En breve:
‘Jev’ desprende gusto por la velocidad desde que su madre le dio a luz a los siete meses de gestación. Criado a la vera del circuito que tenía su padre en Pontoise, a los cuatro años ya se interesó por los karts en una localidad anclada al norte de París pero olvidada desde la Edad Media.
Lo cierto es que el progenitor de Jean-Éric estimuló en el pequeño su incipiente pasión. De hecho, le obligó a superar su miedo al agua si quería pilotar. Aupado por este padre entusiasta de la Fórmula 1, Jean-Marie Vergne ascendió rápidamente con numerosos triunfos en categorías inferiores. Como una indiscutible promesa, sus éxitos facilitaron su patrocinio por parte de la Federación Francesa de Deportes de Motor (FFSA) y pronto debió plantearse abandonar la villa musa de Camille Pisarro y atravesar el Canal de la Mancha para formar parte de la escuela de jóvenes pilotos de Red Bull.
En la británica Milton Keynes atisbó que el motor sería su futuro y dominó la nostalgia con pensamientos optimistas. «No podría trabajar en una oficina», reconoció en la academia mientras el perro de la familia ‘Villeneuve’ se acostumbraba a sus ausencias. No decepcionó Jean-Éric en la cantera de las bebidas energéticas. Además de mejorar su pilotaje, amplió su inglés, optimizó sus condiciones físicas corriendo por los campos británicos, exhibió su carácter bromista y trazó varias amistades con los compañeros. De hecho, los otros pilotos –rivales en su carrera-, se encariñaron con ‘Jev’ mientras sumaba éxitos en diferentes categorías en contra del habitual ambiente competitivo del mundo del motor.
El adolescente se convirtió en un hombre bajo el lema de su escudería madre que presenta con orgullo: ‘Te da alas’. Con la mayoría de edad, Vergne apuntaló sus últimos pasos. Ganó la Fórmula 3 británica y fue segundo en la Renault. Su mánager en Carlin Motorsport ya apuntó que sería un «superpiloto» y Red Bull decidió llamarlo a su filial (Toro Rosso) cuando prescindió de Sébastien Buemi y Jaime Alguersuari. No era la primera vez que se subía a un fórmula 1, puesto que durante los últimos grandes premios de 2011 participó en los entrenamientos de los viernes. Su padre le había descrito como un conductor «atacante» aunque le aconsejaba ser prudente y pensar en las carreras a largo plazo. Gerhard Berger, copropietario de la escudería, le señaló como el posible «nuevo Sebastian Vettel».
En el ‘box’ ya se le conoce por su buen humor y sus inundaciones del garaje con música ‘house’ y ‘chillout’. En el aspecto deportivo, el objetivo de este novato es destacar dentro de su equipo y volver a situar a Francia en las conversaciones del mundo del motor. Su influyente padre desea que encarne un nuevo Alesi o Villeneuve, aunque Jean-Éric insiste en que su espejo será Sebastian Vettel hasta que consiga hacerse un nombre propio. Por el momento, su primera temporada en la fórmula 1 sembró buenos proyectos: puntuó cuatro veces y superó a su compañero de escudería. Para 2013 contará con una ayuda clave: un ingeniero de Red Bull dedicado en exclusiva a su monoplaza. Es su turno para demostrar que es algo más que un seguidor de Vettel.