Inmejorable epílogo de este ciclo ferial con el auténtico derroche de casta y bravura que los ejemplares de Fuente Ymbro derramaron sobre el albero jerezano. Los aficionados están de enhorabuena porque corridas como esta les devuelven a la pura esencia de la fiesta: la emoción del poder, la movilidad y la raza de los toros. Atributos que engrandecen el espectáculo y que aumentan la exigencia y la importancia de la labor de los toreros. Los seis astados lidiados tomaron el camino del desolladero bajo el clamor de la unánime ovación de los tendidos e incluso, a uno de ellos, se le concedió el honor de una más que merecida vuelta al ruedo. Fue éste el tercero de la tarde, que maravilló con su extraordinario comportamiento en varas, metiendo con codicia los riñones en entregada pelea bajo el caballo. Pronto y alegre en banderillas, se deslizó en la muleta de Perera con una encendida embestida, vibrante y humillada. Inició el trasteo el extremeño con espectaculares pases cambiados por la espalda, citando desde el centro del platillo. Dio distancias al noble y encastado animal para lucirse con derechazos hondos y sentidos, de lenta y templada ejecución, componiendo una bella faena en la que el toro seguía y seguía embistiendo. Un emocionado público, sensible a lo que estaba viviendo, solicitó enardecido el indulto para el de Fuente Ymbro. Denegado éste por el usía, el diestro despachó al bravo animal de media estocada, del que se le concedieron las dos orejas. Bajó algo la alta nota del encierro, el castaño enmorrillado, de bonita estampa, que salió en sexto lugar. Toro mirón y gazapón, cuya embestida fue mas incierta y de menos entrega y recorrido que la de sus hermanos. Pero Perera, quedándose quieto y aguantando dudas y miradas, consiguió embeberlo finalmente en el engaño, obteniendo tandas meritorias por ambos pitones. Puso fin a su actuación y a la feria con un perfecto volapié.

Fue acompañado en su salida a hombros por Salvador Vega, que obtuvo un apéndice de cada enemigo. En su primero tuvo una notable actuación consiguiendo estar a la altura de la codicia y la bravura del animal. Tras un torero inicio de faena con pases por bajo, flexionando la pierna contraria, dio la distancia correcta en los cites para ligar después los muletazos sin enmendarse. Destacó una tanda limpia de derechazos, engarzados con un hondo pase de pecho.

También en el quinto, un ejemplar bravísimo en el caballo, de embestida tarda y humillada, sobresalió el malagueño en acopladas series en redondo.

Abrió plaza un serio ejemplar de encastada pero corta embestida, que se revolvía con presteza tras los muletazos, en busca de su marcada querencia a tablas. Al no conseguir Rivera sacarlo de los terrenos de dentro, el trasteo careció de brillo. Decidió el diestro parear al cuarto, en cuya suerte se vivieron momentos de zozobra y tensión, cuando el torero perdió pie en dos ocasiones, librándose, en ambas, de una cornada segura de forma milagrosa. Ante este toro, de embestida encastada y seria, realizó una labor basada exclusivamente en la mano derecha que, aunque contara con pasajes entonados, no llegó a la altura de la raza y la clase del toro de su oponente.