Siempre se ha dicho que lo peor es la indiferencia. Ni fu ni fa, ni frío ni calor, el no despertar ningún tipo de sensaciones ya sean estas positivas o negativas es lo menos recomendable. Pues en ese sentido Nenad Mirosavljevic es un privilegiado y se puede marchar del Cádiz con la cabeza bien alta, ya que no ha dejado a nadie indiferente desde que llegó.

Ha tenido, desde que arribó a Cádiz, aficionados que alababan su juego y otros a los que no les gustaba ni cuando calentaba. No sabría decir ahora mismo cual de los dos grupos es más numeroso, pero tiene de los dos. Insisto, yo creo que mejor eso que dejar a la gente indiferente. También me parece a mí que este futbolista tiene suerte.

Sí, sí suerte, ahora explico mi teoría. Llegó en una temporada en la que, salvo los dos primeros partidos, todo fue a favor de corriente y eso, que duda cabe, le benefició y bastante; también tiene suerte porque tenía pie y medio el pasado verano para dejar el Cádiz y los acontecimientos hicieron que se quedaran en principio hasta diciembre; pero en el mes navideño no tenía pie y medio en la calle, tenía los dos, aunque de nuevo la suerte le sonrió y se benefició de la desgracia de un compañero, en este caso Javier Acuña. Por todo esto, Nenad es un tío con suerte y a esa suerte me agarraría yo porque hasta que no me viera en Japón no tiraría la toalla y otro golpe de suerte (sería el tercero) me podría dejar aquí.

Pero en este caso parece que es la «refinitiva» y ha encontrado acomodo en el Nagoya Grampus Eight (el nombre por sí solo merece una columna). En principio durante unos meses tendrá que cambiar el «pescaito frito» por el shusi y dejar el rincón donde mejores puestas de sol se ven por el del Sol Naciente.

En cualquier caso, que tenga mucha suerte y que le vaya bonito. ¿Os imagináis que Mirosaljevic se hinchara a meter goles y realmente fuera un crack? Yo no lo descartaría, aunque ahora me mismo, sinceramente, me cueste creerlo. Y punto.