La bella luz de París

«Por fin un candidato elitista, en el sentido más profundo de la palabra, que no vino a suplicar sino a exigirnos que estuviéramos a la altura de nuestra ciudad»

El ex primer ministro francés, Manuel Valls, anunciando su candidatura a presidir Barcelona ayer Inés Baucells
Salvador Sostres

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Manuel Valls dijo ayer en la presentación de su candidatura para ser el próximo alcalde de Barcelona que pase lo que pase se quedará aquí, aunque regresará de vez en cuando a Francia para ver a sus hijos y la bella luz de París.

Su discurso fue la bella luz de París sobre mi ciudad. Por fin un político formal y aseado, de modos impecables, de alta alfabetización, de precisa sintaxis, que no se avergüenza de ser demasiado culto ni demasiado inteligente , sino que reivindica la cultura y la inteligencia como base de la convivencia, del progreso y de la libertad.

Por fin un candidato elitista, en el sentido más profundo de la palabra, que no vino a suplicar sino a exigirnos que estuviéramos a la altura de nuestra ciudad. No vino a complacernos sino a interpelarnos, ni nos prometió nada sino que nos convocó a un largo y tenaz esfuerzo para sobrevivir a nuestra noche más larga, que es a la que Ada Colau nos ha condenado con su atraso , su resentimiento y su ignorancia.

Nos puso deberes y no nos tiró caramelos, como hacen los populistas desde sus carrozas farsantes. Dignificó la política con su discurso sin concesiones a la demagogia populachera y nos dignificó a nosotros como ciudadanos tratándonos como adultos en lugar de darnos la razón como a los idiotas a los que quieres contentar para que te entreguen su fortuna o su voto. Hacía tiempo, mucho tiempo, demasiado tiempo que un político en España no se dirigía a su audiencia de este modo tan pulcro y elevado.

«Valls afirmó que ser alcalde de Barcelona no significa una ruptura sino una continuidad con sus anteriores responsabilidades»

Valls empezó ayer su aventura barcelonesa pagando el precio, como hacen los hombres libres y valientes, y anunció que dimitirá de todos sus cargos en Francia , a la que agradeció haber permitido a un chaval de Barcelona llegar a alcalde, a diputado, a ministro y a primer ministro: dio las gracias en lugar de quejarse, y fue tan raro que yo miré si los tanques entraban por la Diagonal.

También afirmó que ser alcalde de Barcelona no significa una ruptura sino una continuidad con sus anteriores responsabilidades. «Esto es Europa», dijo, y en su frase resonó el viejo sueño europeo que tanto han deshilachado los acontecimientos de los últimos años.

Invitó a los catalanistas a sumarse a su proyecto y advirtió a los independentistas que no les va a permitir que continúen violentando y arruinando la ciudad. Manuel Valls es la mediación europea que tanto suplican Puigdemont y Torra: el aseo y la sintaxis, el respeto a todas las ideas, el orden, la seguridad, elevar el listón para que los ciudadanos crezcan en su intento por alcanzarlo, en lugar de ofrecerles humillantes empates para comprarles como mercancía intercambiable.

Y en el fondo de su mirada instruida, decidida y brillante, la bella luz de París para alumbrarnos.

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