Butros Ghali, el trabajo más difícil
Fue responsable de la ONU durante algunas de las peores crisis internacionales tras el fin de la Guerra Fría. Ha muerto a los 93 años en un hospital de El Cairo (1922-2016)
El noruego Trygve Lie, primer secretario general de la ONU, definió su puesto como el trabajo más difícil del mundo. Una idea compartida por todos y cada uno de sus siete sucesores. Según el presidente Franklin Delano Roosevelt, ese empleo debería ser lo más parecido a un «moderador mundial» . Y la propia Carta de Naciones Unidas define el cargo como su «más alto funcionario administrativo».
Al hilo de un mundo cada vez más complejo, los ocho secretarios generales en la historia de Naciones Unidas han desempeñado sus responsabilidades dentro de un abanico institucional que abarca desde lo más burocrático hasta el activismo. Aunque en el caso de Butros Butros Ghali , su mandato estuvo lastrado por una sucesión de controversias y algunas de las peores crisis registradas tras el final de la Guerra Fría: Somalia, Ruanda, el colapso de Yugoslavia y el arranque de un sangriento pulso por la hegemonía en Oriente Medio que se prolonga hasta nuestros días.
El primer árabe en llegar a la secretaría general de la ONU (cristiano copto casado con una judía), Butros Ghali ganó el respaldo suficiente para hacerse con el más codiciado puesto internacional por su desempeño como ministro de Exteriores de Egipto, especialmente durante la primera guerra contra Irak tras la invasión de Kuwait. Un uso de la fuerza respaldado por el Consejo de Seguridad y en el que participó una extensa coalición internacional forjada por la diplomacia de Estados Unidos, con Bush padre en la Casa Blanca y James Baker en el Departamento de Estado.
En contraste con todo ese excepcional consenso en el marco de Naciones Unidas, la gestión de Butros Ghali estuvo marcada por un descalabro presupuestario y una serie de fracasadas operaciones de paz, desde Somalia a los Balcanes. Y sobre todo, en 1994, la reluctancia de la comunidad internacional a la hora de actuar contra el genocidio perpetrado en Ruanda.
Para sus incondicionales, Butros Ghali fue un buen diplomático que se estrelló contra el conflicto recurrente entre la Organización de Naciones Unidas y Estados Unidos. Para sus críticos, terminó convirtiéndose en un símbolo de toda la disfuncionalidad de una organización creada para aprender de los fracasos acumulados por la Liga de Naciones entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Al final, la Administración Clinton optó por una transición en la secretaría general tras un solo mandato entre 1992 y 1996, apostando por la candidatura de Kofi Annan .
Tras dejar la ONU, Butros Ghali sirvió entre 1998 y 2002 como secretario general de La Francophonie, aprovechando sus conexiones de toda una vida con Francia donde se había doctorado en Derecho Internacional. Y en 2004, fue nombrado presidente de un nuevo consejo de derecho humanos formado en Egipto por Hosni Mubarak , como respuesta a las presiones reformistas de Estados Unidos.
Representante de una clase cosmopolita que ahora ya no brilla en Egipto, quizá el momento más brillante de su carrera diplomática fue cuando, en calidad de recién nombrado ministro de Exteriores en 1979, acompañó a Sadat en su histórico viaje de paz a Jerusalén. Durante su etapa en Nueva York, nunca alcanzó un éxito comparable.
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