Fuera de sitio
No quiero ser un hombre
«Las mujeres con mucho éxito que conozco han tenido que olvidar su feminidad. Se mueven en la élite, en lo más alto de la jerarquía, como si fueran hombres»
No quiero. A menudo veo que la única manera que encuentran algunas mujeres de liberarse es repetir patrones masculinos . Nos han enseñado cómo es el éxito y la libertad desde esa óptica deformada. Yo no quiero mi ausencia en lo importante, ni mandar a golpe de testosterona. Creo que las mujeres podemos, y algunas, pocas, han conseguido ya hacerlo de otra manera.
Las mujeres con mucho éxito que conozco han tenido que olvidar su feminidad. Se mueven en la élite, en lo más alto de la jerarquía, como si fueran hombres. Se mimetizan, hacen suya esa manera de triunfar. Ya sé que no todos lo consiguen así, pero sí la gran mayoría, qué pereza recordar a los pocos que se escapan. No voy a llorar por ellos ni a reivindicarlos. Para llegar hasta ahí, las mujeres tenemos que hacer el esfuerzo hercúleo de renunciar a nuestros instintos , a nuestra forma de estar en el mundo.
Acabo de tener una conversación hermosa con una amiga. Sin duda, de todas mis amigas, es la más poderosa, la que más éxito ha conseguido. Está en el top mundial, Champions League. Empezó con poco y ella quería más, siempre quiere más. Lo consiguió, pero para conseguirlo tuvo que sacrificar lo que no le salía de dentro. Mientras ella necesitaba estar con sus hijos, estuvo mucho tiempo fuera de casa, buscando ese éxito que se nos exige a todos. Lo buscó y lo consiguió a base de emular a los hombres. Ella lo sabe y lo reconoce. Hace muy pocos años se dio cuenta de que a ella sí se le recrimina haber estado ausente, seguir ausente. Gana mucho dinero, sostiene a su familia, pero se lo echan en cara porque es mujer. A un hombre, me lo ha reconocido, nunca le dirían «es que estás todo el día trabajando». Al contrario, «pobrecito, cuídalo, trabaja todo el día». Y si se lo recriminan, nunca llega a ser una tragedia. Siempre se acaba entendiendo de alguna manera. Con nosotras, esa culpa es mucho mayor, nos fagocita.
Algo parecido viví toda mi infancia. Mi padre siempre se levantaba de madrugada para ir trabajar y estaba cansado, había que cuidarlo. Mi madre empezaba el día pocas horas después y, además de su trabajo, se encargaba de todos nosotros. Y nunca, jamás, le dijimos ni pensamos, «pobrecita, cuánto trabaja». Al contrario, precisamente eso era ser esposa y madre . Las que no lo queremos, somos ambiciosas, mandonas, veneno.
De todo eso me preocupa sobre todo una cosa, cómo nos afecta en nuestra maternidad. Entiendo que a las que no quieren tener hijos les afectará igual, de alguna manera, pero yo hoy me quiero centrar en cómo consiguen ser madre las mujeres de éxito. Me temo, por lo que tengo cerca, que la penitencia es muy cara . Te alejas de esa pulsión, de esa necesidad de ellos, de esa importancia tremenda que tienen nuestros hijos en nuestras vidas. La responsabilidad con ellos va mucho más allá del dinero y poder pagar, la responsabilidad también es emocional. Eso lo aprendimos de nuestra madres y abuelas y a veces, cuando lo queremos todo, lo olvidamos. Igual que ellos.
Yo lo quiero todo, pero no puedo olvidarlo. Mis hijos tienen un padrazo mientras yo siempre fui solo una madre. A pesar de eso y de, ahora y por fin, quererlo todo, no quiero ser un hombre por mucho que algunos me encanten. Soy una mujer y entre todas esas virtudes y defectos siempre me encuentro. Y si lo quiero todo, lo quiero así.
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