El crepúsculo del gran partido de la antipolítica italiana
Di Maio, ministro de Exteriores, dimite como líder del M5E por sus numerosos errores y promesas incumplidas
Es el final de un bluf. La dimisión de Luigi Di Maio como líder del Movimiento 5 Estrellas, aunque continuará siendo ministro de Asuntos Exteriores, es la historia de un fracaso. Di Maio (Campania, 1986) ha pagado el precio de la antipolítica, su excesiva ambición, la devoción a la cultura de la incompetencia y el haber cancelado buena parte de las promesas que había realizado el Movimiento. No sorprendió su adiós del miércoles al liderazgo, porque el partido vive en el caos y en caída libre. Obtuvo casi un 33 % de votos en las elecciones de 2018 y hoy ronda el 15 %, y desde entonces 31 parlamentarios abandonaron el Movimiento -12 de ellos en las últimas semanas- por no estar de acuerdo con su liderazgo.
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Di Maio creía en los milagros. Besó la ampolla con la reliquia de la sangre de San Genaro que desde hace 400 años produce el milagro de la licuefacción, en coincidencia con el aniversario de su muerte -la Iglesia no habla de milagro sino de «prodigio»-. Si no milagroso, al menos prodigiosa fue su ascensión política a los cielos hasta convertirse en líder del Movimiento. A los 10 años soñaba con ser policía, a los 18 era acomodador en las gradas del estadio de San Paolo de Nápoles y vendía bebidas. Se inscribió al Movimiento 5 Estrellas y a los 26 llegó a la Cámara de diputados el más joven de su historia. A los 32 años llegó al Gobierno acumulando cuatro cargos: Vicepresidente, ministro del Desarrollo Económico, ministro de Trabajo y jefe político del Movimiento 5 Estrellas. «Ni siquiera Churchill, Adenauer o De Gaulle habrían sido capaces de hacer cuatro cosas al mismo tiempo», ha subrayado Domenico De Masi, profesor de Sociología de la Universidad La Sapienza de Roma.
Promesas incumplidas
Di Maio demostró inexperiencia, incapacidad y cometió infinidad de errores. Algunos clamorosos. «Hoy hemos abolido la pobreza, nosotros somos el auténtico cambio», llegó a gritar en septiembre del 2018 ante sus fieles, asomado al balcón del palacio Chigi, sede del gobierno, cuando el consejo de ministros aprobó la llamada «renta de ciudadanía», una ayuda temporal para indigentes y parados. Prometió 780 euros y al final no ha llegado ni a 500, con muchos abusos y casos de corrupción increíbles, como el conceder esa renta a personas con villas y coches lujosos, según ha descubierto la Guardia de Finanzas. Es obvio que la pobreza sigue y no se realizó el milagro de abolirla.
De antieuropeísta convencido, el M5E y su líder han pasado, por oportunismo político, a convertirse de hecho en europeístas. De ser enemigos jurados de los bancos, el M5E ha tenido que firmar en el Gobierno decretos para salvar una gran banca de Génova y recientemente otra de Bari. Tras sostener a los chalecos amarillos, con un viaje de Di Maio a París para entrevistarse con sus líderes y provocar un conflicto diplomático entre Italia y Francia, tuvo que pasar rápidamente a formar parte de los enemigos de los chalecos amarillos. Se proclamaba enemigo jurado de compromisos políticos, pero luego el M5E firmó un pacto de gobierno con la Liga del ultraderechista Salvini, por pura conveniencia política, y luego en septiembre con el Partido Democrático, de izquierda, hizo otro acuerdo de gobierno. En ambos casos, con gran desgaste político, porque además le han robado votos. De ser enemigo jurado de las viejas categorías políticas -»ya no existe la derecha ni la izquierda», reiteraba siempre Di Maio-, se ha percatado de que para sobrevivir debe elegir en qué parte está, aunque su falta de identidad constituye uno de sus graves problemas. Y el colmo del Movimiento: nació con la retórica de que sus dirigentes nunca se pegarían a la poltrona, pero hoy para los «grillinos», tanto los parlamentarios como los ministros, su primer credo es precisamente seguir en la poltrona.
Cada día más criticado y al no contar ya con el apoyo del fundador del Movimiento el cómico Grillo, Luigi Di Maio ha tenido que dimitir como jefe político, pero, eso sí, se ha agarrado a la cartera de Exteriores, aunque todo el mundo considera que no está capacitado para dirigir un ministerio que es clave para un gran país como Italia. Pero hoy a buena parte de los políticos italianos le falta la profesionalidad política e institucional y olvida los intereses de Italia. «La creciente dosis de falta de preparación e incultura de la clase política, además muy ignorante de historia y de geografía, es incapaz de enfocar debidamente nuestros auténticos intereses nacionales», según el historiador Ernesto Galli Della Logia. Luigi Di Maio es el símbolo, la parábola de esta clase política.