Volvió Paz y acabó la guerra, la división, la confrontación. Todos a una pues es la única forma de salvar a un submarino que ayer parecía que se hundía entre la tormenta que azotó la Tacita. La que caía, y la que iba a caer si no se ganaba anoche. Pero quién mejor para afrontar la fuerte marejada que un portuense de la tierra marinera. En este Cádiz tan heterogéneo con menos nacionales y forjado a golpe de sudamericano, Abraham representa mejor que nadie la evolución de la entidad amarilla. Nació en la catacumbas del fútbol y poco a poco fue creciendo, quizás más rápido de lo que la gente esperaba. En Primera se está consagrando pese a la dureza del sendero, y ayer, cuando parecía que estaba muerto, resurgió para demostrar que aún queda mucho Paz. Que aún queda mucho Cádiz.