Un equipo que convence
La exhibición de España ante Ucrania confirma que Aragonés ha dado con la tecla de una selección consciente de su personalidad y poderío
Actualizado: GuardarEl partido de España en Leipzig ha tenido el efecto esperado. De la incertidumbre se ha pasado a un optimismo de diversa graduación en la escala de las emociones y a un estado de satisfacción general por el juego de la selección, el mejor que se ha visto en el Mundial. Las cosas como son: ni Brasil, ni Alemania, ni Holanda, ni Inglaterra, ni la República Checa, pese a su 3-0 a Estados Unidos, ni siquiera una Italia que dejó una excelente impresión en su primera parte ante Ghana, han estado al nivel de España.
Los paisanos de las tierras de Westfalia donde se encuentra alojado el equipo de Luis Aragonés, que ayer celebraron la fiesta católica del 'Frohnleichnam', felicitaban ayer a los periodistas españoles. Hacían gestos de admiración y levantaban el pulgar en señal de OK. «Spanien sehr gut», decían. (España, muy bien). Es cierto que estaban contentos tras haber ganado a Polonia en una nueva demostración de su ilimitada perseverancia, pero su reconocimiento al fútbol de España, unánime en los medios de comunicación de todo el mundo, era muy sincero. Al fin y al cabo, por mucho que este país lleve treinta años de travesía del desierto, confundiendo los mecanismos del fútbol con los de la máquina-herramienta, no deja de ser el país de Beckenbauer, Overath o Netzer.
Los elogios tras la goleada a Ucrania han caído en futbolistas como Xavi Hernández, cuya recuperación ha sido providencial, Senna, Puyol o Torres, cuyo despliegue físico está siendo espectacular. El 'Niño', como le sigue llamando el seleccionador, acaba los partidos con una frescura insultante para sus rivales. Aparte de que es un magnífico atleta, se nota que no se ha desgastado demasiado esta temporada con el Atlético de Madrid.
Dejando a un lado a los futbolistas, la ovación a Luis Aragonés también han sido cerrada. Y no es para menos porque, tras lo visto el miércoles en el Zeltralstadion de Leipzig, el sabio de Hortaleza ha salido muy reforzado. Su elección del once inicial y su trabajo táctico con los jugadores elegidos han sido perfectos. España pareció siempre un equipo hecho, con todos los automatismos activados y capaz de jugar de memoria variando la apuesta básica del 4-3-3 hacia un 4-1-2-3 o hacia un 4-3-1-2 dependiendo del momento y las circunstancias. Tratándose como se trataba de un once inédito, la cosa tiene su mérito.
El primer acierto de Luis ha tenido que ver con su apuesta por un modelo de juego pensado para explotar al máximo la mayor virtud de esta selección, su gran factor diferencial respecto a las demás selecciones: su toque. Lo cierto es que, más allá de sus canas y de sus dichos castizos de la época en la que había piperas en la calle Montera, el seleccionador ha dado un ejemplo de modernidad. Ha sido inteligente al comprender que, si esta selección, acostumbrada a volver de todos los grandes torneos con un nuevo estigma a sus espaldas, tiene posibilidades de competir, éstas pasan por ser fiel a su naturaleza. Las propuestas de un fútbol más físico y abrupto, intentando tirar de oficio, potencia y espinilleras, han acabado siempre en una vía muerta. Y ello por una razón sencilla: porque hay muchas selecciones más fuertes y con más tablas, historia y sentido de equipo que la española.
Centrocampistas de lujo
Lo que no hay, en cambio, son selecciones con una nómina de centrocampistas como Xavi, Xabi Alonso, Senna, Cesc o Iniesta, futbolistas que no sólo garantizan una posesión continuada sino también la verticalidad que le da a ésta sentido. No explotar esta riqueza, este patrimonio, es un insensatez. Y así lo ha entendido Luis Aragonés, que por lo que se vio ante Ucrania, ha dado con la mezcla perfecta para un centro del campo tan creativo como versátil. Xabi Alonso es inteligente, sabe leer el juego, juntarse con la defensa y tocar en corto y en largo. A su derecha, Senna recupera balones y da equilibrio, rigor táctico y lo que en baloncesto se llamaría tiro exterior. Además, no pierde ripio en los 90 minutos. En eso se parece a Puyol, el nuevo mariscal de la selección. Si se mantiene al nivel de miércoles, el central del Barça estará sin duda en el once ideal del campeonato.
Y queda Xavi Hernández, quizás el hombre que mejor representa la esencia de esta selección que ha entrado en el Mundial por la puerta grande. Luis le mantuvo los 90 minutos en el amistoso ante Croacia. Fue una señal. El martes, víspera del debut ante Ucrania, aseguró que no veía a Xavi como para jugar el partido completo, lo mismo que a Raúl. Sin embargo, a éste le dejó en el banquillo y al barcelonés le puso de titular y ni siquiera lo suplió. Probablemente, quería disfrutar. Y es que el seleccionador siente debilidad por Xavi, por su capacidad para asociarse, para leer entre líneas o para girarse sobre sí mismo y volver a empezar, siempre con el balón cosido y la mirada puesta en los delanteros.
Hablando de éstos, hay que certificar también el acierto de Luis al apostar por un frente de ataque veloz, agresivo por su verticalidad y constancia, imprevisible y con los papeles bien definidos. Luis García ejerce de enganche por el centro y Villa y Torres se intercambian las bandas y se lanzan a degüello en cada diagonal. Como delantera, ya se ha ganado el respeto. Puede que le falte algo de frialdad en la culminación, pero su dinamismo acaba siendo devastador para los rivales. Así lo fue al menos para Ucrania, que nunca fue rival para una selección española que parece haber encontrado su camino. Ahora sólo falta que no se desvíe.