Así fue la matanza de Kibeho: la olvidada venganza de los tutsis tras el genocidio de Ruanda

Tal día como hoy de 1995 se ponía fin al asesinato «indiscriminado» de 6.000 hutus, aplastados, por disparos o a bayonetazos, cuando trataban de huir del campo de refugiados tras la guerra civil

Imagen tomada el 26 de abril de 1995 en el campo de refugiados de Kibeho AFP

I. Viana

Hace hoy 19 años, el Ejército de Ruanda, mayoritariamente formado por antiguos guerrilleros tutsis, no le tembló la mano para reprimir a los miles de refugiados hutus que se encontraban en el campo de Kibeho . Se estima que, a lo largo de varias jornadas y hasta el 23 de abril de 1995, fueron asesinados más de 5.000. Es la mayor matanza ocurrida en aquel país desde el final de la guerra civil que acabó con la vida de un millón de personas y que hoy apenas se recuerda.

Cuerpos de niños asesinados en el campo de refugiados de Kibeho

Justo un año antes, el 8 de abril de 1994, ABC publicaba el siguiente artículo: « La muerte del presidente enciende el terror y las matanzas tribales en Ruanda ». Solo hacía dos días que el avión en el que viajaba Juvénal Habyarimana, junto a su homólogo de Burundi, fuese alcanzado por un misil en pleno vuelo. Un magnicidio con el que daba comienzo uno los episodios más aberrantes, sanguinarios y atroces de la historia reciente: el genocidio ruandés.

Fue tal la ola de violencia que se desató en el país africano que, durante cinco meses, fueron asesinados entre 800.000 y un millón de tutsis (y hutus moderados) . Una masacre sin precedentes que provocó más de dos millones de refugiados según los datos oficiales. El 85% de la población, los hutus, agredió, torturó y aniquiló de manera sistemática al otro 15% tutsi.

100.000 hutus

Muchos de estos desplazados acabaron en el campo de refugiados de Kibeho. En él se hacinaban entre 80.000 y 100.000 hutus que habían huido del país después de que el Frente Patriótico Ruandés (FPR) , de mayoría tutsi, se hiciera con el poder y emprendiera la venganza que su pueblo había sufrido en los meses anteriores.

Kibeho fue el peor episodio de aquella represalia y la confirmación de que los baños de sangre en Ruanda no se habían detenido con el final de la guerra civil que habían impulsado los hutus para exterminar a los tutsis. Un genocidio que acabó con más del 10% de la población total ruandesa.

Las víctimas pasaban ahora a ser verdugos: «Han perdido la vida entre cinco mil y ocho mil ruandeses de la etnia hutu, y más de ochocientos han resultado heridos en el campo de refugiados de Kibeho a manos de un Ejército compuesto en su mayoría por tutsis. Sin embargo, la cifra de víctimas podría ser superior, ya que, al cierre de esta edición, las matanzas continuaban», contaba ABC sobre aquella masacre.

Abrieron fuego «indiscriminadamente»

Según la Misión de las Naciones Unidas, los soldados abrieron fuego «indiscriminadamente» contra los miles de desplazados cuando estos intentaban escapar. La razón es que el Ejército tutsi mantenía acordonado el campo de refugiados, con el objetivo de identificar a los responsables de genocidio, que se escondían entre los inocentes con el objetivo de pasar desapercibidos y escapar. Según informó el FPR, los extremistas hutus se escondían también en otros campos instalados en la frontera con Zaire, Burundi y Tanzania, donde más de millón y medio vivían como en un «estado paralelo».

Evacuación de los heridos en Kibeho

El historiador francés especializado en los conflictos de África del Este, Gerard Prunier , afirmó que «en los campamentos se refugiaron miles de niños y mujeres, así como hombres que podrían haber sido genocidas, pero también podrían no serlo». A pesar de la duda, el ex director de la Oficina de Emergencia de las Naciones Unidas para Ruanda aseguró que «la hostilidad del Gobierno ruandés hacia los campos fue profunda y visceral. Una gran proporción de lo que allí se habían refugiado fueron vistos por el Gobierno como los responsables del genocidio».

El 17 de abril de 1995 todo parecía dispuesto cuando las autoridades del FPR anunciaron que los campamentos de la provincia serían cerrados para separar, por la fuerza, a los responsables de las matanzas anteriores de los hutus inocentes que serían enviados a su casa. Pero las maniobras resultaron desmesuradas contra una población que no quería regresar a casa por miedo a ser asesinada. y que, sin embargo, acabó encontrando la muerte allí mismo: «Cuando el EPR utilizó la medida expeditiva de disparar al aire para que los desplazados se movieran, una mujer recibió un disparo en la cadera y diez personas, la mayoría niños, fueron pisoteadas hasta la muerte. Los soldados incendiaron muchas de las chozas para que los desplazados no regresaran», describió uno de los 32 soldados australianos que fueron enviados de inmediato por la Misión de Asistencia de la Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR).

6.000 muertos

La matanza culminó el 23 de abril de 1995 con miles de muertos entre, ya fuera por los bayonetazos, por los disparos de los soldados o aplastados por la avalancha al tratar de huir de las balas. En un primer momento no se pudo determinar con exactitud el número de fallecidos, pero solo había que echar un vistazo sobre el terreno para considerar la cifra oficial dada por el Gobierno de Ruanda (338 víctimas) era muy baja.

Algunas organizaciones no gubernamentales elevaron la cifra a 6.000. El relator de la comisión, Erns Wesselius, aseguró que «la tragedia de Kibeho no fue una acción planeada por las autoridades ni fue un accidente que no pudo ser evitado». El recuento de cadáveres realizado por el personal del Cuerpo Médico australiano estableció 4.200 en las áreas a las que pudieron tener acceso, aunque aseguraban tener pruebas de que otro montón de cuerpos habían sido ocultados por la noche. A estos habría que sumar otros 500 que, según calcularon, permanecieron sobre el terreno sin contabilizar.

Según Prunier, una «estimación razonable» de los muertos sería más de 5.000, a los que habría que sumar otros cientos de heridos. El Gobierno ruandés rechazó una comisión internacional de investigación, que insistieron, sin ningún tipo de visitas sobre el campo, que los muertos, en total, ascendían a 338.

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