Merkel y Gabriel, socios y sin embargo contrincantes
El líder socialdemócrata y número dos del gobierno de Merkel conoce al dedillo los procesos legislativos en marcha, y tanto si gana las elecciones como si vuelve a formar parte de una gran coalición, será un factor de estabilidad
Sigmar Gabriel, es el hombre que más tiempo lleva al frente del partido desde los años de Willy Brandt y quien controla hasta el último resorte de su maquinaria interna. Para colmar su ambición solo le falta llegar a la Cancillería y estos últimos cuatro años como número dos del gobierno junto a la canciller Merkel le han proporcionado una experiencia inestimable. Conoce al dedillo los procesos legislativos en marcha junto con todo su aparataje político y técnico y tanto si gana las elecciones como si vuelve a formar parte de una gran coalición será un factor de estabilidad, pero le falta carisma.
Con Martin Schulz de vuelta en la política alemana tras abandonar Bruselas, un 64% de los socialdemócratas preferirían a este último el candidato contra Merkel, mientras que solo un 27% apoya la candidatura de Gabriel, que tiene tres semanas para presentar un proyecto estimulante.
De momento, Gabriel se ha procurado una nueva secretaria general que tiene contento a todo el mundo, Katarina Barley, y ha trasladado a su hombre de confianza y portavoz en el Ministerio de Economía de vuelta a la sede central del partido, la Casa Willy Brandt, además de dejarse hacer fotos por el popular Bild Zeitung en su casa y mientras ayudaba a su hija Marie, de cuatro años, a colorear un cuadernillo de princesa: «Sí a veces me gustaría que estuviese aquí para subir la compra, o cuando la niña está cansada y llora por cualquier cosa», comentaba en el mismo reportaje su mujer, Anke, que tiene 39 años y ejerce como dentista, «pero creo que ese sentimiento lo tiene cualquier madre de vez en cuando».
Ante la posibilidad de que Gabriel se presente como candidato a la Cancillería alemana, Anke reacciona con sincera despreocupación: «bueno, actualmente trabaja ya 16 horas al día , así que para nosotras dos la vida seguiría como hasta ahora».
Con apoyo decreciente en el SPD
En el partido, su línea es descendente. En diciembre de 2015 fue reelegido en el congreso del partido solamente por el 74,3% de los votos, en una votación que no puede considerarse con éxito por debajo del 90%. El propio Gabriel calificó el resultado como «castigo» por lo difuminado de su papel dentro de la gran coalición. Pero a pesar de esa desafección, son pocos los que se atreven a plantarle cara.
Dicen en Berlín que no se mueve una brizna de hierba en el SPD sin que Gabriel esté al tanto. Lo sabe todo de todos y todo el mundo le debe algo. Pero esa posición genera también enemistades internas latentes que pueden jugarle una mala pasada.
Es un gran estratega y un convencido europeísta. En materia de refugiados y respecto a la gran reforma en materia de seguridad, defensa e inmigración que prepara el gobierno alemán camina con Merkel, pero hay diferencias entre los dos. Gabriel, por ejemplo, ha reventado las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio entre EE.UU. y la UE al ser el primero en decir en voz alta que habían «fracasado», con los negociadores todavía sentados a la mesa.
Es duro con los bancos y recientemente le ha recordado a Mario Draghi que «imprimir dinero no es una política monetaria sostenible» , mientras la canciller guarda un prudente silencio. Considera a Donald Trump «una amenaza para la paz» y ha declarado que el principal peligro de las elecciones alemanas del próximo mes de septiembre son los ciberataques rusos.
Su temperamento colérico le ha llevado en ocasiones a censurar a sus colaboradores en público y su rapidez de reacción le ha dado fama de chaquetero. Y sobre todo es muy ambicioso . Él mismo ha relatado que hace unos meses, cuando su hija, decepcionada porque llegaba una vez más tarde a casa, le preguntó si tendría que seguir siempre acudiendo a hablar con su jefa, Angela Merkel, cada vez que ella le llamase, arropó a la niña en la cama y le prometió: «sólo hasta 2017, cariño, solo hasta 2017».
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