«No podemos dejar la educación especial al albur de vaivenes partidistas»

Entrevista con Carlos Valiente, nuevo presidente de ANCEE (Asociación Nacional de Centros de Educación Especial)

Carlota Fominaya

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Carlos Valiente Barroso es el flamante presidente de ANCEE, (Asociación Nacional de Centros de Educación Especial) , donde sustituye a Julián Ruiz, tras treinta años al frente de la misma. «Julián es amigo, al mismo tiempo que un gigante como persona y como profesional», advierte. «Tomar el relevo de alguien con su envergadura siempre implica una notable responsabilidad. Precisamente porque cuento con su apoyo, así como de los colegios e instituciones de ANCEE que me eligieron para esta misión, afronto mi cometido con mucha fuerza, confianza y compromiso», reconoce.

¿Cuáles son los objetivos o la impronta que te propones dejar?

En primer lugar, desde el reconocimiento de la gran labor ya realizada, creo que la prudencia invita a una necesaria continuidad. Después, como no podría ser de otra forma, cada persona tenemos un estilo idiosincrático, una formación específica, una experiencia personal y unas expectativas propias, a lo que hay que sumar lo singular de cada coyuntura histórica con sus retos, demandas y necesidades, las cuales son encontradas y no elegidas por nosotros.

Si he de concretar más, pondría un singular énfasis en visibilizar la educación especial, tal y como trabaja realmente, sin distorsiones ni valoraciones basadas en otros intereses ajenos a los educativos, fomentando que se escuche la voz del alumnado y sus familias. Por otra parte, quisiera que quedara indiscutiblemente preservada su importancia y necesidad, dentro del sistema educativo y del debate público, siendo protegida y potenciada, no quedando al albur de intereses ideológicos.

Quisiera que la sociedad conociese el carácter potente y vanguardista de su desempeño educativo, del cual tenemos que estar muy orgullosos como país avanzado , dado el profundo nivel de especialización de todos los profesionales implicados, los cuales, desempeñan un trabajo interdisciplinar, personalizado, y refinado en sus diversos métodos de evaluación e intervención, y no menos, apasionado, con magníficos resultados para con una población estudiantil que precisa de más apoyo en aras a no dejar a nadie atrás.

Y, por supuesto, estos y más vectores de actuación se desarrollan junto a la ponderación de la labor desarrollada desde la modalidad ordinaria, con la que nos complementamos desde hace mucho tiempo, dado que la educación especial lo que desea es sumar -no competir ni rivalizar con nadie-, desde el reconocimiento -y valoración- de la diferencia y, por consiguiente, de las necesidades específicas de cada alumno.

¿Cuál es la foto fija de la educación especial a día de hoy en España?

Fortalezas, necesidades, demandas de la educación especial en nuestro país... La mejor foto fija es la que recoge a sus protagonistas, chicos y chicas que acuden diariamente a nuestros centros, formando la gran familia de la educación especial. Respecto a las fortalezas, muchas se podrían mencionar, algunas de las cuales ya están implícitas en lo que he señalado respecto a la pregunta anterior. Pero podría añadir más, como el adecuado hábitat humano que crea en sus centros, logrando que el alumnado que accede a ellos, generalmente desde la educación ordinaria, incremente su bienestar e integración social con el resto de compañeros, notando ya su efecto beneficio antes incluso de recibir la propia intervención especializada de los profesionales. A su vez, también nos hace fuertes el apoyo de las familias que se abren a esta modalidad, respecto a las que estamos acostumbrados a recibir su testimonio inequívoco en términos de progreso y satisfacción de sus hijos; más aún, lo habitual es escucharles decir que la educación especial genera mejorías notables en el clima familiar en conexión con los cambios de sus hijos.

También contamos con el apoyo de los protagonistas, nuestro alumnado, tanto por su crecimiento dentro de la educación especial como por la prospectiva de futuro que ello facilita, fomentando su inclusión social y laboral, así como el uso de herramientas aprendidas para una mejor gestión de sus vidas, como así constatamos a través del seguimiento que tenemos de muchos de nuestros alumnos egresados. Y por no ser demasiado prolijo, solo quisiera también destacar nuestros foros de encuentro científico-profesionales, con una especial mención de nuestro congreso interdisciplinar -que, este año 2022, pasa del ámbito nacional al internacional-, donde se dan cita todos los sectores implicados en la educación especial y la discapacidad; este evento, que ya es un referente para nosotros, supone un encuentro entre docentes, familias, alumnado junto a profesionales de la medicina, psicología, logopedia, fisioterapia, trabajo social, terapia ocupacional, disertando y debatiendo al más alto nivel, sin olvidar tampoco a representantes públicos, sindicales y del ámbito del derecho.

Y me preguntaba también por las necesidades… quizá también aquí podría explayarme tiempo pero lo sintetizo: necesidades, como en todos los sectores y niveles educativos, en términos de dotación, recursos y personal, pero, en este caso, añadiendo una nueva y específica, cual es la «nueva necesidad» de que se nos deje trabajar; del respeto a la voluntad de las familias que quieran escolarizar a sus hijos en la educación especial; de permitirnos que sigamos atendiendo a la diversidad que precisa de un trabajo más específico y personalizado. Si ya, de por sí, siempre habrá retos y barreras que franquear, ahora a esto tenemos que añadir -sin ninguna necesidad- la defensa frente a ataques ligados a posturas no fundamentadas que, gratuitamente, ponen en cuestión nuestro trabajo.

uántos alumnos atiende? ¿Qué tipo de alumnos son? ¿Hasta qué momento se extiende?

Atendemos al alumnado con discapacidad en cualquier gradación, desde la leve y moderada a la grave y severa, incluyendo a grandes afectados . También el espectro es amplio en función del motivo de la discapacidad, ya que puede ser intelectual, motora, sensorial o con afectación en todas esas dimensiones de la persona. Y, por supuesto, siempre que las familias así lo soliciten con la aprobación de la autoridad educativa competente en ese territorio dado. En los colegios de educación especial trabajamos con alumnado hasta los 21 -cumplidos dentro de ese año académico- y no quisiera olvidar decir que, la mayor parte de esos chicos y chicas, proceden de la educación ordinaria, tras fracasar en ella -y no solo académicamente, sino emocional y socialmente-, y que, cuando las condiciones se dan, nuestro alumnado regresa a las aulas de la modalidad ordinaria tras el trabajo educativo realizado con él y contando ya con recursos personales para afrontar adecuadamente ese retorno.

Conviene recordar que en España están escolarizados en la educación especial más de 38.000 alumnos, y, ello, tras rigurosos criterios para su inclusión en nuestros centros. De hecho, ese número, que podría parecer muy elevado, solo constituye el 17 % del alumnado con necesidades educativas especiales y discapacidad, frente al 83 % que se encuentran escolarizados en la ordinaria; esto no es cuestión de cifras sino de otorgar el mejor método educativo a cada persona según su perfil y necesidades específicas.

¿Por qué hay padres que le tienen «miedo» a la educación especial? ¿Qué les diría a estas familias?

Bueno, es normal y comprensible que toda madre y padre quisieran que sus hijos viviesen sin problemas y del mejor modo posible . A veces, incluso, nos basta con que sean felices y personas de provecho, aunque eso no conlleve que sean personas de éxito. Pero, lógicamente, cuando existen problemas algo más significativos que los habituales en un niño, siempre se va a vivir desazón, disgusto o duelo para elaborar y asumir. Ahora bien, cuando ese problema de discapacidad está ahí, entra en juego la proactividad y empeño para sacar la mayor cota de progreso de los hijos. En este sentido, cada familia es un mundo y lo vive de forma singular, ya que tenemos familias que nos solicitan convencida y libremente, hasta otras que llaman a nuestras puertas por recomendación de otros profesionales como docentes de ordinaria, psicólogos y neuropediatras. Así que, ese miedo a lo desconocido que en ocasiones puede hacerse presente, se ve mitigado tanto en base a la orientación de esos profesionales cualificados que acabo de citar, como por el contacto directo con nuestros centros una vez que son conocedores de nuestro modo de trabajar.

Por cierto, aunque la pregunta quizá no lo pedía, me atrevo a añadir algo: toda familia está sujeta a esta posibilidad, ya que la discapacidad no solo se genera por factores genéticos, gestacionales o perinatales, sino que un daño cerebral adquirido es un fenómeno que se puede producir en cualquier etapa vital.

¿Cómo queda tras la entrada en vigor de la Ley Celaa?

Si pregunta a muchos sectores educativos, constatará los riesgos que esta nueva normativa implica en varios aspectos, y no solo en lo relativo a la educación especial. Con lo cual, a lo primero que podemos aludir es a un nivel de arbitrariedad, ideologización y ausencia de consenso nunca vistos en nuestro país en relación a la educación, ante la cual, debiera existir un pacto de estado y un consenso estable, libre de vaivenes partidistas .

Respecto a la educación especial, existe ese «plan director» que quiere vaciar nuestros colegios y convertirlos en centros de recurso y apoyo para centros ordinarios. Sobran los argumentos para no aceptar esa ocurrencia. Y, lo más llamativo es que, ni a instancias de nuestras reclamaciones se modifica la disposición adicional cuarta, y, al mismo tiempo que se niega todo, no se cambia un ápice de lo ya escrito.

Por otra parte, hay quien ha querido trasladar el debate al tipo de titularidad de los centros, cuando quisiera aclarar, por si alguien tuviera dudas, que hay colegios de educación especial públicos, concertados y privados, como en cualquier etapa educativa, siendo primordial, en cualquier caso, el objetivo fundamental del bien superior del alumnado.

Hay otro aspecto que me preocupa mucho, que se ve con claridad cuanto estás inmerso en el ámbito de la discapacidad y es la atención que no se puede dejar de prestar al alumnado con discapacidad leve y moderada. Me explico: parece que nadie discutiría que los severos y grandes afectados tengan que estar en centros no ordinarios y más especializados, pero, cuando hablamos de chicos y chicas con menor grado de discapacidad, existe el riesgo de una simplificación desde una visión ajena a este ámbito. Muchos de estos alumnos se encuentran en la modalidad ordinario y la combinada, pero otros se encentran en nuestros centros de educación especial, que han llegado con problemas muy significativos más allá de lo meramente cognitivo y académico. Así, constatamos que, siendo alumnos con un notable grado de consciencia de lo que ocurre, implican un mayor nivel de sufrimiento, carga emocional, estrés y episodios de marginación y acoso. Son los que algunos especialistas llaman «los hijos de nadie» , que, por no ser tan palmaria su discapacidad, podrían estar recibiendo un peor trato y ayuda. Este alumnado necesita de la educación especial tanto o más que otros chicos y chicas con discapacidad.

Frente a esto y otros aspectos que implica la ley, van a encontrar una defensa clara y fundamentada de las personas con discapacidad por parte de ANCEE y la educación especial.

¿Qué tiene que decir sobre ese enfoque «intregrador»; que plantean? ¿Es posible?

Detrás de las palabras han de existir realidades. En esta época de los relatos y las posverdades, hemos de estar aún más atentos para no perder el sentido crítico ante eufemismos y lugares comunes. El objetivo de todo sistema educativo es dotar al alumnado de las herramientas que, de cara a su futuro, le otorguen adecuados niveles de capacidad y autonomía para conducirse y realizarse como personas, obteniendo el mayor grado de desarrollo de sus aptitudes y posibilidades. Los verbos incluir e integrar han de responder a esta realidad, y, para ello, la educación especial actúa sin cortoplacismos, entendiendo que es fundamental preparar a su alumnado para la vida adulta a través de una adecuada y objetiva inclusión e integración con sus iguales.

Además, si me permite, le respondería con una pregunta: ¿qué le parece más integrador e inclusivo? ¿Un alumno que no es entendido ni entiende a sus compañeros de clase, que no es invitado a sus cumpleaños, que se le saca del aula en muchas ocasiones cuando no es meramente aparcado en clase, que no llega a obtener los conocimientos del resto de los compañeros y está abocado a un fracaso constante, que a veces no recibe un trato realmente especializado y que, en ocasiones, hasta sufre acoso en el colegio? ¿O un alumno que se siente integrado en un grupo de chicos y chicas de un nivel similar, experimentando la amistad de un modo natural y espontaneo, que cree en sus posibilidades cuando se le acompaña en su idiosincrasia, que realiza su escolarización apoyado por profesionales de un grado elevadísimo de especialización y experiencia, que aprende en un ambiente libre de incomprensión y que crece en confianza para llevar a cabo una futura actividad profesional dentro sus capacidades y hasta donde estas se lo permitan?

Y, disculpe si me extralimito en la respuesta, pero plantearía otra pregunta ¿por qué tienen que decidir respecto a todo esto personas ajenas a estas situaciones, sin escuchar de verdad a los afectados, alumnado y sus familias, -así como educadores y orientadores-, que libremente escogen para sus hijos esta opción, habida cuenta de que, además, a nadie se le obliga a una modalidad determinada en contra de su voluntad?

Mire, hablo desde la experiencia, como profesional con más de veinte años en el ámbito educativo en ordinaria y, ahora, en especial, con docencia en primaria, secundaria y en la universidad. A ello sumo todo lo que puedo recabar a partir de muchos centros educativos, a la ve que, como profesor de universidad, estoy al tanto de lo que continuamente me van transmitiendo mis exalumnos de posgrado, ya psicopedagogos, psicólogos y maestros especialistas en pedagogía terapeuta, compartiéndome la situación que se van encontrando en muy distintos lugares y le aseguro que hablo desde la realidad.

Dos años después, ¿cuáles son los efectos de la pandemia en este colectivo? (Alumnos, profesorado...)

La pandemia nos ha afectado a todos, y no quisiera olvidar que hay muchos sectores ajenos a la educación, que, aún tras dos años de andadura en esta batalla sociosanitaria, siguen luchando por emerger o mantenerse.

Dentro del ámbito de la educación, creo que, en términos generales, tenemos que felicitarnos por el esfuerzo dedicado para convertir los colegios en espacios controlados. En cuanto a la educación especial, la adaptación de los alumnos a las nuevas condiciones fue ejemplar desde septiembre de 2020, habiendo asumido perfectamente las restricciones y protocolos (me consta que también lo puedo hacer extensivo a otras modalidades, con una mención especial para la educación primaria de nuestro país. Junto a ello, también destaco la encomiable labor de todos los profesionales que, respecto a la pandemia, ya dieron muestras de entrega y vocación con la docencia online en los momentos más duros del confinamiento general de 2020, con el hándicap añadido de tratarse de alumnado con discapacidad.

Actualmente, estamos en febrero de 2022 y la educación especial presenta los mismos retos y dificultades asociados al COVID-19, siempre dependiendo de cada centro concreto, pero con la mayor facilidad de contagio de la variante Ómicron.

Sea como fuere, percibo fuerza e ilusión en todos los centros; diría, hasta la más absoluta normalidad en el ambiente de trabajo, apoyando a nuestro alumnado, al tiempo que aprendemos diariamente de él.

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