Sin ilusión, sin motivación, sin un objetivo por el que pelear, sin ningún sueño que hacer realidad, sin el calor de la afición, sin el líder, sin alegría, sin aliciente, sin primas, sin primos, casi sin entrenador, sin marea azulina, sin motivo alguno para la esperanza, sin ni siquiera la obligación moral de sacar tres puntos que conviertan a este Xerez en el conjunto azulino más puntuador de la historia xerecista. El Deportivo pone punto y final a la campaña de una manera muy triste. No hay donde agarrarse, pues ni tan siquiera queda el aliciente de impedir otro ascenso en Chapín. Un mero trámite. Casi papeleo. Cuestiones burocráticas. Y es que por no quedar, no queda ni la incertidumbre por saber en qué puesto acabará el Xerez la temporada. Todos son conscientes que cuando se hayan disputado los cuarenta y dos partidos de Liga, seis equipos habrán sido mejor que los azulinos y quince peor que ellos. Gane, pierda o empate el equipo que Lucas Alcaraz dirige por última vez, no se moverá de la séptima plaza. Ni se puede alcanzar al Almería, ni el Numancia tiene opciones de igualarlos. Desdén a raudales.