Compartir nombre -pero traducido- con Red Bull es toda una declaración de intenciones. La escudería que dirige Franz Tost sirve de equipo cantera de los campeones del mundo, a efectos prácticos. Toro Rosso ha servido de campo de pruebas para Red Bull desde que heredara la licencia de la mítica Minardi, aunque con el tiempo han conseguido una cierta independencia de la casa madre.
Nada ha vuelto a ser igual para Toro Rosso desde que Sebastian Vettel consiguiera en el velocísimo trazado de Monza la primera y única victoria para el equipo en la temporada 2008. En aquellos tiempos felices el teórico equipo B de Red Bull llegó a plantar cara y batir con cierta asiduidad a sus 'hermanos mayores'. Pero llegó el cambio de normativa, las prohibiciones por parte de la FIA de compartir chasis con otras escuderías, y Toro Rosso, equipo que heredó las instalaciones de la histórica Minardi, entró en una dinámica descendente de la que aún no ha podido salir.
El año pasado, con los 'cachorros' Vergne y Ricciardo defendiendo sus colores, se convirtieron en unos fijos en la quiniela de eliminados en la Q1, junto a Caterham, Marussia y la ya desaparecida HRT. No fue sino la confirmación del mal camino que comenzó en 2011, tras cuya temporada echaron a Jaime Alguersuari y Sebastian Buemi por no considerarles suficientemente competitivos.
Después de un 2012 más que dubitativo, en este 2013 repiten pilotos. Ricciardo y Vergne volverán a utilizar a Toro Rosso como trampolín para Red Bull. Sin HRT en la parrilla, Toro Rosso se enfrenta al abismo de convertirse en habituales eliminados en la Q1, un auténtico despropósito para ellos.