Ya somos 200 mil. Somos 200 mil los que pensamos que el Xerez ya no sube a Primera. ¿Se acuerdan cuando le llevábamos once puntos al tercero y veinte al Numancia?. Pues bien, ahora vamos el octavo, estamos a siete puntos de los puestos que nos pasaportarían a Primera y el Numancia nos ha adelantado. Y es que todo tiempo pasado fue anterior.
El optimista es un individuo que no tiene mucha experiencia y entre los xerecistas quedamos uno o ninguno. En la primera vuelta hicimos números de crackazos, para haber subido en el mes más corto del año, en mayo. Sí, mayo, el mes mas corto del año. Sólo tiene cuatro letras. Pero la experiencia de la segunda vuelta está siendo más desagradable que el lavado de estomago de Tiburón III y nos ha inmerso en el más bestial de los pesimismos. Si un equipo quiere triunfar no se puede quedar mirando la escalera. Tiene que subir escalón tras escalón hasta que llegue arriba. Esto lo hubiera firmado Coco, el de Barrio Sésamo, pero es la cruda realidad. El Xerez se ha quedado mirando la escalera como las vacas miran al tren pasar y se ha convertido en víctima de un vértigo que está robándole el sueño a su hinchada. Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro, algo que en sus últimos once encuentros el equipo azulino ha obviado y así le está luciendo el pelo. El batacazo del pasado domingo en Valladolid, sólo comparable con el que pegó Miguel de Cervantes cuando un día le dio por hacer el pino, ha dolido y ha escocido sobremanera a los componentes de la afición xerecista. La imagen ramplona, el pírrico bagaje ofensivo, el cutre quehacer defensivo y la inoperancia creativa en la medular, ha convertido en añicos la ilusión de una afición entre los que muchos se sacaron el carnet para la segunda vuelta con el fin de tener preferencia a la hora de renovarlo en Primera
El del domingo fue el primer partido de una semana en la que los nueve puntos que había en juego se antojaban imprescindibles para volver a ser lo que fuimos en la primera mitad de la competición. Ya se han esfumado tres. Lo de perder en Valladolid fue tan feo como encontrarse un gusano en una manzana. Pero más feo aún va a ser si esta noche no ganamos en Alicante al Hércules. No ganar al equipo alicantino sería entonces como encontrarse medio gusano en la manzana, ¿Puaj! Ganar en el Rico Pérez, este tiene que ser familia del Ratón, invitaría una mijita al optimismo, teniendo en cuenta que luego visita Chapín el defenestrado Eibar, el próximo Sábado de Pasión. Lo que ocurre es que en partidos como el de esta noche y el de la tarde del sábado los fantasmas y los malos agüeros pululan en nuestras mentes. Fíjense, en esta maldita segunda vuelta nos hemos enfrentado con el Castellón, vigésimo clasificado, y perdimos 3 a 2; con el decimonoveno, Tenerife, caímos 3 a 1: y con el Lleida, decimoquinto, 0 a 1 en Chapín. Hoy jugamos con el decimosexto y el sábado con el último. ¿Qué miedo! Si es que nos estamos convirtiendo en especialistas en insuflar aire a los que se están ahogando. Tenemos complejo de bombona de oxígeno.
El héroe mitológico que da nombre al equipo de Alicante, Hércules, tuvo que llevar a cabo doce trabajos que le encomendó Euristeo, un tirano despótico de la época. ¿A que ha quedado erudito? Claro, yo estudié Harvard, en Harvard Núñez. Esperemos que el Xerez no deje de cumplir con su trabajo por duodécimo partido seguido. Menos mal que el Hércules de Alicante no tiene nada que ver con el héroe máximo de la mitología clásica. No veas si hizo cosas el colega. En su docena de trabajos, entre otras cosas, apresó a una cierva, a un jabalí, a un toro; mató a un león, a una hidra (esta era un monstruo con cuerpo de serpiente, garras de dragón y dorso cubierto de escamas, que escupía fuego. Una mezcla entre Oliver y Silgado) y también se cargó a un perro; robó yeguas y bueyes; y echó a unos pájaros de un pueblo. Un bicho el tío. Me parece a mí que tenía complejo de David Attenborough, el de los pelitos blancos de los documentales de National Geographic, todo el día liado con animales.
En Alicante, donde tienen que vivir un montón de parejas residentes en Madrid o de amigos y residentes en Barcelona, ya que todos los apartamentos que regalaba el Un, dos, tres eran en Torrevieja, Alicante. Lucas Alcaraz y los suyos se enfrentan a la última oportunidad de agarrarse a un clavo ardiendo, a la última chance de evitar que el Xerez tenga menos futuro que una fábrica de hielo en Siberia. Si por desgracia, no somos capaces de ganar hoy, al partido del sábado contra el Eibar va a ir menos gente que a la despedida de soltero de Adán, ya que lamentablemente, la mal acostumbrada en las últimas temporadas, parroquia azulina, se está quedando sin fuelle y con más mala cara que una cabra asomada a un barranco. Menos mal que a los cincuenta puntos si llegaremos ¿No? Porque si no iba a peligrar hasta la participación del Xerez B de Luna en la liguilla de ascenso a Segunda B. Eso sí que sería una cosa fea. Más fea que Espinete mojado o que un borrico con melenas. Gracias a Dios y por el bien del xerecismo, que ocurra esto sí que se torna complicadísimo, más complicado que ver una pijota con hombros.
La próxima victoria del equipo presidido por Joaquín Morales, al que su apellido en singular se le ha agotado también, tiene que llegar hoy. Lo que ocurre es que la probabilidad de que cojamos los semáforos en rojo es directamente proporcional a la prisa que llevemos, y el Xerez tiene mucha, pero que mucha prisa. Tanta prisa como tenían nuestros jugadores la última vez que visitaron Alicante a la hora de ir a manchar la cerámica por culpa de una intoxicación alimentaria. Allí se dieron cuenta de que las diarreas son más rápidas que el rayo y la luz. Salían corriendo como un rayo para el escusado y cuando encendían la luz ya se lo habían hecho encima. Ya sé que este chiste es más antiguo que la cancela de Falcon Crest, pero me venía que ni pintado.
Esto es to, esto e to, esto es todo amigos, como diría Porkys. FORZA XEREZ. Un aplauso.