Una residencia para personas con discapacidad: «Cuando esto termine, haremos una fiesta»
La Fundación Alas, para mujeres con discapacidad intelectual, adapta su día a día al Covid-19 tras varios casos de aislamiento
Coronavirus en España, últimas noticias y datos en directo
Chari sujeta con su mano derecha un bastón de madera en el que se apoya debido a una dolencia en la pierna; en la izquierda, guarda con mimo un ramo de margaritas que acaba de recolectar del jardín de la residencia para personas con discapacidad intelectual en la que vive desde el 16 de marzo. En la parte superior del recinto, sus compañeras escuchan en el césped el improvisado concierto que otra da en honor a Camela, su «grupo favorito». La magia gana, aunque sea por un instante, la batalla al miedo por el coronavirus en la Fundación Alas de Moratalaz: todas se arrancan a bailar, a dar palmas y a pisarse con gritos de «olé» y «bravo», como si acabasen de asistir al mejor espectáculo de sus vidas . «Cuando todo esto termine, haremos una gran fiesta», les dice Ana, la gerente de la residencia.
La pandemia ha cambiado el día a día en este centro, en el que ha habido casos de aisladas por la presencia de síntomas del virus , que está dividido en seis viviendas. Por la mañana, todas las mujeres iban a talleres en el centro ocupacional ; ahora, deben permanecer en el interior, sin tener contacto con las compañeras de otros pisos. «Lo ha transformado todo. Desde la forma de estructurar las viviendas hasta la creación de espacios de aislamiento», explica Teresa, trabajadora, que alaba el proceso de adaptación que han tenido las residentes: «En muchas de ellas ha sido impresionante, y han demostrado todavía más las fortalezas que tienen; en otros casos, esto ha desbordado su entendimiento y su capacidad de gestión personal y les ha afectado a nivel anímico ». La mayoría de las 60 mujeres con discapacidad intelectual y edades comprendidas entre los 22 y los 72 años que viven en la residencia iban cada 15 días a casa de sus familiares o tutores legales . «Eso es algo duro para ellas, aunque consideran que este es su hogar», prosigue Teresa.
A su lado, Chari y Loli escuchan con atención. Chari es veterana en edad (59), pero Loli (de 57 años) le gana en permanencia en el centro. Lleva allí desde 1982, cuando sus padres murieron. «Echo de menos salir con mis amigas a tomar el café e ir a los talleres . Me gusta mucho pintar paisajes», cuenta Loli, residente de la vivienda número seis en la que ahora ayuda a limpiar. «Pero no a cocinar, eso no me gusta», puntualiza. Para Chari, en cambio, su actividad favorita es el ganchillo . Antes estaba en una residencia de mayores, pero ahora no cambiaría el centro de Moratalaz por otro sitio. «Aquí tengo amigas, y me río mucho con ellas», asegura antes de empezar a dar una ristra de nombres. «No le tenemos miedo, porque somos fuertes y le vamos a ganar », coinciden las dos refiriéndose al coronavirus.
Verónica, otra de las residentes, ha estado durante una semana en aislamiento porque tenía síntomas . Inquilina de la vivienda dos, comenzó con fiebre y decidieron apartarla de sus compañeras para no poner en riesgo la vida de ninguna. «Prefiero estar con las demás, pero no me aburrí sola porque tenía la tablet y jugaba a la sopa de letras», afirma esta superviviente de 49 años, que no recuerda cuándo llegó al que ahora es su hogar. «Antes hacía pijamas y cosas para bebés en los talleres y salía a dar paseos con las amigas, pero ahora no se puede», dice convencida. Ella no sabía que por tener fiebre la podían aislar.
Todos los posibles casos de coronavirus, una decena con sintomatología leve, los han tratado como si fuesen positivos ante la falta de test. «Las medidas se han tomado desde antes del estado de alarma. No puede haber trasvase de trabajadoras entre una vivienda y otra y tampoco de residentes para favorecer la seguridad de todas, aunque tener seis viviendas ha facilitado mucho las cosas», explica María, directora del plan de salud de Alas, donde también han cambiado los cuadrantes para hacer turnos intensivos y así conseguir disminuir el número de traslados de los profesionales entre sus viviendas y el centro: «También hemos creado unos protocolos, como desinfectar los zapatos cada vez que se entra en un apartamento y dejar los bolsos fuera». Aunque al principio les costó entenderlo, ahora todas las residentes ven las películas manteniendo distancia entre ellas y han dejado de ser tan afectuosas.
La Fundación Alas es miembro de la red de Plena Inclusión . «O te adaptas y tienes rutinas o sería un caos», subraya el presidente, Mariano Casado , quien ha canalizado las compras para proveer de materiales a todas las entidades. «Si tuviéramos que esperar a la Administración Pública, la situación sería más complicada de lo que ya lo es», continúa, consciente de que no son los únicos que necesitan objetos de protección, y con una preocupación: ¿qué pasará el día después?
Con una situación económica «complicada» y más, indica, después de las contrataciones de personal, el futuro se vislumbra incierto: «Buscaremos la fórmula y sobreviviremos ». Dentro de Alas, ajenas prácticamente a lo que sucede en el exterior de la valla que rodea el recinto, las residentes seguirán cantando, bailando y, sobre todo, viviendo.
Noticias relacionadas