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Jueves, 6 de julio de 2006
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Delirio entre las ruinas
El 'Calcio' se derrumba y la 'tifoseria' ahoga las penas con su selección
Delirio entre  las ruinas
Una marea humana celebra en Rimini el éxito de Italia. / REUTERS
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Los italianos no se lo creen. No es para menos, ni son los únicos, después de ver a su selección jugar lanzada al ataque con tres delanteros contra Alemania y olvidarse de sus habituales cálculos rácanos. No era un espejismo y se cumplió el pronóstico de los números. Italia siempre gana a Alemania y cada 12 años, la 'squadra azzurra' vive un despertar mágico y se planta en la final del Mundial. El primer ministro italiano, Romano Prodi, presente en el estadio de Dortmund, bajó al vestuario de forma improvisada y cantó 'O sole mio' con la plantilla. De hecho, la FIFA confiscó la cinta de una entrevista de la RAI, realizada en los pasillos, porque no había sido grabada en el emplazamiento indicado para la prensa.

El entrenador, Marcello Lippi, permitió luego como excepción la entrada de amigos y familiares en la concentración italiana y la fiesta se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Según confesó él mismo ayer en la rueda de prensa, durmió tres horas, porque tras despedir a sus allegados se vio otra vez enterito, con prórroga y todo, el partido que acababan de ganar. Quizá él tampoco se lo creía. «Ha sido el partido más importante de mi carrera», dijo.

El gol de Grosso a dos minutos de los temidos penaltis, de infausto recuerdo para los italianos tras la final del 94 y otras gestas frustradas, desató el delirio en todo el país. Según ha relatado Prodi, el primer ministro estaba diciendo en ese momento a su colega alemana, Angela Merkel, una frase que se repetían todos los italianos. «Odio la tanda de penaltis». «Si hubiéramos llegado a los penaltis habríamos perdido», dijo luego el portero italiano, Gigi Buffon. Como en muchos otros puntos de la capital, en el Circo Massimo de Roma, antiguo escenario de las carreras de cuádrigas, se dieron cita más de 40.000 personas para seguir el encuentro en pantallas gigantes y con el gol de Grosso estalló el delirio.

En Milán, la plaza de Duomo presentaba el mismo aspecto. Y más de 24 millones de personas, con una cuota de pantalla del 83 por ciento, estaban en ese momento con el corazón en un puño ante sus televisores. Las calles del país se llenaron toda la noche de 'tifosi' que celebraban la victoria.

Ayer, a la mañana siguiente, todos se daban el gustazo de leer los titulares históricos: «Vuela, Italia, vuela» (Gazzetta dello Sport), «Dos grandes goles e Italia va a la final» (Corriere della Sera), «¿Histórica Italia, estamos en la final!» (Repubblica). Un placer, sobre todo después de haber visto el día anterior las primeras páginas jocosas y prepotentes de algunos diarios sensacionalistas alemanes, que dibujaban una pizza, con los jugadores italianos como ingredientes, a punto de ser devorada por el equipo de Klinsmann. Otra noticia, más abajo y más pequeña, representaba la cruz de una jornada delirante. La mejor Italia de los últimos años llegaba a la final del Mundial el mismo día en que el fiscal del escándalo del 'Calcio' pedía que Juventus, Milan, Lazio y Fiorentina desciendan a Tercera y Segunda división. Italia es así.



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