Leyendas y símbolos que puedes descubrir en el Camino de Santiago
Bajo la superficie de la peregrinación a Compostela se esconde todo un universo de símbolos, culturas y creencias que se funden en una experiencia mística irrepetible
En la tierra de la Santa Compaña, de las brujas y los conjuros, de las rutas de las estrellas y el ‘lobisome’, el Camino tenía que ser algo más que piedra, bosques y corredoiras hasta Santiago. Bajo la superficie de la ruta jacobea se esconde a nuestros ojos todo un universo de símbolos y leyendas, de creencias antiguas y profundas , que envuelven en un misticismo especial a la peregrinación hasta la tumba del Apóstol. Son las señales que hablan del rastro de los templarios, del oficio de los gremios de constructores que ocultaban mensajes en sus obras, de lugares con una energía especial ya reconocida por culturas anteriores.
Lo sabe bien el periodista y escritor Fran Contreras, con doce caminos recorridos en los últimos dieciseis años, más de 10.000 kilómetros en las piernas y preparándose para la próxima partida, en primavera. « El Camino es una ruta de conocimientos de todo tipo, que a día de hoy seguimos desconociendo –afirma–. Es mucho más que una ruta religiosa», y llega a convertirse «en un nexo común de espiritualidad de todas las culturas». La experiencia de Contreras está reflejada en la última edición de su libro, ‘Guía mágica del Camino de Santiago’ (Luciérnaga, 2021), que se convierte en compañero imprescindible de viaje no solo para que no se escape uno solo de esos pequeños detalles, sino para estrenarse de cero en el peregrinaje.
Mensajes ocultos
El autor llama la atención al relato que los escultores labraron en la piedra de las arquivoltas y tímpanos de las iglesias del Camino. «Son la antigua televisión, porque el hombre del Medievo no sabía leer ni escribir», y «siempre había un mensaje oficial y uno extraoficial» , como la portada gótica de la colegiata de Santa María la Blanca en Villalcázar de Sirga (Palencia), en cuyo friso se disimula el secreto de un tesoro templario, el casi centenar de demonios de la cornisa exterior de la iglesia de San Martín de Tours en Frómista (Palencia) o el más conocido ‘autorretrato’ del Maestro Mateo, disimulado en el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana. De Mateo, dice Contreras, hay que reconocer que «cambió el imaginario colectivo de toda Europa » al «tallar en piedra la imagen del Apóstol que hoy todos abrazamos», enfrentándose así a una Iglesia que en aquella época perseguía «la idolatría».
El itinerario jacobeo también da la oportunidad de visitar espacios que poco tienen de santos o sagrados, como la cárcel de peregrinos de Triacastela, hoy rehabilitada. « Era un lugar donde los truhanes, peregrinos o no, pasaban unas cuantas horas o noches si cometían algún delito» , lo que nos devuelve a la realidad que «gente mala la había entonces y la hay ahora». Contreras recuerda que el Camino, incluso en sus orígenes, tuvo mucho de «turismo religioso», y en «esa autovía de peregrinos y viajeros había de todo».
Los tramos navarro y aragonés del Camino encuentran algunos viejos albergues naturales en cuevas como las de las Güixas (Villanúa) o parajes singulares como los de Burguete. Estamos en tierras de brujas, aquelarres y rituales a la luz de la luna , donde lo profano serpentea con lo sagrado, de la mano del Santo Oficio, que dio buena cuenta de los supuestos herejes. En la vecina Bargota se podrá recuperar la historia del brujo Johannes, habitual de los rituales en la cinematográfica Zugarramurdi. Pero también hay rastro de leyendas cristianas como la del Grial, que según la tradición se custodió en el Monasterio de San Juan de la Peña, en las inmediaciones de Jaca. Y no faltarán momentos peculiares , como la fuente de Irache —única en el mundo— de la que no brota agua sino vino, que seguramente tenga poco milagro y sí una bodega cercana.
Los símbolos de la peregrinación están en lo más básico: los elementos para afrontar la andadura. «La concha de la vieira era un símbolo de haber peregrinado, porque en el Medievo solo se encontraban en la Costa da Morte, y algunos peregrinos se enterraban con ella», explica, «y el bordón vertebró el Camino», dado que fue «el instrumento con el que los canteros edificaban ermitas y catedrales» a partir del reflejo de sus sombras «al atardecer o al amanecer», y así delinear los terrenos.
El ‘milagro de la luz’ del monasterio de Yuso (San Millán de la Cogolla) así lo acredita. «La calabaza es un símbolo griálico», añade, «y el zurrón es la representación de la humildad». Todo se entrelaza para darle un sentido superior a objetos aparentemente simples . El mismo hecho jacobeo está impregnado de esa mística: «Recordemos que el eremita Pelayo –el legendario descubridor del enterramiento original del Apóstol– dice ver unas luces en el cielo, lo que los periodistas del misterio hoy llamaríamos ovnis».
Etapas favoritas
Contreras, ante el reto de elegir dos tramos que condensen esa carga espiritual y mágica, señala las etapas navarras –«que son un viaje en el tiempo a la Edad Media» – y el epílogo de la ruta, una vez alcanzada Compostela, con parada final en Finisterre. «Es alucinante, es como trasladarse al tiempo de los cultos celtas y megalíticos», y destaca «la gran concentración de arte rupestre y dólmenes» de estos tramos, «que hoy pasan desapercibidos, pero si sabes observar, la magia está ahí».
«Hay que llegar a Compostela, agradecer al Apóstol por haberlo hecho bien, pedir por quien lo necesita por culpa del bicho [el Covid] o el volcán de La Palma, por quienes caminaron antes que nosotros y ya no están, y tirar hacia adelante hasta el auténtico final de la ruta», ese ‘finisterrae’ donde se pone el sol en el ‘Ara Solis’ que ya relataron los romanos. Esto y mucho más es el Camino .