Verdades y mentiras de la Toma de Granada por los Reyes Católicos, el hecho que Podemos tilda de racista

Contrasta lo sostenido por este partido en Granada, donde el final de la contienda fue pactado, con lo que opina en Baleares, donde se festeja con su apoyo estos días la Diada de Mallorca, esto es, la conquista de la actual Palma a manos de las tropas del Rey Jaime I, que pasaron a cuchillo a 25.000 musulmanes

César Cervera

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La plataforma Granada Abierta aglutina a sindicatos, asociaciones feministas y partidos políticos como Podemos e Izquierda Unida en la persistente reclamación, año tras año, de suspender todos los actos de celebración del aniversario de la Toma de Granada, que fue conmemorada el pasado domingo bajo limitaciones de aforo por motivo de la pandemia. Esta plataforma considera la festividad como «racista y excluyente», una «falsificación histórica» de un hecho que, en sus palabras, celebra el incumplimiento de las condiciones firmadas por los Reyes Católicos con la población granadina y «el odio a la diversidad».

Contrasta lo sostenido por Podemos en Granada , donde el final de la contienda fue pactado y hasta se garantizó un salvoconducto a todos los musulmanes que quisieron abandonar la ciudad, con lo que opina este mismo partido en Baleares, donde se festeja con su apoyo estos días la Diada de Mallorca, esto es, la conquista de la antigua Madina Mayurga (la actual Palma) a manos de las tropas del Rey Jaime I, que pasaron a cuchillo a 25.000 musulmanes como guinda de la campaña; pero, sobre todo, es una lectura presentista de un acontecimiento histórico que marcó el paso de España hacia la modernidad como Estado y que se emplazó en un tiempo donde política y religión eran la misma cosa.

«Siento las muertes de cristianos, pero me alegro de poner en obra muy prestamente lo que teníamos en el pensamiento hacer»

Granada se convirtió en los albores de la Edad Moderna en el último reducto musulmán de la Península ibérica. Pospuesta durante los inestables reinados de Juan II y Enrique IV , la conquista de Granada se situó como prioritaria para los Reyes Católicos , que habían crecido bajo la amenaza que suponía el auge del Imperio otomano, que en 1453 logró la caída de Constantinopla, y no estaban dispuestos a tolerar el desafío de Muley Hacén, el emir de Granada , que durante este periodo se apoderó de varios bastiones en la frontera cristiana y dejó de pagar el tributo estipulado con los cristianos. Incluso los cronistas árabes destacaron la belicosidad de este emir: «Magnánimo y valeroso, amante de las guerras y los peligros y horrores que ellas causaban».

Al enterarse en Medina del Campo del ataque musulán a Zahara , Fernando El Católico afirmó en voz alta: «Siento las muertes de cristianos, pero me alegro de poner en obra muy prestamente lo que teníamos en el pensamiento hacer». Esta plaza, cuyos pobladores fueron esclavizados o asesinados, había sido conquistada por el abuelo del aragonés, Fernando de Antequera , en 1410. Era una cuestión familiar para él devolver el golpe.

El Papa Sixto VI apoyó la empresa militar instituyendo una Cruzada, a modo de asistencia financiera. La bula de Cruzada fue prorrogándose cada dos años hasta alcanzar en su último año, 1492, una recaudación de 500 millones de maravedíes. Tres cuartas partes de los fondos que financiaron esta guerra, rica en episodios de gran violencia en ambos bandos, procedieron de impuestos eclesiásticos. La nobleza, el alto clero, los banqueros italianos y las comunidades judías aportaron el resto de los fondos. Además, desde distintos países europeos llegaron importantes remesas económicas y, sobre todo, acudieron caballeros y aventureros alemanes, ingleses, borgoñones, alemanes... dispuestos a participar en la última Cruzada del Occidente cristiano.

Retrato de Fernando e Isabel.

Tampoco era menor el apoyo popular que tenía la empresa granadina en España. «Por donde quiera que iban, hombres, niños, mujeres, le salían al encuentro de todas partes por aquellos campos y les echaban mil bendiciones: llamábanlos amparo de España (...)», escribió el padre Mariana sobre el fervor popular que desataba el paso de las tropas. Recién pacificada Castilla de sus sucesivas guerras internas, los Reyes Católicos emplearon la figura del enemigo común para enfrascar a los revoltosos magnates del reino en una campaña donde viejos rivales lucharon hombro con hombro.

Los cristianos tenían la superioridad numérica y la moral de su lado, pero las características del terreno alargaron una guerra de asedios y escaramuzas, sin grandes batallas en campo abierto, durante seis años. En este plazo de tiempo, los Reyes Católicos desarrollaron un dispositivo militar, una administración y un sistema de fiscalidad, cuya meta final era un Estado moderno que los reyes de la Casa de los Austrias emplearon posteriormente para lograr la hegemonía en Europa.

‘El Rey chico’ sembró la discordia en Granada

Durante la primera etapa de la guerra, entre 1482 y 1484, la improvisación y las actuaciones aisladas de grandes nobles andaluces, entre ellos el Duque de Medina-Sidonia o el Conde de Cabra, hermano mayor de Gonzalo Fernández de Córdoba , marcaron un ritmo lento en el conflicto. La suerte cristiana mejoró en la segunda etapa, porque los ejércitos de Isabel y Fernando aumentaron sus prestaciones y conquistaron los valles de Ronda, Loja, Marbella, Málaga, un puerto imprescindible para la recepción de suministros y refuerzos desde el Norte de África , y Baza.

El Gran Capitán en el asalto a Montefrío.

Especialmente importante fue que los Reyes se asociaran con el príncipe Abu Abd Allah , conocido por los españoles como Boabdil, ‘El Rey chico’, lo que sumió al bando musulmán en una guerra civil. Hijo del Rey Muley Hacen y Aixa, prima del soberano, Boabdil se crió bajo una alargada profecía que afirmaba, desde su nacimiento, que llevaría a la muerte a todos los que le amasen, y entre sus manos la media luna se terminaría transformando en cruz. Pero no fueron palabras, sino líos de faldas, lo que alejó al heredero de su padre, Muley Hacén , quien relegó a Aixa a un segundo plano por una concubina cristiana del harén. Aixa, que intentó sin éxito matar a la cristiana y sus hijos, incitó a Boabdil a rebelarse contra su padre valiéndose de sus muchos aliados entre la aristocracia nazarí, pues no hay que olvidar, ella era hija de un sultán anterior.

El severo Muley Hacén creía que Boabdil, un hombre cortés, «afable y de modales elegantes», no era apto para reinar en Granada, entre otras cosas porque su temperamento en poco o nada se parecía al suyo. Mal hizo subestimando a su hijo... Aprovechando que Hacén se encontraba lejos luchando con los cristianos, Boabdil y su madre levantaron lo que los cronistas árabes denominaron «una terrible rebelión que rompía los corazones de los granadinos». En 1482, el emir sufrió un golpe de mano por parte de su hijo y por una importante facción de la ciudad, aliada con Aixa. Hacén tuvo que regresar a toda carrera hasta su capital.

En medio de esta guerra civil, Boabdil se propuso demostrar que él también era un hábil guerrero. Buscando una victoria de prestigio, Boabdil asaltó la ciudad de Lucena , en el interior de Castilla, convertida en un encarnizado campo de batalla cuerpo a cuerpo. Algunos de los mejores oficiales granadinos murieron ese día, mientras el Rey Chico era apresado cuando intentaba salvar a su caballo de morir ahogado. Fernando e Isabel le trataron con respeto y accedieron a liberarle a cambio de un gran rescate, vasallaje y la promesa de un pago de tributo anual. Sin otra opción, él accedió.

A su vuelta a Granada, Boabdil fue recibido como un héroe por muchos, tantos como los que sospechaban que había hecho un pacto con el enemigo. La lucha de bandos se intensificó con su regreso, especialmente a la muerte de Muley Hacén, en 1485, que partió moribundo de la ciudad con su esposa cristiana tras ceder el trono a su hermano Ibn Sad, llamado ‘El Zagal’ , experimentado comandante.

Esta rivalidad entre Boabdil y su tío coincidió con grandes avances cristianos, de modo que los dos emires dividieron la ciudad en dos y, al menos en apariencia, se reconciliaron para enfrentarse a los Reyes Católicos. Estos, como no podía ser de otro modo, vieron en aquel movimiento de Boabdil un incumplimiento de su juramento de lealtad y fidelidad hacia ellos. De ahí que cuando el príncipe volvió a caer en sus manos, tras la caída de Loja, le forzaran a concretar aún más los términos de su vasallaje: ayudaría a los cristianos, una vez fuera liberado de nuevo, a cambio de que ellos le ayudaran a derrocar a su tío. Boabdil mantuvo a partir de entonces contactos secretos con los Reyes Católicos, muchos de ell os a través de su amigo y confidente Gonzalo Fernández de Córdoba, el que sería apodado por los italianos como el Gran Capitán, que adquirió gran protagonismo en la fase final del conflicto gracias a su conocimiento de la lengua árabe.

A su vuelta a Granada, Boabdil fue recibido como un héroe por muchos, tantos como los que sospechaban que había hecho un pacto con el enemigo

Con la ayuda de Isabel y Fernando,’El Zagal’ fue expulsado de Granada y el príncipe nombrado Rey. Boabdil se convirtió en un fiel aliado de los cristianos, a los que prometió entregar Granada en cuanto pudiera como parte de un intercambio de lugares de la parte oriental del reino que entonces eran leales a ‘El Zagal’. Cuestión aparte es que Boabdil encontrara la forma de salir con vida si rendía la ciudad sin combatir. Poco quedaba por entonces de la tan cacareada tolerancia entre musulmanes, cristianos y judíos, ni del esplendor cultural que había dado lugar a una de las ciudades más bellas de Occidente . Paulatinamente, la ciudad de Granada fue llenándose así de refugiados radicalizados, que buscaban un último lugar donde resistir hasta la muerte.

Ante el acuerdo secreto entre los Reyes Católicos y el último Rey de Granada, ’El Zagal’ contestó con la misma moneda. En diciembre de 1489, el tío de Boabdil se convenció de que toda resistencia era en vano, entregó el puerto de Almería y abandonó Guadix antes de que acabara el año. Vendió sus posesiones en Andalucía y se marchó a su nuevo hogar en el norte de África , dejando a su sobrino sin salida al mar. No faltaron los cronistas árabes que, como Nubdhat Al-ASr , vieron en su maniobra una enrevesada forma de vengarse de Boabdil:

«Mucha gente asegura que El Zagal y sus comandantes vendieron estos pueblos y distritos que gobernaban al soberano de Castilla y que recibieron un precio a cambio. Todo esto con vistas a vengarse del hijo de su hermano [...] y sus comandantes que estaban en Granada, solo ya con la ciudad bajo su dominio y beneficiándose de una tregua dada por el enemigo. Con este acto quería aislar Granada, para destruirla del mismo modo que el resto país había quedado destruido»

El emir no lloró; se retiró a sus nuevas posesiones

Las acciones del invierno de 1490 dieron prueba de lo precario de las defensas granadinas. Como relata José María Sánchez de Toca y Fernando Martínez Laínez en ‘El Gran Capitán’ (EDAD, 2015), Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hazañas, entró de noche en Granada con 15 de los suyos, clavó con su daga el Avemaría en la puerta de la mezquita mayor y al salir incendió el mercado de la ciudad. A su vez, en esas mismas fechas fracasó el intento de liberar a los 7.000 cautivos cristianos que estaban encarcelados en las prisiones granadinas. La mayor parte murió de hambre durante el asedio.

Para intensificar la presión sobre el emir, los Reyes Católicos comenzaron en el verano de 1491 la construcción del campamento de Santa Fe, construido de forma cuadricular frente a Granada, con la firme decisión de que solo lo levantarían tras la caída de la ciudad. No trajeron artillería pues en ningún caso pretendían destruir la ciudad. El 25 de noviembre de 1491, los Reyes firmaron con Boabdil el acuerdo definitivo para rendir la ciudad. Los monarcas se comprometían a respetar los bienes y las personas que vivían en Granada, a garantizar la libertad de culto, y que se siguiera empleando la ley coránica para dirimir conflictos entre musulmanes. Las capitulaciones, asimismo, incluían la promesa de que no habría castigo para los tornadizos, elches y marranos refugiados en Granada, a quienes se facilitaría el traslado al Norte de África .

'Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra', obra de Manuel Gómez-Moreno González (1880).

En compensación por este acuerdo tan benigno, ‘El Rey chico’ consistió entregar Granada en un plazo de dos meses, una condición complicada de llevar a efecto a causa de la amenaza de un motín generalizado contra el último Rey de Granada . Con el permiso del emir, una avanzada cristiana ocupó la Alhambra, adelantándose a cualquier reacción violenta del pueblo, lo que fue seguido por la entrega de la ciudad. Un cronista vasco describió aquel día como el que «redimió a España, incluso a toda Europa» de sus pecados.

En Roma, el final de la Cruzada fue celebrado con campanadas, encierros y corridas de toros. Los conquistadores recibieron la calificación de «atletas de Cristo» , y los Reyes el título de «Católicos»con el que hoy son conocidos en los libros de Historia. No es casual por tanto que Isabel y Fernando eligieran Granada para el reposo de sus restos en la Capilla de los Reyes de la Catedral.

El 2 de enero de 1492 se escenificó la rendición en una ceremonia desprovista de humillaciones, como demuestra el hecho de que Boabdil no besara las manos de los Reyes. Entregó las llaves de la ciudad al Conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza , que sería el primer capitán general de la Alhambra. Según recoge la Crónica de los Reyes Católicos , Boabdil avanzó sobre su caballo de cara al enemigo que acampaba más allá de los muros de Granada y entonces un tropel de gentes famélicas, compuesto de madres gimiendo y niños «dando voces diciendo que no podrían sufrir el hambre; y que esta causa vendrían a desamparar la ciudad e irse al real de sus enemigos, por cuya causa la ciudad se tomaría y todos vendrían a ser cautivos y muertos ».

El último emir siguió viviendo en la Península, en un territorio asignado por los Reyes en las Alpujarras, pero al cabo de dieciocho meses cruzó el Estrecho para morir en Fez

La rendición había sido la única salida posible. El último emir siguió viviendo en la Península, en un territorio asignado por los Reyes en las Alpujarras, pero al cabo de dieciocho meses cruzó el Estrecho para morir en Fez décadas después. Las condiciones firmadas por los Reyes fueron respetadas inicialmente y se permitió la salida de todos los que quisieran de la Península. La población mudéjar pasó a ser tratada con mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor de la Reina, el Cardenal Cisneros (1499). Como resultado, se obtuvo un incremento de las «conversiones», pero también una serie de desórdenes violentos que se extendieron hasta avanzado el siglo XVI.

Estos episodios, no en vano, fueron considerados como una ruptura de las condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los Reyes emitieron la Pragmática del 11 de febrero de 1502 , que obligaba al bautismo o al exilio de los musulmanes. Conforme avanzaba el siglo y crecía la amenaza de que los turcos se valieran de Granada como cabeza de puente para atacar directamente en España, la política de evangelización, predicación y catequización dejó paso a medidas extremas. En 1526, Carlos V dejó en suspensión, a cambio del pago de 80.000 ducados, la prohibición de todos los elementos distintivos de los moriscos como la lengua, los vestidos, los baños, las ceremonias de culto, los ritos que las acompañaban, las zambras. Esta prórroga se terminaría en el reinado de Felipe II .

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación