Opinión
No lo llamen 'mini-tsunami' a lo que sucedió en Valdelagrana, por favor
«–¡Cuéntanos!, ¿qué ha pasado?, ¿dónde estabas?– fueron las primeras preguntas de mi familia y amigos cartageneros, que me llamaban o enviaban whatsapps, alarmados»
Estamos en pleno verano, con una altísima ocupación de visitantes en nuestra costa gaditana y con nuestras bonitas playas repletas de gente. El final de esta primera quincena del verano se despidió con unas grandes mareas, que permitían la primera serie de las Carreras de Caballos de Sanlúcar (del 9 al 11 de agosto), un clásico al que no falto, y un inesperado susto…: ¡la llegada de un «minitsunami» a la playa de Valdelagrana, en El Puerto! (sólo a esta playa), que se propagó de forma viral por las redes sociales, y hasta por los mismísimos telediarios de las tres de la tarde.
–¡Cuéntanos!, ¿qué ha pasado?, ¿dónde estabas?– fueron las primeras preguntas de mi familia y amigos cartageneros, que me llamaban o enviaban whatsapps, alarmados, porque vivo en El Puerto y también porque saben de mi afición a la natación y a las travesías en el mar.
–¡Pues no tengo ni idea! Yo he estado en la playa nadando, como siempre, y nos acabamos de subir de allí, pues se ha levantado mucho viento y calor–, fue mi primera respuesta, deseoso de que me explicasen algo, pues no estaba al tanto de nada.
En pocos minutos, tenía mi móvil colapsado de mensajes y vídeos sobre este asunto. Tengo muchos amigos y exalumnos, a los que siempre les he dicho que no soy un experto en tsunamis (desde un punto de vista matemático), sino un divulgador de ese raro fenómeno (ahora ya no tan extraño) que ha publicado un total de quince artículos en prensa, el primero en el 2005 y el último el 1 de noviembre de 2021.
También formé parte del programa europeo Transfer (2006-2009), como 'usuario final' (Demarcación de Costas de Andalucía Atlántico), para la ciudad de Cádiz y al que, por cierto, no le prestaron mucha atención los políticos de aquella época. Asimismo, participé, como funcionario del entonces Ministerio de Medio Ambiente, en la elaboración del 'Proyecto de Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos' en el 2015. En mayo de 2021, ya jubilado, fui invitado a la presentación en Cádiz del 'Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos', en el que se desarrollaba el Sistema Nacional de Alerta por Maremotos (Sinam) y en donde se establecía que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) era el responsable de emitir el mensaje de alerta. Actualmente, colaboro desinteresadamente, y con mucha ilusión, en el Proyecto 'TsunamiReady', otorgado por la Unesco al Municipio costero de Chipiona, un programa piloto, el único en España, para aprender cómo prepararnos localmente ante la llegada de un maremoto.
Pese a esta larga relación que sigo teniendo con la difusión de la peligrosidad de maremotos, desde que sucedió el del Índico, el 25 de diciembre de 2004, les diré que me sorprende enormemente la denominación, ya extendida, de la palabra 'minitsunami', tan utilizada en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Debo recordarles que los tsunamis se producen, generalmente, tras un terremoto submarino, y que los correspondientes centros de alerta mundiales suelen emitir sus primeras alarmas cuando el terremoto submarino es igual a superior a 6 grados en la escala de Richter, tras analizar, con un complejo protocolo técnico, los epicentros del terremoto, tiempos de llegada de la primera ola y la altura máxima de ola, entre otros parámetros. Es muy normal que, en el Pacífico, tras detectarse un terremoto de esas características, se monte todo un plan de evacuación para, al final, quedar desactivado, al saberse por los modelos matemáticos y comprobaciones en los mareógrafos de los puertos y sensores de presión en el fondo marino, que la energía con la que van a llegar las olas es pequeña.
Así en 2010, con motivo del terremoto de Chile (8,8 grados), se realizó una evacuación vertical en los hoteles de Waikiki, en donde los turistas observaron cómo llegaban olas un tanto extrañas, pero debilitadas, sin peligro. Y al mismo tiempo, en Hilo, en la Isla Grande, en donde se produjeron los dos importantes tsunamis de 1946 y 1960, se detectó una bajada del nivel del mar en el puerto, señal de que existía un «efecto tsunami». En esa ocasión, sí cabría utilizar la palabra 'minitsunami', y sería simplemente un tsunami, de los muchos que, afortunadamente, llegan debilitados a la costa, y obviamente producidos por un terremoto.
Sin embargo, en el caso del llamado 'minitusnami de Valdelagrana', no se había producido antes un terremoto submarino en el Golfo de Cádiz. Para dar mayor relevancia y confusión a este asunto, he de decir que, al día siguiente, sí que se produjo en el Golfo de Cádiz un terremoto de 5,2 grados. Digamos que este fue relativamente grande, pero no lo suficiente como para que el IGN emitiese el correspondiente mensaje de alerta que establece el protocolo del Plan Estatal.
Conviene recordar que las ondas creadas por los maremotos son ondas circulares, que viajan por tanto en todas direcciones, a gran velocidad en alta mar, con muy poca altura de ola y una gran longitud, y que, al acercarse a la costa se deforman, aumentando mucho la altura y disminuyendo la longitud. Ya cerca de la playa, se comportan como una gran masa de agua que avanza por encima del nivel del mar, a la velocidad de una moto náutica, perdiendo su parecido a las olas de mar de fondo que estamos acostumbrados a ver.
Dicho todo esto, y si me han entendido, no cabe hablar de que ha habido un 'minitsunami'. No digan más esta palabra, por favor. Si sucediera un terremoto en el Golfo de Cádiz, de entidad suficiente para generar una alarma inicial del IGN, y llegara un tsunami debilitado, como en el caso que les he contado del archipiélago hawaiano, y de otras partes del mundo, entonces sí que sería correcto decir que ha habido un «minitsunami».
Teniendo esto en cuenta, ¿qué pasó en la playa Valdelagrana? Les diré que las «cosas del mar» no son fáciles de explicar, y menos sin disponer de más datos del clima marítimo de la zona ni más espacio en este artículo para analizar otras suposiciones, algunas de las cuales suceden todos los años. Me gustaría recordarles asimismo algún «fenómeno extraño» que sucedió también en el verano de 2019, y que también se propagó en las redes sociales como un posible aviso de un tsunami.
El olvido de las «cosas del mar» es muy rápido, hay mucha gente en la playa, muchos móviles, y en las redes sociales cualquiera puede decir lo que se le ocurra, convirtiéndolo en un 'trending topic' que sea motivo de un telediario, tenga o no base científica. Sobre todo, en el mes de agosto. Abusando de su amabilidad, trataré de explicarlo en mi siguiente artículo. O como decían los geniales e irrepetibles Tip y Coll: «La próxima semana hablaremos del Gobierno».