Primera noche de «cierre» en Madrid: fiestas ilegales, macrobotellones y alcohol en las gasolineras

Con las reuniones en domicilios y lugares públicos prohibidas desde medianoche hasta las 6 horas, muchos siguieron de fiesta pese a la restricción

Confinamiento Madrid: los barrios y zonas con restricciones en la Comunidad de Madrid

Grupos de jóvenes regresan a sus casas tras el cierre de los bares, el sábado, en Malasaña ISABEL PERMUY | Vídeo: Calles vacías en la primera noche con toque de queda en toda España (ATLAS)

Cris de Quiroga

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Dos campanadas marcaron ayer la 1.30 de la madrugada y resonaron en el desangelado kilómetro cero de la capital. Un joven que atravesaba la puerta del Sol, como muchos otros desperdigados de la noche, definió el clima en una frase, casi sin darse cuenta: «La calle está triste» . Triste, pero no desierta. Madrid entró ayer sin apenas inmutarse en el «toque de queda» decretado por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso . Tras agotarse el estado de alarma, el viernes a las 16.48 horas, y a la espera de que las últimas restricciones reciban ratificación judicial, el desconcierto y cierta desobediencia dominaron la urbe. A lo largo del fin de semana, la Policía Municipal intervino en 300 fiestas ilegales y un macrobotellón con 300 personas.

El sábado, la vida social debía morir a partir de medianoche. Una hora antes, la plaza del Dos de Mayo, en el corazón de Malasaña, no estaba abarrotada. Tampoco vacía. Un par de policías llamaron la atención a un grupo de jóvenes que bailaban al son de la música de un pequeño altavoz. Eran seis amigos y, cuando se marcharon los agentes, se convirtieron en una decena. Ana, Carlota, Mario, Marta y Milena tienen 17 años y el «toque de queda» no trastocó sus planes . «Aquí en Malasaña antes no había Policía, ahora venimos menos por eso. Se han cargado el ambiente». «Vienen a tocar los cojones a la gente de 17 porque somos los irresponsables, los inmaduros, los infantiles...» «Tú te vas a un bar y hay gente de 30 años sin distancia. Nosotros estamos en la calle porque no podemos estar en un bar». Los menores opinaban atropelladamente, deseosos de aclarar que «los jóvenes» no deben estar en el ojo del huracán pese a engrosar los contagios de la segunda ola. «Mis padres me dicen: “Ten cuidado con quién vas”. Yo les digo: “Tenedlo vosotros”», aseveraba Carlota.

A falta de media hora para las doce, las terrazas que rodeaban la plaza empezaron a replegarse, pese a ser el primer sábado del mes que los locales podían aguantar abiertos hasta medianoche. «Las teníamos fuera, pero hemos visto que el bar de al lado ha recogido las mesas», explicaba Lisa, camarera. «Pero se puede estar dentro hasta las doce», añadía en el local contiguo Carmen, otra empleada. Ya solo quedaban unos pocos clientes apurando las bebidas.

«No hay mucha diferencia. Esto es Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE) y tenemos que quitar las terrazas a las once», señalaba el dueño de El Gato, Víctor López. El fin de semana le da cierto oxígeno para sobrevivir aún con 6.000 euros mensuales de alquiler en uno de los epicentros del ocio nocturno madrileño. «Como hostelero y como persona, cuanto antes se ataje esto, mejor. La gente ha estado haciendo lo que le ha dado la gana en sus casas», opinaba sobre el último giro de timón de las administraciones.

Juventud «irresponsable»

Medianoche. Varios agentes de Policía Municipal y Policía Nacional se congregan a los pies del monumento a los caídos ante las tropas francesas Daoíz y Velarde. Antes de iniciar la pertinente ronda, la conversación discurre sobre el tema estrella. «La juventud es muy irresponsable», comenta un policía nacional. Su compañero, una suerte de «poli bueno», es más comprensible: «No se puede generalizar». «Hemos ido ya a treinta fiestas ilegales. Pero si se están formando colas en las tiendas 24 horas y en las gasolineras para comprar alcohol », replica el primero. «Bueno, y lo del tío que estaba haciendo una fiesta ilegal en su local y para que no le multaran ha encerrado a la gente dentro». Ocurrió anoche en el número 27 de Francisco Silvela, donde los responsables —hay tres detenidos— echaron el candado desde el interior y apresaron a una decena de clientes durante varias horas.

El monotema desaparece unos minutos. «He visto el primer capítulo de Antidisturbios. Me ha gustado». «Yo creo que las intervenciones son realistas, pero eso de que todos estén trastornados...». La charla termina y empieza el trabajo, cuando una procesión de jóvenes abandonan los locales de las calles aledañas. Por un momento, parece que la fiesta no ha terminado, pero los noctámbulos ponen rumbo a su casa . «Para mí no ha cambiado nada, una horita más en el bar y para casa», dice una joven que se detiene unos minutos para liar un cigarrillo. «A casa, a casa», corroboran Dani y Coti, de 35 y 19 años, rezagados y «un poco perjudicados». «Antes nos iríamos a un piso de fiesta, pero ahora no se puede», reconocen.

El «tardeo» ha sustituido las salidas hasta altas horas de la madrugada. «Hemos quedado en un bar a las ocho de la tarde» , dice Alejandro, estudiante de Publicidad, junto a dos amigos. Al trío no le queda otra que ir a la cama, aunque el «toque de queda» desconcierta. «De primeras me parece bastante lioso. ¿A las doce tengo que estar en mi casa? ¿O puedo estar yendo a mi casa?», cuestiona Alejandro, que vive en Batán y le esperan 40 minutos de trayecto.

Poco después, dos policías municipales multaban a tres jóvenes que bebían en un banco de la plaza del Dos de Mayo. Pero más allá de los pequeños grupos que consumen en la vía pública cuando cierran los bares, el grueso del trabajo del Cuerpo local se orientó este fin de semana al ámbito privado. Los agentes actuaron en casi 300 fiestas ilegales, celebradas en domicilios y en locales que ignoraban el horario de cierre. En todas, el número de personas era superior al permitido y no había mascarillas ni medidas de seguridad. La intervención más importante se produjo en la zona de skate de Madrid Río , en el distrito de Arganzuela, donde 300 jóvenes celebraron un macrobotellón sin precaución alguna.

En las dos semanas que ha durado el estado de alarma, que decayó el viernes a las 16.48 horas, los agentes han interpuesto más de 3.500 sanciones por botellones. Ante las últimas restricciones, la Policía Municipal ha decidido emplear drones para controlar el cumplimiento del «toque de queda» , según trasladó ayer en Telemadrid el comisario José Luis Morcillo.

Las últimas reuniones

Las palabras del «poli malo» se hicieron realidad en la gasolinera de la calle Ponzano, donde una veintena de jóvenes, después de horas de cervezas y copas en los locales de la zona de moda de Chamberí , aguardaban para abastecerse. «Nos vamos a casa a tomar la última copa, somos cuatro. Y técnicamente entra en vigor el lunes, ¿no?», decía Javier. Pero lo que entra en vigor hoy son las restricciones en 32 zonas básicas de salud de la región. Algunos fiesteros aprovecharon la ausencia de multas —hasta el visto bueno judicial— para incumplir la prohibición de reunirse en domicilios y lugares públicos entre las 00.00 y las 6 horas.

Limpiando los restos de la noche y mientras un puñado de grupos se dispersaban (unos más ruidosos que otros), José Nieto, dueño de cuatro locales en Ponzano, compartía su opinión: «El problema no son los bares, sino la falta de educación de la gente que viene ». Las sanciones quizá cambien el panorama.

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