«En mi espectáculo la importancia la tiene el flamenco, no me apoyo en autores, ni pierdo demasiado el tiempo buscando historias que contar. Lo más importante es que lo que hago sobre las tablas cale hondo, que llegue al corazón». Con estas palabras, llanas, pero significativas, Antonio El Pipa, quiere diferenciar su trabajo de otras fórmulas creativas vistas recientemente en el Festival. «Una cosa es innovar y otra perder la verdad del flamenco, que es lo mismo que perder el arte». El bailaor, nacido en el barrio de Santiago, viene de casta grande. Su abuela, Tía Juana la de El Pipa, fue una de las bailaoras con más carácter de Jerez, y su padre, Antonio El Pipa, del que ha heredado el apelativo, también marcó un estilo inconfundible que todavía se recuerda gratamente entre expertos y aficionados.