Churros, corchos, flotadores o manguitos... Te aclaramos cuál es el mejor (y el peor) para tu hijo

Aunque cada niño es un mundo, todo dependerá del medio en el que nade, de su madurez, sus capacidades físicas, su carácter…

Carlota Fominaya

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Esta es una de las preguntas clásicas que se hacen los padres de niños pequeños todos los veranos: ¿a qué edad flotador, a cuál manguitos, cuándo pueden dejar todo? «Empecemos por señalar que cada niño es un mundo, que dependerá del medio en el que nade, de su madurez, sus capacidades físicas, su carácter… también hay que diferenciar el aprendizaje de la natación de el baño para divertirse», matiza María Angeles Miranda, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil .

Como norma general, los especialistas no recomiendan playa ni piscina para bebés de menos de seis meses . «Su piel es muy delicada y sensible a la radiación solar y a los productos químicos de las piscinas que pueden provocarles alergias. Lo mejor es consultar a su pediatra que conoce cada caso y te asesorará con tu bebé», rsugiere Miranda.

A partir de seis meses «no hay nada que ofrezca más garantías que los brazos de papá y mamá» , recuerda Pilar Naval, del Grupo IBE (especialistas en socorrismo acuático) . « No hay ningún flotador infalible (son sistemas de flotación no de seguridad, si lees la letra pequeña verás en todos ellos la leyenda: "No protegen frente al ahogamiento")».

Tipos de flotadores

Vemos flotadores de diferentes tipos: de aro, de cuello, con tirantes, de asiento, con cierres distintos . Pero todos ellos, insiste Naval, «proporcionan flotación, NO seguridad». «Hay casos de bebés que vuelcan y acaban con la cabecita dentro del agua sin poder recuperar la posición inicial. O pequeños que muerden los manguitos. O flotadores defectuosos que se deshinchan. Solo tenerlos al lado y no quitarles la vista de encima evita un accidente. O como decimos en la campaña de prevención de ahogamientos #OjOPequeAlAgua , a un brazo y abrazo de distancia».

Es diferente si hablamos de matronatación, matiza esta experta. «Los bebés trabajan la flotación junto a papá o mamá con profesionales especializados, en esas sesiones es posible que utilicen materiales flotantes. Pero recuerda que es un entorno controlado, que el monitor valora y conoce los riesgos».

A partir de los 9 kilos, (más o menos entre los 8-10 meses) podemos encontrar chalecos. «Atención, el bebé ha de ser capaz de mantener y tener control de la cabeza y mover piernas y brazos para mantenerse a flote, hay que tener paciencia, poco a poco van adquiriendo la postura. Los pesos y/o edades son orientativos y dependen también de la maduración de cada niño», apunta Miranda.

La ventaja del chaleco sobre otros elementos de flotación, diferencia la vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil, «es la libertad de movimientos, les permite mover brazos y piernas y nos garantiza la postura. Y de perder el contacto con el adulto mantendrá nariz y boca fuera del agua».

Pero, advierte, no todos los chalecos son iguales, ni podemos usar el mismo para todos los peques , «hay que elegir uno homologado, fabricado con neopreno que ayuda a mantener el calor corporal y con protección de rayos UV. Adaptado al peso y perímetro de pecho del peque, si es de su talla no le molestará ni hará rozaduras». «El agua debe llegar a la altura de los hombros. Hay chalecos que permiten graduar la flotabilidad con elementos extraíbles y además tiene ventajas sobre otros flotantes como churros, manguitos, roscas… pero no nos exime de estar vigilando a los niños sin pausa», apunta Pilar Naval. « En un minuto y diez centímetros de agua un bebé se ahoga. No tenemos mucho margen de maniobra, hay que estar muy, muy cerquita », recalcan casi al únisono ambas profesionales.

En cualquier caso, prosiguen, «preferimos el chaleco porque los manguitos se resbalan, no se ajustan y los pierden o ellos mismos pueden quitárselos, los flotadores se voltean, los churros se escurren dejando al pequeño sin sistema de flotación. Tanto unos como otros no permiten mover los brazos de forma natural».

En playa o en piscina

Para los que ya estén empezando a nadar/flotar, continúan, «insistimos en este punto: es diferente el momento de aprender natación que el de pasar un rato divertido en el mar o la piscina . En las clases los monitores saben cuando quitar el chaleco y utilizan tablas, churros, burbujas, pelotas y otros elementos en función del nivel y capacidades de los niños».

No obstante, añade Miranda, «si le estás enseñando a nadar tú, no te despistes ni un segundo. Cuando acabéis si sigue en el agua, ponle el chaleco. No olvides que además de la habilidad en natación hay que contar con el cansancio, los peques no dosifican sus fuerzas y se cansan de golpe. Nadie como tú conoce a tu hijo, sus limitaciones, sus capacidades. Valora los riesgos y no te la juegues », recomienda.

«No te planteas quitarle el cinturón de seguridad porque molesta cuando vamos en el coche, todos sabemos que es una medida de prevención. Con el chaleco ocurre lo mismo, el agua no es nuestro medio, hay que protegerse . Los menores deben entenderlo y utilizarlo mientras sea necesario», explica la vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil.

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