Coronavirus Madrid

Padres con hijos autistas, dueños de perros, sintechos... Pisar la calle bajo el yugo de los insultos

Numerosas personas, con diferentes permisos para estar en la vía pública, sufren estos días la ira de los «justicieros de balcón»

Coronavirus en Madrid: últimas noticias del Covid-19 en la comunidad más afectada por la pandemia

Adrián, diagnosticádo de autismo, camina junto a su padre, José Manuel ABC / Vídeo: Personas con autismo reciben insultos desde los balcones por tomar paseos terapéuticos
Aitor Santos Moya

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A sus nueve años, Adrián no entiende lo que ocurre ahí fuera. Aunque sus padres traten de explicárselo, algo en su cabeza no encaja: tiene autismo y, pese a su loable esfuerzo, todavía no es capaz de comunicarse verbalmente con nadie. A ello suma una hiperactividad constante, turbada por fuertes episodios de ansiedad en los que puede llegar a autolesionarse . La vida de este niño no es fácil, más si cabe, en una época de forzosa reclusión que obliga a sus padres a redoblar esfuerzos. Desde que el Gobierno central decretase el estado de alarma, el 14 de marzo, Adrián no había salido de casa. «Puede hacerlo porque tiene autorización de su pediatra, pero su madre y yo nos tomamos muy en serio la cuarentena», resume su progenitor, José Manuel, al otro lado del teléfono. Hasta el domingo 22, día en que los dos bajaron a la calle para mitigar una situación ya de por sí muy complicada.

Subido a un patinete, «para que solo tocase el manillar», y ataviado con guantes y mascarilla, Adrián por fin descargaría toda la energía acumulada. Para evitar cualquier tipo de complicación añadida, José Manuel decidió poner rumbo a unas canchas abandonadas a cinco minutos a pie de su domicilio, ubicado en Leganés. «Así me aseguraba de que íbamos a estar en un sitio sin gente y aplicar las máximas medidas de seguridad», relata, con la idea de que el vehículo de juguete ayudase a mantener a raya la estereotipia de su hijo: «Tiene una manía que consiste en tocarlo todo». Por el camino, se cruzaron con personas que iban y venían de hacer la compra, dueños que paseaban a sus perros y trabajadores obligados a desplazarse por la vía pública. Todo parecía tranquilo, hasta que de pronto empezaron a oír gritos; alaridos de vecinos que rápidamente tornaron en insultos.

Cartel vecinal en Vallecas ABC

«Llegamos a las canchas y Adrián empezó a dar vueltas con su patinete. A las tres primeras personas que nos increparon desde las terrazas les respondí a gritos que tenía autismo», prosigue. No sirvió de nada. Dos de ellas siguieron lanzando improperios, mientras que la tercera contestó entre evidentes gestos de no entender las palabras de José Manuel. Pasados diez minutos apareció la Policía. Los agentes comprobaron que todo estaba en regla y se marcharon, circunstancia que no gustó a algunos de los moradores de la zona. «Qué huevazos tienes, sinvergüenza», fue uno de los «piropos» más suaves recibidos.

Después de lo vivido, Adrián no ha vuelto a pisar la calle. «Volveremos al mismo sitio cuando lo creamos conveniente», incide, no obstante, su padre. A pesar de la desagradable experiencia, José Manuel solo pide comprensión, en una época en el que las duras condiciones mantienen a la sociedad al borde de un ataque de nervios: «Entiendo que si alguien tiene dudas llame a la Policía o trate de hablar con el adulto, pero los gritos son innecesarios. Hay muchas familias que lo están pasando mal porque sus hijos pueden sufrir situaciones muy graves».

Respecto a la iniciativa lanzada por varios colectivos para que las personas diagnosticadas de trastorno del espectro del autismo (TEA) porten un brazalete azul mientras estén en la calle, el padre de Adrián rechaza la idea al considerar que ninguna persona que sale a comprar o a sacar al perro tiene que ir marcado. «Además, no creo que aquellos que insulten se vayan a fijar en que llevamos un brazalete o una camiseta diferencial», añade. Como ellos, son muchos los ciudadanos que estos días sufren la incomprensión de unos pocos, convertidos en polémicos «justicieros de balcón».

Diferentes casos, pero sensaciones parecidas, viven algunos dueños de perros que cumplen a rajatabla con los establecido en el decreto. «Tener perro es sufrir todos los días porque tienes que sacarlo y no quieres para no exponerte tú ni exponer luego al resto de gente en casa», reza el inicio de una carta, lanzada por una de las afectadas. El hecho de que haya algunos que se aprovechen de la excepción, resume otra agraviada, no significa que «los que sí cumplan tengan que padecer las consecuencias de una frustración que nos afecta a todos».

Dos hombres pasean a sus respectivos perros atados en Alcalá de Henares DE SAN BERNARDO

Más grave es el caso de un sintecho que la semana pasada recibió una pedrada en la cabeza cuando estaba sentado en un banco del parque Amós Acero, en el barrio de San Diego (Puente de Vallecas). Según los testigos, un joven lanzó el proyectil después de recriminarle que estuviera bebiendo alcohol al aire libre, sin importarle las medidas excepcionales adoptadas. Tres sanitarios de un ambulatorio cercano salieron en su auxilio para valorar su estado que, por suerte, no revistió de gravedad.

Varias de las asociaciones que conforman el tejido vecinal de Madrid han promovido una campaña de alerta para paliar los comportamientos incívicos observados. «¡No seas brasas!» es uno de los lemas empleados en cartelería y redes sociales.

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