¿Sabías que acercar a los niños a la naturaleza puede alejarlos de las emociones negativas que rodean la pandemia?
Por Nora Rodríguez, directora ejecutiva de Happy School Institute, mentora de docentes
y madres, y autora de «Educar para la Paz. La neurociencia de la felicidad responsable»
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¿Sabías que acercar a los niños a los espectáculos de la naturaleza puede alejarlos de las emociones negativas que rodean la pandemia? Durante el último año son los más pequeños quienes han experimentado más cambios precisamente en una etapa de crecimiento en la que necesitan tener previsión. En las que descubren qué a ocurrir antes y después, para aprender a planificar, llevar a cabo ideas y proyectos y mantener regulado el estrés. Según Nora Rodríguez, directora ejecutiva de Happy School Institute , mentora de docentesy madres, y autora de «Educar para la Paz. La neurociencia de la felicidad responsable», es imprescindible en este año que comienza que lo padres y el las clases virtuales, se integre un nuevo propósito: ayudarles a que se perciban como parte de un grupo mayor, que va más allá de la familia, que formán parte de «la casa grande», aquella que comparten con animales y plantas . ¿La razón? «Percibirse como parte del algo más grande que nosotros mismos aumenta la seguridad interior. Y como es tiempo de educar en el bienestar interior , el primer paso consiste en compartir con ellos lo mucho que los animales nos enseñan sobre la compasión, la cooperación y la asistencia».
De lograrlo, explica Rodríguez, esto es lo que ocurre:
a) Conectan con sus sentimientos. Imagina que estás viendo justo a tu hijo imágenes del África central en la que elefantes salvajes dan señales sonoras para auxiliar al un elefante pequeño al que dan comida en su boca. La ciencia de la cooperación a demostrado que cuando un niño entre dos y doce años ve acciones significativas en la naturaleza, aumenta la alegría, los sentimientos de asombro, la curiosidad, el interés, las ganas de explorar, el entusiasmo, una mayor tranquilidad y una mayor predisposición a hacer cosas buenas por los demás. El neurocientífico portugués Antonio Damasio hace hincapié en la importancia de enseñar a que las nuevas generaciones conecten más con sus sentimientos para cultivar de este modo lo mejor de la naturaleza humana. Algo que en tiempos de alejamiento físico, mascarillas y poca conexión con otros niños es absolutamente necesario, ya que no sabemos hasta dónde habrá repercusiones psicológicas por la medidas de protección frente a la pandemia. Para el científico, «nos hemos olvidado de lo que nos construye como seres humanos: los sentimientos» .
b) Activan los circuitos de recompensa. Esto ocurre cuando los niños observan acciones compasivas de cangrejos y pájaros, por ejemplo, o de animales que colaboran entre sí, como los diminutos cangrejos que se ayudan cuando uno queda patas arriba. Aunque se trate de verlos en una pantalla, activan circuitos de recompensa específicos en el cerebro asociados con la liberación de dopamina, lo que les da energía para conectar positivamente con los demás.
c) Aumenta el sentido de pertenencia. Por ejemplo cuando observan cómo los insectos altamente sociales ponen en marcha este tipo de «inteligencia de enjambre» ; y a pesar de ser seres diminutos actúan como si se tomaran decisiones colectivas. Los seres humanos vivimos en grupos sociales cada vez más grandes, en los que influimos y a la vez nos influyen. La tecnología y la globalización han hecho que conectemos con más y más personas como si se tratara de una gran familia extensa, pero aun ni hemos llegado a despertar el gran cerebro social que incluye a todos los seres del planeta de los que tenemos mucho que aprender a fin de desarrollar en los niños una «ecología compartida», incorporando la conducta social de los animales para el desarrollo de inteligencia social de las nuevas generaciones
d) Idean e imaginan soluciones protectoras. Cuando un niño ve, por ejemplo, que en la bahía de Monterrey un grupo de ballenas jorobadas protegen a una ballena gris de la persecución de las orcas, sienten que ellos también serán protegidos en situaciones de peligro, y que pueden hacer cosas para que otros también se sientan seguros. Creo que es hora de empezar a pensar como especie qué importancia damos a la educación del cuidado mutuo.
« Cómo los inspiramos para un mayor bien , y cuál es nuestro compromiso en tiempos de pandemia y con las actuales necesidades socio emocionales de los niños. Y qué necesitan mirar y descubrir, para que puedan sentir por sí mismos cómo desean ser. Inspirémosles para que desarrollen un estilo de aprendizaje intuitivo en un entorno natural, para que sientan que de algún modo interactúan con él. Sólo así sentirán la misma libertad que tuvo Leonardo Da Vinci en su infancia para decidir qué hacer, contando sólo con la intuición para descubrir las relaciones causa-efecto», concluye la directora ejecutiva de Happy School Institute .
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