China busca una relación amistosa con los talibanes
Pekín mantiene abierta su Embajada en Kabul y dice respetar «el derecho del pueblo afgano de determinar su destino»
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La geopolítica hace extraños compañeros de viaje. Tras la retirada de las tropas estadounidenses del árido suelo afgano, tan poco han tardado los talibanes en tomar Kabul como en encontrarse frente a la mano tendida de la segunda potencia mundial. China , país vecino, ofrece cortesía ante un triunfo integrista que aúna riesgos y beneficios.
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«China respeta el derecho del pueblo de Afganistán de determinar de manera autónomamente su propio destino y (...) desea una transición tranquila», ha declarado esta tarde la portavoz del ministerio de Exteriores, Hua Chunying, durante la rueda de prensa diaria del organismo. La representante gubernamental, no obstante, no ha llegado a reconocer de manera explícita a los talibanes como nuevos líderes del país. Esta amabilidad no es nueva: el gigante asiático ya mantuvo relaciones cordiales con el Emirato Islámico desde su establecimiento en 1996 hasta la intervención de Estados Unidos en 2001.
Pekín asegura que «respeta la voluntad y las decisiones del pueblo afgano»
Tanto es así que, mientras muchos países occidentales desocupan sus embajadas en Kabul , la china «sigue funcionando con normalidad», según ha informado la portavoz. En un documento oficial publicado el domingo, la misión diplomática aseguraba haber «pedido a varias facciones en Afganistán que garantizaran la seguridad de ciudadanos, instituciones e intereses chinos». Hua ha detallado asimismo que la mayoría de sus compatriotas sobre el terreno habían sido evacuados en los días previos.
La buena sintonía se hizo patente en un encuentro celebrado hace dos semanas en la ciudad de Tianjin. A un lado el ministro de Exteriores chino, Wang Yi ; al otro una comitiva de nueve talibanes encabezados por el mulá Abdul Ghani Baradar , uno de los miembros fundadores. Entre corbatas y turbantes, el único elemento común eran –símbolo de los tiempos– las mascarillas que todos portaban por igual. Mediante este simbólico recibimiento, el gigante asiático reconocía a la guerrilla fundamentalista como interlocutor legítimo. El ministro chino había departido en esa misma sala con la número dos del departamento de Estado de EE.UU., Wendy Sherman , apenas dos días antes.
El caos como amenaza
La lucha contra el terrorismo es el primero de los puntos que guían la posición de China con respecto a Afganistán . Ambos países comparten 76 kilómetros de una frontera que une el corredor de Waján con la provincia de Xinjiang. Allí el gigante asiático trata de someter a la etnia uigur , mayoritariamente musulmana, por medio de campos de reeducación donde más de un millón de personas habrían sido obligadas, entre otras imposiciones, a abandonar el Islam.
Esta campaña ha suscitado el rechazo internacional pero no parece incomodar a los talibanes, quienes se han comprometido a controlar la expansión en su territorio del Movimiento Islámico de Turquestán Oriental (ETIM, por sus siglas en inglés), grupo radical uigur que China califica de organización terrorista.
Afganistán también desempeña un papel en la hostilidad creciente entre la potencia establecida y la emergente. Según la prensa oficial china, la «humillación» de EE.UU. hace evidente su decadencia. «Esta derrota es una demostración de la impotencia estadounidense aún más clara que la guerra de Vietnam; EE.UU. es de hecho un ‘tigre de papel’», sentenciaba este lunes el editorial del tabloide ‘Global Times’.
«China está preparada para desarrollar relaciones amistosas y cooperativas con Afganistán, y a desempeñar un papel constructivo», concluía hoy la portavoz de Exteriores. Esta expresión podría ser literal: el gigante asiático valora asimismo la oportunidad de expandir sus intereses económicos en el país vecino y afianzar su integración en el expansionista programa de inversiones conocido como la Nueva Ruta de la Seda . Al menos hasta que los caprichosos designios de la geopolítica cambien.