Una exposición para volver a ser niño
Joyas del juguete antiguo pueden verse hasta febrero en el Real Jardín Botánico

«Queridos Reyes Magos. Os digo que os quiero mucho y me pido una cartera de cremallera, una caja de pinturas de 12 y unas medias de nailon azules». Esta tierna carta la escribió María Isabel Martín López el 2 de diciembre de 1961 y puede verse, junto con otras, a la entrada de la exposición «Miradas ingenuas» , que la Diputación Provincial de Huesca, en colaboración con el Real Jardín Botánico y La Fábrica ofrecen en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico. Un lugar donde perderse y regresar a esa infancia siempre añorada, sólo por el deseo de jugar con una maravillosa colección de juguetes antiguos, junto a otros salidos de la mano y la cabeza del artista Antonio Santos.
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«Miradas ingenuas» es una recopilación de fondos de la colección de juguetes antiguos Santos Lloro, junto con piezas creadas por Antonio Santos , especialista en hacer juguetes desde que, de niño, descubrió en su pueblo oscense que «el juego era, precisamente, construirlos».
Desde las «Pepas» con caras que llegan a asustar a los juguetes que imitan la vida y reproducen espacios tan cotidianos como un aula , con sus alumnos y su profesor, un desfile de soldados, una carnicería perfectamente surtida o varias tiendas más de diferentes productos.
No faltan, sería imposible, los camiones de bomberos , hechos de madera y con sus escalas ascendentes, para alcanzar las llamas más altas. Ni juegos de mesa, desde tableros del tres en raya al juego de los maquis que crearon en Francia en 1945 . E incluso un parchís español de 1940 con el yugo y las flechas de la Falange. En otro ángulo, unos bolos alemanes donde se derriba a chinitos. O una impresionante reproducción de la procesión del Corpus, con decenas de figuras que lucen la compostura adecuada al momento.
«Inocente descaro»
Conducida y acompañada por unos bellos y didácticos textos de Carlos Grassa , la exposición se recrea en ese momento histórico, mediados del siglo XIX , en que comienza a valorarse el trabajo más sencillo y simple, pero por lo mismo más difícil: las creaciones naif, las inspiradas en lo que hacen los niños. «La bondad, la espontaneidad, el inocente descaro» , dice Grassa. Porque «el gran juego de la infancia es el de jugar a la vida, jugar a ser quien todavía no se es».
Por eso, se reproducen peluqueros, agricultores con la hoz, gente aserrando, señoras barriendo, vendedoras, calesas, el circo, una plaza de toros, tragabolas, teatrillos de guiños... Y completando y cerrando el círculo, los nuevos juguetes inventados por Antonio Santos. Como ese «Columpio» que invita a descuidarse. Las cientos de obras que componen esta exposición podrán visitarse hasta el próximo 7 de febrero.