Los últimos pacientes del hospital de Ifema: «¿Vengo aquí a morirme? No, viene a curarse. Así ha sido»
Un mes y medio después de su puesta en marcha, el recinto sanitario más grande de España apaga hoy sus luces tras dar de alta a 3.700 afectados, pero no se cerrará
Las banderas de Ifema ondean a media asta en señal de luto por las víctimas que el coronavirus ha arrastrado consigo. Fuera del recinto, Madrid se prepara para la tan ansiada vuelta a la normalidad; dentro, se celebra la vida. El hospital milagro abrió sus puertas el 21 de marzo, tras levantarse en tiempo récord : tan solo pasaron dieciocho horas desde que se empezó a diseñar hasta que llegaron los primeros pacientes. Cuarenta y un días después y con más de 3.700 personas curadas, el centro sanitario más grande de España dice hoy adiós dando de alta a las últimas víctimas. «¿Vengo aquí a morir? No, viene usted a curarse» fue lo primero que escuchó Magdalena , vecina de Alcalá de Henares, cuando ingresó hace cinco semanas: «Y así ha sido». La superviviente, de 74 años, sale victoriosa del lugar, con los brazos en alto y los ojos vidriosos que dan las gracias sin necesidad de pronunciarlas. Ifema enmudece en ese momento : nadie habla, solo se escuchan los aplausos de los sanitarios que han cuidado de ella.
«Me voy muy contenta, muy agradecida con el personal, con los médicos, con los de la limpieza y con los que me han dado de comer», cuenta la septuagenaria, que no pensaba que se iría con vida. «He estado malita, muy malita. Pero ya ves, vuelvo a casa », continúa, deseosa de encarar el camino que la separa de su marido, que la aguarda en la entrada sur del recinto: «Ya me está llamando. Ahora me tendrá que cocinar él».
Javier Quiroga, enfermero, corrobora las palabras de Magdalena. «Ha habido momentos duros, pero tratábamos de animarlos», explica el sanitario, que afirma que en cuarenta años de vida laboral nunca había sentido una satisfacción tan grande como la que en su interior nota esta temporada. « Cuando uno se ha muerto, nos ha golpeado duramente », reflexiona.
Lo primero que ve Sergio cuando cruza las puertas del pabellón 9 es un cartel que pone: «Felicidades, vuelves a casa». No se lo cree. Nicaragüense de 37 años, ingresó en Ifema la primera semana de abril. Su estado no hacía más que empeorar; tanto, que el día 10 tuvieron que llevárselo a la Unidad de Cuidados Intensivos . Todavía se cansa al hablar, pero alcanza a dar las gracias. «Pensaba que me moría pero he vuelto a nacer. Me han salvado la vida», susurra con gratitud a los médicos y enfermeros que lo han atendido. Jesús Canora, jefe médico del pabellón 9, ha sido uno de ellos. «Se va sin nada, sin oxígeno», especifica este internista del Hospital de Fuenlabrada. Recuerda los primeros días en el pabellón 5 como los peores . «Llegaban cuarenta pacientes a un control de 50 camas y todavía no estaba completo en cuanto a equipamiento. Faltaba material, como termómetros o saturímetros. Por suerte, todo empezó a rodar», cuenta.
Juan es el siguiente en subirse a las pasarelas que separan la que ha sido su habitación desde hace dos semanas del abrazo con su hija pequeña. «He estado muy bien atendido, solo puedo dar las gracias a los sanitarios y a Dios», dice este hombre de 74 años. «Me he encontrado bien en todo momento, pero a medida que pasaban los días he tenido miedo. Me voy muy emocionado », termina.
Y tras Juan sale Josefa , con su alegría, su entusiasmo y sus ganas de vivir. Tiene 83 años y es granadina aunque vive en Leganés. «He cantado, he bailado, he reído y llorado, me lo he pasado muy bien ahí dentro », cuenta la anciana, que mezcla las declaraciones con un poco de música: «Que con el alma no puedo, al despedirme de ti, de sentimiento me muero», tararea en la silla de ruedas. Llevaba ingresada un mes en este hospital temporal. «Ahora me siento fenomenal», remarca. Antes de marcharse todavía tiene fuerzas para otros versos más, en este caso los de « Caminito », de Gardel, una letra adecuada al momento: «Desde que se fue, nunca más volvió».
Empujando las sillas de los dados de alta se encuentra Enrique Pacheco, antes responsable de los montajes en Ifema y ahora voluntario. «Es la primera vez que vengo desinteresadamente a ayudar a la gente, y la satisfacción es enorme. Aquí todo el mundo colabora», resume él, que hace hincapié en el trato que han recibido. 1.200 personas, entre sanitarios, UME, personal de limpieza, seguridad y mantenimiento han trabajado en el lugar.
Cristina Fernández ha sido la psicóloga clínica de este centro sanitario. Perteneciente al Summa, lleva desde el 22 de marzo en el lugar. «Coordinamos el apoyo psicológico para atender a familias, a pacientes con incertidumbre y profesionales desbordados», asevera la responsable. Con ella va Juan Díaz, técnico de la misma unidad. Ambos coinciden en que si tuviesen que quedarse con algo sería con el « aprendizaje »: «Aunque ojalá que no hubiese pasado esto y no vuelva a ocurrir». Lo primero que pensaron al entrar fue si darían la talla. « ¿Seremos capaces? », nos preguntamos, cuenta Juan: «En ese momento, el primero, se nos saltaron las lágrimas, porque cuando ves a la gente ya no son números, son personas».
El mismo sentimiento invade a Nacho Ortiz, capellán . «Mi tarea ha sido la de escuchar», manifiesta. «Muchos me pedían la bendición, otros se querían confesar y otros solamente hablar de cómo y cuándo iban a volver a casa», indica.
Con los pacientes han estado, inseparables, los enfermeros . Verónica Real ha sido la directora de enfermería, con 455 profesionales a su cargo. «Se han salvado muchas vidas. Montar un hospital de campaña así en tu ciudad ha sido un proyecto de cooperación increíble», asegura. Subraya el «fantástico» equipo que la ha acompañado, entre los que están Mari Ángeles Carballo, María José Parra y Pablo Cazallo, supervisores. «Esto ha sido el sueño de cualquier personal sanitario. Es empezar algo con la ilusión desde cero», define la primera. María José el primer día pensó que eso era la «guerra», aunque lo califica de «irrepetible» y Pablo habla de una experiencia «fantástica y enriquecedora».
Y alimentándolos a todos, de forma gratuita, desde dentro del « food truck » de Viena Capellanes, se han econtrado Sandra y Alejandro, que han repartido más de 700 comidas. «Solo hemos querido ser útiles para ellos, que todos tuviesen las necesidades cubiertas», afirman ambos.
Las luces de Ifema se apagan hoy, tras cuarenta días de esfuerzo, trabajo y miedo, pero las puertas no se cerrarán por si se produce un repunte, con un acto que comienza a las 11 horas. Dentro se queda para siempre una parte de todas las personas curadas. Gracias Javier, Cristina, Jesús, Nacho, Verónica, Sandra, y las otras más de mil personas que lo han hecho posible.
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