Rebelo de Sousa arrasa y es reelegido presidente de Portugal
Los comicios en el país vecino, marcados por el contexto de la pandemia, cosechan una abstención récord del 60,7%
Portugal ha renovado su confianza en Marcelo Rebelo de Sousa como presidente de la República para que complete su labor conciliadora en un segundo mandato consecutivo. Con la totalidad de los votos escrutados, el 60,9% de los electores se encomendaron a él. No habrá, por tanto, una segunda vuelta porque, al obtener más del 50%, ya no será pertinente.
La sorpresa vino en el segundo lugar porque se esperaba que tomase la delantera con claridad la socialista Ana Gomes , pero irrumpió André Ventura desde las filas de Chega (similar a Vox) y le disputó hasta el último momento la plaza. Finalmente, la exeurodiputada obtuvo un 12,9%, por 11,9% del polémico admirador de Santiago Abascal.
Como siempre que no corresponde escoger a los diputados de la Asamblea, el enemigo de la abstención amenazaba con aguar la velada democrática. La cifra se quedó en el 60,7% , aunque pudo haber sido peor dado el miedo de la gente a salir de casa para votar.
Lo que está claro es que la popularidad de Rebelo de Sousa no ha dejado de crecer desde que tomó las riendas del Palacio de Belém cinco años atrás. Y ha sido capaz de contentar a los círculos de un signo y de otro, especialmente al centro izquierda y al centro derecha .
Así las cosas, basta un ejemplo paradigmático para explicar el éxito de Rebelo de Sousa: él procede de las filas del PSD , el principal partido conservador, pero ha concitado el beneplácito de numerosos pesos pesados del Partido Socialista, que lo prefirieron en 2016 e igualmente ahora.
Son las peculiaridades políticas de este Portugal azotado por la pandemia en un grado altamente virulento. Sí, porque los ciudadanos de la cuna del fado demuestran decantarse por los socialistas desde el punto de vista legislativo, pero han apuntado al talante moderado en el caso de la presidencia: de hecho, pasaron de Aníbal Cavaco Silva a un Marcelo Rebelo de Sousa ferviente defensor de la fraternidad con España, como demuestra hablando nuestro idioma con total fluidez.
La única sombra en esta confirmación de su labor apaciguadora ha sido que la convocatoria de estos atípicos comicios presidenciales ha llegado en el peor momento para Portugal porque la presencia de las variantes británica, brasileña y sudafricana del coronavirus en su territorio ha disparado los contagios. Tanto es así que, precisamente, este domingo 24 de enero, día de la cita con las urnas, se batió el récord de muertes diarias con 275 y en la jornada anterior la media era de 11 fallecidos cada hora.
Los hospitales se hallan colapsados y el sonido de las ambulancias invade las calles de Lisboa en medio del silencio sepulcral de una ciudad fantasma, como todas las demás al otro lado de la frontera.
Por tanto, las preguntas eran obvias: ¿ Realmente se daban las condiciones para celebrar unas eleccione s? ¿no habría sido más conveniente aplazar la emisión de los votos ? Miles de portugueses creen que debían haberse atendido semejantes reclamaciones, pero también es verdad que la gravedad de la crisis sanitaria se ha acelerado en un plazo muy rápido de tiempo y ya no quedaba margen para activar los mecanismos constitucionales necesarios con el fin de posponer esta llamada a los más de 10 millones de electores.
Los colegios electorales, donde se palpaba el miedo a que no se respetara la distancia de seguridad , cerraron a las 19.00 hora portuguesa (20.00 en la España peninsular). Pero, en esta ocasión, los múltiples sondeos a pie de urna quedaron prohibidos debido a las circunstancias del grave brote infeccioso de covid-19.
Oficialmente, se autorizó una tarea similar por parte de cuatro empresas determinadas, pero no trascendió en qué condiciones iban a realizar sus funciones.
En vista del difícil contexto de la pandemia , apenas hubo lugar para las tradicionales anécdotas de una jornada de estas características. Bastante que los portugueses no se amedrentaron del todo para marcar la casilla correspondiente en la papeleta del voto, pero la verdad es que la alegría no reinaba precisamente en las filas ante los colegios electorales. Nada extraño en una época tan complicada para este país que ha ido de más a menos en la gestión sanitaria: del buen comportamiento inicial a un relajamiento que ha desembocado en una verdadera emergencia de norte a sur.
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