Una derrota dulce, una derrota amarga, pero una derrota. Sensaciones contradictorias que deben trocarse por el orgullo de tener un equipo con tanto ídem, y de que la permanencia, el objetivo mayúsculo de esta temporada, está al alcance mientras se hagan las cosas bien. Ayer, el equipo amarillo bailó a todo un Real Madrid, que es verdad que no atraviesa su mejor época, y lo hizo como mejor sabe hacerlo. Con humildad, lucha y jugando al fútbol, que a veces queda un poquito de lado. Hoy sólo se puede pensar en positivo. Y por muchas razones.