La remodelación del Gobierno de la Generalitat llevada a cabo por Pasqual Maragall ha provocado todo tipo de reacciones, muy negativas en el caso de la oposición de CiU y PP, y a favor del cambio, y de comprensión por parte del Ejecutivo central.

El Gobierno central salió en defensa del gobernante catalán y confió en que la remodelación no perjudique la tramitación del Estatut y la posterior campaña del referéndum. La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, consideró que esta crisis «ni puede ni debe ni va» a entorpecer la aprobación del texto en el Senado e interpretó que la decisión del jefe del Ejecutivo catalán responde a un deseo de «impulsar nuevos tiempos» en la Generalitat.

Desde las filas de la oposición, Artur Mas dijo que Maragall «se ha tragado como un trágala» el nombramiento Vendrell, un «insulto a la ciudadanía y a la gente que trabaja en la Generalitat», en alusión a las cartas enviadas por Vendrell coaccionando a los trabajadores bajo la amenaza de perder su empleo. «El tripartito catalán ha entrado en una situación de descrédito permanente», dijo.

En nombre del PP, su presidente, Josep Piqué, tildó de «esperpéntica» la remodelación del gobierno catalán y un «auténtico escándalo democrático», la elección de Vendrell. Subrayó que el gobierno catalán «no ha gobernado en dos años» y ahora ha optado por una remodelación hecha «de tal forma que queda claro que, sea cual sea la posición de los partidos del tripartito en el referéndum, quieren continuar como sea».