El Hayedo de Montejo reivindica su vida invernal
La Comunidad de Madrid está repleta de espacios verdes, cascadas, sendas y puentes medievales que visitar con la llegada del frío
El navideño acebo es especie protegida en la Comunidad de Madrid desde 1983. Pocos lugares hay en la región como el Hayedo de Montejo para conocer los secretos de este arbusto, junto a otros árboles singulares como el tejo, que da vida estos gélidos días al núcleo de la Reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón . Asociada a sus impresionantes paletas de ocres y rojizos de su otoño , los tonos grises del invierno dominan este paisaje punteado del verde –y el rojo de los frutos– del acebo. Sus hojas, hasta su protección, fueron el único pasto fresco que los ganaderos de la dehesa de Puebla de la Sierra podían ofrecer en estas fechas a sus animales más allá del heno seco que amontonaban en almiares al raso.
El Hayedo de Montejo reivindica su vida, también en invierno, para ofrecer al visitante esta y otras curiosidades de uno de los parajes más espectaculares de Madrid. El centro de educación ambiental de este lugar Patrimonio Natural de la Humanidad desde 2017 sigue abierto para quien quiera adentrarse en sus sendas –siempre que la meteorología lo permita–. «El invierno se convierte en una época única para conocer, comprender y valorar algunos aspectos especialmente interesantes . Uno de ellos es el de los aprovechamientos tradicionales que han permitido que llegue hasta nosotros este tesoro natural», explican a ABC sus educadores.
Formas de vida del pasado, no olvidadas entre los lugareños, que recuerdan los tiempos en los que esta dehesa boyal estaba dedicada al pastoreo del ganado –entonces mayoritariamente ovino, frente al predominio del vacuno actual– que ya no pasta en su interior. En su lugar, los senderistas guiados por estos educadores , pueden identificar las huellas de jabalíes –que se alimentan de los numerosos hayucos y bellotas– o corzos entre los árboles. «También las de alguna nutria junto a un Jarama recién nacido que, en estas fechas, y hasta la primavera, alcanza su mayor caudal y estruendo», señalan. Su senda, la más recorrida, termina en una explanada donde también son visibles las señales de uno de los aprovechamientos más tradicionales y que fue fuente de ingresos para la comarca hasta hace no tanto: el carboneo. «Siempre defiendo que se visite en primavera y en invierno. Especialmente este que está siendo muy lluvioso y que está provocando un aspecto espectacular de nuestros ríos. Esa senda, gracias a las lluvias y los deshielos, es muy bonita de ver», explica Luis del Olmo , director general de Medio Ambiente.
La minería fue otra de las actividades que dominaron este territorio. Explotaciones de plata o de fibrolita que revertieron importantes ingresos a sus habitantes. La segunda, llamada aún en la zona «piedra del dinero», se puede encontrar en los caminos del hayedo. El agua marcó también la vida en la serranía, con ejemplos que aún perduran de cómo intervino el hombre en la naturaleza. Por ejemplo, el conocido como «reloj de vez», en Madarcos . Un reloj de sol en el que las muescas señalan al mismo tiempo, a cada vecino, el tiempo que podían utilizar el agua de las regueras. «Las disputas y desacuerdos surgidos por su uso se solucionaban en un “tribunal de aguas” que se reunía junto a la iglesia parroquial», explican.
En la Sierra Oeste , las lluvias del otoño han hecho también reverdecer los bloques de granito y la corteza de las encinas. El agua es asimismo un hilo conductor para recorrer esta otra zona natural de la región. Arroyos que invitan a acercarse hasta municipios como Santa María de la Alameda para recorrer la senda de la cascada del Hornillo. «Un lugar de cuento de hadas con un salto de agua de gran belleza», señalan desde Medio Ambiente.
Aguas abajo, en Valdemaqueda , ya en la ribera del río Cofio, se alza imponente el puente Mocha –una construcción tardomedieval conocida popularmente como el «puente romano»– al que se puede llegar a pie desde alguna de las sendas que nacen en el centro del pueblo. Otro de los atractivos de la zona que recuerda la importancia del agua entre sus oficios son los molinos de cubo que jalonan los márgenes del río Perales. Una ruta, que parte de Navalagamella, permite descubrir dos de los mejores ejemplos que han llegado hasta nuestros días y que desde el siglo XIV servían para moler el grano.
Pinturas medievales
Además de su impresionante patrimonio natural, la Sierra Oeste permite estos días descubrir algunas de las construcciones medievales más singulares de la región. Testigo inmemorial de la Reconquista, Villa del Prado , tiene unas de las mejores pinturas murales de Madrid –de los siglos XV al XVIII– en su iglesia de Santiago Apóstol, Bien de Interés Cultural. No muy lejos de allí, en Robledo de Chavela, el templo fortificado de la Asunción de Nuestra Señora guarda en sus bóvedas una insólita colección de 76 dragones que aparecieron en una restauración en 2013. Ligado a la historia está también Cadalso de los Vidrios , un pueblo que presume de remontar sus orígenes a época romana, que guarda con celo los vestigios de dos mil años. Entre sus joyas están el palacio y los jardines de Villena, ambos declarados asimismo Bien de Interés Cultural.
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