1.000, todos los años, del primero al último. A mí eso no me dejaría tranquilo, pues es superior a que te toque una quiniela, ¡y las quinielas tocan!
Este año, el titular de mi artículo tiene que ver con algo que sucedió en pleno verano, en El Puerto de Santa María, el sábado 13 de agosto, cuando las playas estaban precisamente más llenas de visitantes, por el puente de La Asunción. Casi seguro que recordarán que las redes sociales y los medios digitales de comunicación daban la noticia, incluido un telediario de las tres de la tarde, de un fenómeno— al que llamaron «minitsunami»—, ocurrido en la conocida playa de Valdelagrana
Fue tal la cantidad de mensajes y vídeos que recibí de mis amigos preguntándome sobre lo sucedido, que decidí escribir un primer artículo, el domingo 28 de agosto, al que titulé «No lo llamen «minitsunami»», en el que les pedía que, por favor, no utilizaran más esa palabra, tan repetida en los medios de comunicación y las redes sociales, pues sólo añadía confusión a lo sucedido.
Les explicaba que, para que hubiera habido un tsunami en el Golfo de Cádiz, antes tenía que haber ocurrido un terremoto submarino, de una magnitud superior a los 6,5 grados en la escala de Richter, que disparara las alarmas en el organismo nacional encargado de su aviso, siendo dicho organismo el Instituto Geográfico Nacional (IGN).
El mismo cuenta con un complejo protocolo técnico, que analiza los epicentros del terremoto, tiempos de llegada de la primera ola y la altura máxima de ola, entre otros parámetros. También les contaba que en el Pacífico, en donde las distancias de propagación de esas olas son muy grandes, en muchas ocasiones, afortunadamente, se desactivan esas alarmas y lo que finalmente llega son olas «extrañas», debilitadas, sin peligro. A esas olas, si quieren, sí les podrían llamar «minitsunamis». Pero en el caso de Valdelagrana, no hubo ningún aviso por parte del IGN. Es decir, aquello no fue ni por asomo un tsunami.
¿Qué sucedió entonces en la playa de Valdelagrana? Pues ese fue mi segundo artículo, en el que supuse, a falta de datos oceanográficos, que fue la combinación de un alto coeficiente de marea en una playa de diferente morfología, y la existencia de un «meteosunami» (¡que no «minitsunami»!). Esto último —les explicaba— fue producido por unas «ondas largas» (que no se distinguen) originadas por variaciones bruscas de la presión atmosférica, como las conocidas «rissagas» de Menorca, y que también causaron confusión y alarma en el Puerto de Conil el 6 de julio de 2019, hecho que me entretuvo ese verano, aclarando que eso tampoco era un tsunami.
Explicado todo esto que sucedió este verano, con mayor o menor acierto, el asunto que quiero destacar hoy, que se cumplen 267 años del maremoto de Cádiz, es el siguiente: ¿Qué hubiera pasado si el 13 de agosto el IGN hubiera lanzado una alarma de que potencialmente existía el peligro de la llegada de un tsunami? ¿Sabría la gente lo que tendría que hacer?, ¿qué rutas coger?, ¿dónde refugiarse? ¿Están las playas señalizadas para ello?, ¿están instruidos los ayuntamientos, los servicios de playas, la policía local, etc., del protocolo a seguir? ¿Se organizarían «quedadas» de descerebrados en las redes sociales para sacar con los móviles los mejores vídeos, cuando llegaran las primeras olas?
Por favor, dejémonos de «calentar» las redes sociales y los medios de comunicación con que si fue un «minitsunami», un «meteosunami», unas resacas, o las mareas en la Playa de Valdelagrana, y exijamos que se desarrollen con la máxima rapidez, y de forma coordinada, los planes nacionales, autonómicos y locales sobre prevención y alerta de los maremotos en las costas españolas. De momento, el municipio costero de Chipiona, con el proyecto «TsunamiReady», auspiciado por la UNESCO, es el único que está en fase de preparación y va, con mucha diferencia, por delante del resto.
Ojalá que, para el próximo aniversario del maremoto de Cádiz, sepamos cómo actuar, bajo el lema «Prevenir, para no lamentar». Ya lo decía Séneca: «Cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto».