La segunda vida de los árboles de Navidad

El Ayuntamiento comienza la campaña de recogida en el parque de El Retiro y la Casa de Campo

Un hombre deposita un abeto, ayer, en el vivero del Retiro ERNESTO AGUDO

Por ÁNGEL ANTONIO HERRERA

El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado la campaña de recogida de árboles de Navidad. Se trata de buscarles una nueva vida a tantos árboles que han estado ahí, firmes y fraternos, durante las fechas festivas, cumpliendo en cada casa su oficio de ornato sentimental. Hablamos, naturalmente, de aquellos árboles vivos que han sido uno más de la familia, en los días pasados de diciembre, y ahora corresponde darles otra vida, la vida de árbol sin adorno, de árbol puro, la vida que acaso llevaban antes, cuando aún no habían sido un monumento navideño en el rincón del salón .

Para eso, el Ayuntamiento ha dispuesto de dos sitios de recogida para los árboles navideños. Uno, en el vivero de Estufas del Retiro, en la puerta del parque situada en la calle de Alfonso XII, frente a la cuesta de Moyano. Otro, en los Viveros de la Casa de Campo, en la entrada de la Puerta del Ángel, dentrás de la Casa Palacio de Felipe II. En El Retiro , la entrega puede hacerse tanto por la mañana como por la tarde, durante todo el mes de enero. En la Casa de Campo, las entregas se aceptan sólo durante la mañana, de ocho a tres.

El árbol de Navidad ha cumplido, durante días, en nuestras casas, como un pariente más, pero que tiene que hacer luego su vida, cuando ya ha reunido a sus pies los regalos de Reyes de los chavales y ha tenido a su alrededor el jaleo de las visitas, que suelen mirar a veces el árbol de Navidad como quien mira a un exótico pariente más o menos lejano.

Un primo algo irreal

El árbol de Navidad, en efecto, es como un primo algo irreal que nos visita cada año y ahí se queda quieto, sin dar un ruido, con toda la joyería de las luces encima, hasta que llega el día siete. Y entonces toca darle al primo una vida mejor, una vida otra, porque el primo es un árbol, y le va por dentro la vida, y hay que conceder el árbol a los del Ayuntamiento, con cepellón incluido, para que consiga el árbol su navidad fuera de la navidad. Conviene no darles funeral a los árboles de Navidad, si éstos son árboles vivos, naturalmente, sino una vida alegre en los viveros municipales, donde crecen entre hermanos, y saludables y resueltos y a lo suyo, cada uno como un rey único de la selva municipal.

Los árboles artificiales se suelen guardar en un atillo , para el año siguiente, pero a los árboles de verdad hay que darles otra vida, la segunda vida después del turrón y los villancicos.

Con ellos se apaga la Navidad, la misma que encendieron. Ahora toca que hagan copa por ahí, libres al aire.

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