Al Quraishi, el ‘califa’ encargado de reconstruir Daesh
Amir Mohammed Abdul Rahman al-Mawli al-Salbi detonó este jueves una bomba que acabó con su vida
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Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi encontró su último refugio en Atmeh, localidad de la provincia siria de Idlib en plena frontera con Turquía. Desde hace al menos once meses vivía de alquiler en el segundo piso de la casa atacada por las fuerzas de Estados Unidos y, según declaraciones del propietario a la agencia AFP, «no tenía conducta sospechosa, venía a pagar la renta y se marchaba». El líder del grupo yihadista Daesh o Estado Islámico (EI) siguió los pasos de su antecesor, Abu Baker Al Bagdadi, hasta el último instante de su vida. Tras el colapso del ‘califato’ ambos encontraron refugio con sus familias en Idlib, en la zona bajo tutela turca, mantenían un muy bajo perfil y se inmolaron cuando fueron sorprendidos.
Apenas 24 kilómetros separan Atmeh de Barisha, lugar de la guarida de Al Bagdadi. Su papel como líder ha estado siempre en la sombra y la noticia de su muerte, no confirmada de momento por el grupo, se produce una semana después del asalto del EI contra la prisión de Hasake, un ataque que los analistas y expertos coincidieron en definir como el «resurgir» del EI. Los yihadistas querían liberar a los 3.500 compañeros retenidos allí desde 2019 y lanzaron la mayor operación desde el final del ‘califato’. Las fuerzas kurdas, con apoyo de Estados Unidos necesitaron seis días de combates para acabar con un asalto que dejó 250 muertos. La última orden de Quraishi, por tanto, siguió la línea marcada por Al Bagdadi que empleó uno de sus últimos mensajes para llamar a los suyos a asaltar prisiones y sumar así combatientes para la causa.
Quraishi nació en la ciudad iraquí de Tal Afar en 1976 y durante el régimen de Sadam Husein fue militar. Bajo su nombre de guerra se encuentra Amir Mohammed Abdul Rahman al-Mawli al-Salbi, titulado en sharia (ley islámica) y que en 2004 pasó por la prisión estadounidense de Camp Bucca, al sur de Irak, donde conoció a Al Bagdadi y se enroló en Al Qaida en Irak, la cuna de la que nacería después el EI. Washington ofrecía 10 millones de dólares a cambio de información que permitiera su captura.
Los servicios de inteligencia le consideraban «un veterano de la línea dura» y «uno de los más influyentes ideólogos» y su mandato ha estado marcado por el misterio absoluto sobre su persona. Fuentes de seguridad consultadas por ‘The Guardian’ le señalaron como uno de los máximos responsables de la limpieza sectaria aplicada por el grupo contra minorías como los yazidíes y cristianos.
Quinto líder neutralizado
Es la quinta vez que Estados Unidos descabeza a este grupo nacido como Al Qaida en Irak durante la invasión post Sadam Husein. Su fundador y primera bestia negra de Washington fue el jordano Abu Musab Al Zarqawi , muerto en un bombardeo selectivo en 2006. Su testigo lo recogió Abu Ayyub al-Masri , un egipcio experto en explosivos que decidió ceder el puesto de líder de la insurgencia iraquí a un combatiente local como Abu Omar Al Bagdadi y cambiar el nombre del grupo a Estado Islámico de Irak. Ambos murieron en otra operación estadounidense en 2010 en Tikrit y entonces llegó el turno de un hasta entonces desconocido Abu Baker Al Bagdadi, que formaba parte de la shura (consejo de mando) del grupo y que en tan solo cuatro años aprovechó el desconcierto en su país y la guerra en la vecina Siria para proclamar el 'califato' y atraer a miles de combatientes de todo el mundo a su causa.
Al Quraishi se suma ahora a esta lista negra y pronto el EI tendrá un nuevo cabecilla que pasará de forma automática a convertirse en «el terrorista más buscado» por parte de Estados Unidos.
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