En breve:
Fernando Alonso afronta su cuarta temporada de rojo y el objetivo sigue siendo el mismo: ser campeón del mundo por tercera vez en su carrera. El agridulce sabor de la campaña 2010 se convirtió en un amargor insoportable en el 2011, cuando el Ferrari apenas pudo optar a la victoria. En 2012 volvió a besar la lona, en el último asalto y después de haberse vaciado en la pista. Fue líder, favorito y gran candidato al título. Había cuajado su mejor temporada en la Fórmula 1, una conducción espectacular y, para el recuerdo, el memorable Gran Premio de Europa en el Valencia Street Circuit. Sus lágrimas rodaron en el podio mientras el himno español henchía de orgullo el pecho de todos los aficionados españoles por el espectáculo que habían visto. ¿Quién iba a pensar que Sebastian Vettel le recuperaría el terreno perdido en la recta final del campeonato? Hubo que esperar a la última carrera, a las últimas vueltas, a las últimas curvas para volver a ver cómo Alonso se quedaba con el título más cruel del deporte: el de subcampeón.
Después de unos meses en los que el guerrero ha reposado la mente y ha trabajado -machacado, más bien- el cuerpo, se enfundó el traje de batalla para comenzar el asalto de nuevo. Este año tiene que ser el año. Con una media sonrisa del que sabe que quien lo da todo no puede ser más exigido, Alonso tiene ante sí una temporada en la que pretende brillar de nuevo con luz propia. Esta vez parece que el monoplaza le acompañará. Por primera vez desde que arribara en Maranello, tendrá en sus manos un Ferrari capaz de mirar a los ojos al Red Bull.
El enorme ciclo que está protagonizando Sebastian Vettel en las últimas temporadas juega a favor y en contra de Alonso y sus opciones al título. A sabiendas de que Red Bull es quien debe defender el título, el español ha dejado toda la presión de ser el claro favorito al rival, a sabiendas de que la guerra psicológica es tanto o más importante que recortarle tres segundos por vuelta. Con permiso de las posibles sorpresas de Hamilton en su debut con Mercedes y del dubitativo Button, el piloto asturiano es quien debe acabar con el reinado de Red Bull. Llega a 2013 en su mejor momento de forma, en el punto justo de madurez, perfecto para lograr el gran sueño de igualar los títulos de, entre otros, Ayrton Senna. No puede dejar que Vettel se le escape, no otra vez.
Fuera de la pista, Alonso quiere ser un joven más. Para su incomodidad, no puede pasear por su Oviedo natal sin que le asalten mil y un fans. Después de unos años en Suiza, que le granjearon no pocas críticas por el tipo fiscal que allí pagaba, el español decidió regresar a casa. Ahora, su base de operaciones, cuando le dejan sus compromisos con Ferrari, está en Asturias, lejos de ese glamour que nunca ha comulgado con él. El escenario perfecto para dar rienda suelta a su otra gran pasión: la bicicleta.
Y es que, para este bicampeón del mundo que ha conseguido meter el veneno de la gasolina en más de la mitad de la población española, no hay nada más placentero que enfundarse unas mallas y una camiseta, sacar su bici e irse a rodar. No sólo en carretera o en el campo también, Fernando Alonso es un ciclista consumado, que incluso llegó a plantearse crear su propio equipo ProTour, con Alberto Contador como cabeza del proyecto. Ese sueño está, de momento, aparcado. Mientras, a cada Gran Premio se lleva su bici de última generación para rodar junto al ejército de mecánicos y fisioterapeutas que le acompañan en cada GP. De hecho, su promocionada preparación física la pasó en Dubai, junto a sus más cercanos, realizando unos entrenamientos dignos de cualquier triatleta olímpico.
Cerebral, tímido y a veces cortante, pero también amigo de sus amigos, bromista y mucho más normal de lo que cabría para uno de los hombres mejor pagados del mundo por realizar su trabajo. Fernando Alonso llevará, un año más, los sueños de casi todos los españoles en su monoplaza. ¿Será el 2013 su año?