Queremos sentirlo, queremos vivirlo... ¿Queremos griterio! Gritarlo al mundo, gritarlo aquí, en nuestra ciudad de Cádiz, a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos, porque queremos ser «anunciadores de la alegría». Somos cristianos, creemos en Jesús Resucitado, no nos da vergüenza ni sentimos temor alguno en proclamarlo, en anunciarlo, en reconocernos sus discípulos y seguidores.
Formamos parte de esta sociedad gaditana, somos y estamos en ella, realmente presentes, para llevarle y transmitirle un mensaje de amor y de esperanza. ¿Cristo ha resucitado! ¿Aleluya! Es el grito que resuena gozoso en esta fiesta de Pascua que celebramos y que queremos compartir con todos los hombres y mujeres de esta tierra. Para anunciarles la paz y la alegría del Resucitado, para ser sencillos y humildes, para compartir con los que sufren lo que somos y lo que tenemos, para defender apasionadamente la verdad y la justicia. Para construir una sociedad más libre, más feliz, más verdadera y más justa.
Este es nuestro proyecto de paz y de alegría, que nace del Evangelio, que nace del amor vivido, del amor transmitido, del amor significado, del amor entregado y anunciado: el mensaje feliz, vivo, alegre, transformante y transformador de Jesucristo Resucitado.
Amamos la vida y luchamos firmemente por la vida. Los cristianos celebramos, con gozo y alegría, la Pascua: el triunfo de la vida y del amor. «Dios no es Dios de muertos sino de vivos». Es el Dios del amor y de la vida, triunfantes sobre la muerte. ¿Sí, Cristo Vive, el amor es más fuerte que la muerte! Jesús no es un personaje del pasado sino que llama continuamente al hombre a seguirlo y a encontrar en Él el camino de la vida. Proclamamos que Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él. Ha resucitado y vive en el amor.
«La Pascua es Cristo». Queremos inundar las calles, las plazas, el mundo de Pascua, de la alegría de la Pascua, de la alegría de Cristo. Gritar al mundo que es posible la alegría ante tanta tristeza, que es posible la paz ante tanto odio y tanta guerra, que es posible la libertad ante tanta opresión, que es posible la justicia ante tantas situaciones de injusticias, pobreza y marginación.
Que existe un camino hacia la felicidad y la esperanza: Cristo. Él nos llena de felicidad y nos invita a ser sembradores de la paz y la esperanza, constructores de un mundo nuevo, hermanos de todos los hombres, entusiastas anunciadores de su amor y de su palabra.