Puerta de cristal

Homenaje al referéndum ilegal

Quim Torra descubre una obra conmemorativa del 1-0 en la Escuela Oficial de Idiomas de Lérida EFE
Salvador Sostres

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Hemos llegado al momento más extraordinario. Epifánico silencio a la hora del amar, Fito Páez lo canta. La especie de escultura a la que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, rinde homenaje, de la puerta de cristal que emula las muchas puertas de instituto que la Policía rompió para retirar las urnas del referendo ilegal del pasado 1 de octubre, resume el folclore en que todo aquello consistió.

Como en una fiesta de cumpleaños en el jardín de la finca, alguien retiró las copas y el confeti a la mañana siguiente. Medio Govern se fugó y el otro medio se entregó dócilmente a la Justicia, porque tanto unos como otros nunca dejaron de pensar que Cataluña continuaba siendo España. ¿Quién queríais que os reconociera entonces si tras declarar la independencia os fuisteis de fin de semana? ¿Quién queréis que os reconozca ahora si todo lo que sabéis hacer un año más tarde es organizar meriendas en los colegios que fueron intervenidos por la Policía?

Ratafía moral, esculturas de puertas de cristal, magdalenas para merendar, lacitos en las farolas, demostraciones con camisetas conmemorativas, entrenos de varias veces por semana para que nada salga mal con la cenefa de la manifestación de cada Diada: este año los muros de cartón piedra al final de la Diagonal para vivir de la ilusión de que por fin derribabais algo. El independentismo se ha convertido en su propia parodia, con un presidente/periodista de Gerona, fugado y al que le gusta vestirse de nigromante en sus ratos de ocio; y un agente de seguros como Torra que buscó algo de emoción en el catalanismo para librarse del profundo tedio de su trabajo insoportable.

La batasunización light de Cataluña empobrece el debate público, impide el progreso y pone a los catalanes en la estéril situación de tener que elegir entre un bando y el otro, cuando en realidad son los dos igualmente España. Puede Torra continuar con su victimismo provinciano, lamentándose de la fuerza -que no violencia- que usó la Policía el 1 de octubre del año pasado, y que en cualquier caso fue lo que exactamente merecen los que tratan de violentar a un Estado.

Pueden Torra y Puigdemont insistir en su propaganda de cara a la galería, pero por detrás se están ofreciendo a los socialistas como una alfombra. Contra el folclore, la Historia. Y el tiempo y las consecuencias de los actos de los hombres libres les caerán encima hasta aplastarlos.

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